El gobierno nacional en su conjunto sufre hoy una grave crisis en la que se mezclan saña opositora, facturas pendientes, mucha soberbia de entrecasa y una praxis al menos discutible en materia financiera y cambiaria, derivada de la idea –al día de hoy cuestionada por insuficiente- que “con inflación baja la gente nos va a votar”. Faltan 22 días para las elecciones legislativas y hay quienes suponen que, si bien es poco el tiempo disponible, igualmente Javier Milei debería plantearse el camino de la recuperación de parte de la ciudadanía a través de la autocrítica, del relevo o aislamiento de las figuras tóxicas y de una comunicación honesta y sencilla que haga foco en soluciones, sobre todo en materia productiva y en valores esenciales.
La regla de oro de la imagen, especialmente en una crisis explosiva e integral como la actual donde se mezcla la política, la economía y la decencia, es que la coherencia entre lo que se dice, lo que se hace y la imagen que se proyecta tiene que estar alineada y esto es algo vital para generar credibilidad. A estas alturas, la recuperación no es imposible, pero de ahora en más el Gobierno debería estar dispuesto a dotar a las acciones que emprenda de mayor transparencia y autenticidad, con una clara reorientación del mensaje, algo que tendría que hacer a través de una estrategia integral que aborde tanto los errores pasados como los cimientos de una etapa futura. “Difícil que el chancho silbe”, diría un paisano.
Sin embargo, para contrarrestar el dicho, el gobierno nacional tiene herramientas y sólo depende de que las quiera o no utilizar. Por ejemplo, en esta cuenta regresiva no sirve la negación y el Presidente parece que lo ha entendido así cuando Donald Trump, a través del secretario del Tesoro y también del FMI le pidió buscar socios confiables para encarar el segundo tramo del gobierno libertario, tiempo en el que se necesitará sumar bancas en el Congreso que ayuden a sacar las leyes estructurales que se necesitan para mejorar el clima de inversión. A eso se abocó el mismo Milei con Mauricio Macri y el ministro del interior, Lisandro Catalán con los gobernadores, mientras que el Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, está jugando como una primera avanzada de la racionalidad que se debería imponerse de ahora en más.
El caso del expresidente parecía cantado, por tres cosas: a) porque Milei lo ninguneó de mala manera después del apoyo irrestricto que el PRO –junto a Patricia Bullrich- le dio en el balotaje de 2023; b) porque los votantes “amarillos” (Milei les dijo “fracasados”) se abstuvieron claramente en la elección bonaerense y c) porque probablemente su amigo Trump haya abogado por él. La relación entre ambos se remonta a fines de la década del ’70 cuando quizás ni soñaban con dedicarse a la política. También se afirma que, en 1979, cuando Franco Macri le compró un terreno en Manhattan, el joven Mauricio llevó adelante las negociaciones con el duro empresario y que, desde allí, forjaron un vínculo de cercanía que hoy persiste. Siempre se mencionó que Trump visitaba Punta del Este como huésped de los Macri.
La parte de los gobernadores tiene particularidades locales, ya que las necesidades de cada una de las provincias son diferentes y porque también hay algunos que están decidídamente enroladas del lado del kirchnerismo y con muchas telarañas ideológicas. Las más ortodoxas probablemente sean Formosa, La Pampa, Tierra del Fuego, La Rioja y la voluminosa Buenos Aires. En otro grupo, hay provincias bien pragmáticas, como Misiones, Salta, Tucumán y quizás Santiago del Estero y Catamarca. En casi todos estos distritos es probable que el kirchnerismo sobresalga en las elecciones, aunque lo que se busca allí es perforar esas lealtades cuando llegue la hora de votar en el Congreso. Con algo más de localismos, lo mismo sucede en San Luis, San Juan, Neuquén y Río Negro donde hay gobernadores que se pueden tapar la nariz, pero que finalmente conversarán.
En un cuarto bloque están Mendoza, Entre Ríos, Chaco y la CABA que tienen coincidencias electorales con LLA y hay un quinto conglomerado que está jugando a más porque mira también hacia 2027: Córdoba y Santa Fe, nada menos, más Chubut, Jujuy, Corrientes y Santa Cruz que armaron Provincias Unidas, un conglomerado cuyos legisladores serán un bloque en la Cámara de Diputados que aspira a sumar a otros provinciales para negociar en conjunto. Buscar apoyos en el interior no es algo menor para el gobierno nacional, ya que con la Ley que determina la distribución automática de los sobrantes de la Coparticipación “los goberna” le mostraron su alto poder de fuego.
