

Aunque los especialistas recomiendan cada vez más reducir la ingesta de alimentos ultraprocesados, la oferta que hay de estos en cada góndola es enorme. A la serie de riesgos y perjuicios que pueden acarrear estos alimentos y que se conocen desde hace años, ahora se suma una nueva consecuencia negativa que puede producirse a raíz de su consumo.
Los productos ultraprocesados combinan cantidades frecuentemente pequeñas de alimentos sin procesar o mínimamente procesados. Se les agregan ingredientes industriales con alto contenido de grasas, azúcares y/o sal y aditivos como conservantes, colorantes y aromatizantes. En este grupo se incluyen gaseosas, aguas saborizadas, energizantes, postres lácteos, panes industriales, snacks, productos congelados y carnes procesadas como salchichas y aderezos.
Se sabe que son alimentos que no deberían formar parte de nuestra alimentación cotidiana porque su consumo sostenido puede dañar la salud, aumentar el riesgo de diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares, cerebrovasculares y muchas más.
Alimentos ultraprocesados y comportamiento violento
Los alimentos ultraprocesados aportan pocos nutrientes esenciales para cuidar la salud del organismo. Una dieta rica en ellos y baja en nutrientes influye directamente sobre el funcionamiento del sistema nervioso central y produce alteraciones en la microbiota intestinal, disfunciones en la corteza prefrontal e inflamación crónica.
Según un estudio publicado en The American Journal of Psychiatry, hábitos de vida poco saludables se asocian a un aumento de inflamaciones que pueden afectar la salud mental. Así, los ultraprocesados se relacionan a un aumento de la impulsividad, la hostilidad y el malestar emocional.
Un estudio realizado en 2019 a personas con sobrepeso plantea que las personas con comportamientos impulsivos estuvieron más relacionadas a dietas occidentales que a dietas saludables. Es decir, se trataba de personas que consumían una gran cantidad de ultraprocesados, llenos de grasas trans y azúcares.
Otro estudio relacionado con adolescentes demostró que ciertos hábitos alimentarios pueden afectar la estabilidad emocional y la capacidad de autorregulación. En particular, el consumo de ultraprocesados se asoció con dificultades como la ansiedad, los comportamientos disruptivos y los problemas de atención.








