La hora en que comemos no es un detalle menor. Según la psicología, realizar las comidas fuera de los horarios habituales puede tener un impacto directo en el bienestar emocional. No solo importa qué alimentos consumimos, sino también en qué momento del día lo hacemos, ya que el cerebro funciona mejor cuando sigue rutinas predecibles.
Un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences advierte que incluso pequeñas modificaciones en los horarios de alimentación aumentan el riesgo de sufrir ansiedad, depresión, estrés y otros trastornos psicológicos. La explicación está en el reloj biológico o ritmo circadiano, que regula procesos clave como el sueño y el metabolismo.
Entre los hábitos más nocivos, los especialistas destacan cenar y acostarse inmediatamente, lo que reduce la calidad del descanso y genera cansancio, irritabilidad y falta de concentración al día siguiente.
El poder de las rutinas
Desde un punto de vista evolutivo, el cerebro humano responde mejor a rutinas, porque aportan seguridad y previsibilidad. Comer a destiempo no solo desorganiza el reloj interno, sino que también favorece los atracones y la alimentación poco consciente, con efectos negativos en la salud física y mental.
Qué comer para dormir mejor
La psicología y la nutrición coinciden en que algunos alimentos pueden ayudar a conciliar el sueño y mejorar la calidad del descanso. Entre ellos se destacan:
- Ricos en triptófano: lácteos, huevos y frutos secos.
- Frutas que favorecen el sueño: banana, cereza y kiwi, por su aporte natural de melatonina y magnesio.
- Infusiones relajantes: manzanilla y tilo, que ayudan a calmar el sistema nervioso.
En cambio, se recomienda evitar cafeína, alcohol y comidas ultraprocesadas o muy pesadas, ya que interfieren con los ciclos naturales del sueño.
De esta manera, la ciencia confirma lo que muchas culturas ya intuían: comer en horarios regulares y elegir los alimentos adecuados es tan importante para la salud mental como dormir bien o manejar el estrés diario.