La inexperiencia política, combinada con mucha soberbia, se notó para mal en la forma que de modo casi amateur se manejó el armado de las listas para estas elecciones y allí hay varios responsables, pero las todas miradas apuntan a la intocable Karina Milei, clarísimo talón de Aquiles del Presidente y a sus armadores, de tan poco tino político. Por supuesto, que conociendo tanta dependencia afectiva. los opositores la involucran en cuanta sospecha de corrupción hay ($LIBRA o droguerías), pero a esta altura, desde el lugar que ocupa, la secretaria de la Presidencia claramente le juega en contra a su hermano. Y está el tema de la corrupción que ha tocado un clímax con el diputado José Luis Espert, quien ha balbuceado más que explicado con una sola y primitiva consigna: “no me bajo nada”.
Lo financiero-cambiario es otra debilidad para el Gobierno, porque la liberación del mercado está a la vuelta de la esquina. Ésa es la línea que se ha bajado desde Washington porque se interpreta que es la única manera de recomponer las Reservas, necesarias para pagar deuda hacia el futuro, desde ya. Las idas y vueltas de la dupla Luis Caputo-Santiago Bausili tienen a la City en vilo, porque cada día aparece una nueva medida que corrige otra anterior. La gran crítica es que se corre detrás de los acontecimientos y que la volatilidad de los mercados tiene ese sello, mucho más que el “riesgo-kuka”, por ejemplo. Y que, por eso, sacrifican Reservas “a lo pavo”.
Para intentar al menos zafar del laberinto, de aquí en más, el oficialismo debería abocarse entonces a sostener a como dé lugar una o dos políticas clave que sean urgentes para la sociedad y que muestren compromiso genuino y capacidad de gestión. Debe ser algo bien tangible y preferentemente con resultados medibles a corto o mediano plazo. El factor crucial para detener la sucesión de tropiezos es demostrar un cambio real y visible, ya que las palabras solas no bastarán. Esto implica que, en el plano práctico, el Presidente debería distanciarse o apartar con nombres y apellidos a las personas que han contribuido decisivamente al deterioro de su imagen.
Es un hecho ineludible de la gestión de crisis que el público necesita ver que se reconocen los errores y que se toman medidas correctivas contra los responsables del declive. Dependerá del Presidente hasta dónde va a llegar con su largo brazo, pero Espert, Caputo ministro, el titular del BCRA, Martín Menem y compañía y hasta su hermana Karina, si llega el caso, podrían caer en la necesaria volteada. Para torcer las expectativas, que apuntan a la caída de la confianza que marcan las encuestas, también el Presidente debería mostrar una renovación de liderazgo o de estructura en los equipos de comunicación y estrategia porque para salir del atolladero de todos estos males se necesita proyectar una imagen de autocrítica, más la voluntad sincera de encarar el futuro con aire fresco y nuevas ideas.
La cátedra enseña que, en estos casos, la comunicación debe pasar de ser defensiva a ser proactiva, sincera y orientada al futuro y eso es lo que no hace Milei. Simplemente, le echa la culpa al kirchnerismo con el argumento que supone que todos “son de su condición”. No alcanza la chicana porque Espert, por ejemplo, reconoció que sí recibió un dinero que proviene de un rubro que estos días está tristemente en el candelero por el horroroso triple narco-crimen de Florencio Varela, para colmo proveniente de uno de los méritos que se arroga Milei. En el reportaje que dio hace unos días por la mañana, el Presidente se enorgulleció del superávit fiscal, pero también del combate que encara “la doctora Bullrich”.
Lo primero que debería hacer con sinceridad el Gobierno es reconocer públicamente el deterioro de la imagen y la existencia de errores. Así, el mensaje tendrá que ser emocionalmente resonante y centrarse en los valores fundamentales que supuestamente representa la ideología que se defiende, enfatizando que, sin dar un paso atrás, se encara la realidad de forma diferente para abordar los problemas. Por último, cualquier responsable de comunicación le diría a Milei y a quienes hacen campaña que, en lugar de criticar únicamente al otro, deberían centrarse en ofrecer soluciones creíbles a los problemas de la gente. No se trata de autoflagelarse, sino de validar la percepción ciudadana y es sabido que eso aumenta la credibilidad.
Para recuperar terreno, La Libertad Avanza debería entonces unificar y simplificar el mensaje ya que, en tiempos de crisis, los comunicadores dicen que la confusión es veneno.








