Una historia de amor en tiempos complejos

Viaje por el mapa de la alta cultura occidental.

20 Julio 2025

NOVELA

VEN A BAILAR CONMIGO

RUSSELL HOBAN

(Sigilo – Buenos Aires)

Quizás aceptar el destino y conservar el deseo de vivir y amar sea la idea de tragedia que sostiene esta luminosa historia de amor otoñal entre una cantante de rock gótico cincuentona y medio loca y un médico sesentón amante de la música clásica. Y aunque nada parece unirlos, el azar, ese motor que mueve al mundo y que está en el origen de la mejor literatura, según Borges, los lleva a encontrarse frente a una litografía de Odilon Redon, la primera escala de un viaje que emprenden juntos por el mapa de la alta cultura occidental (y el rock inglés, como el cine clásico, podemos afirmar, ya tienen su lugar en él), el territorio donde habitan las almas sensibles y la constelación que les ofrece un sentido posible a sus tribulaciones.

Ecos y analogías

El título, que alude a un relato mitológico alemán sobre la hija del rey de los Alisos, el Señor Olaf, que aleja de su rumbo a los hSombres, invitándolos a bailar y llevándolos a la muerte, se replica en la historia de la protagonista, una suerte de princesa maldita que está convencida de ser la portadora de la mala suerte universal. Y para colmo la Guerra del Golfo, el momento preciso en el que esta historia de amor comienza, no parece presagiar nada bueno.

Es que Christabel, tal el nombre de la protagonista y cantante de Mobyle Mortuary (morgue portátil, así como suena), con una larga historia de muertos a su alrededor, parece llamar a la parca a cada paso.

Y si la suerte ya está echada, Elías, su inesperada conquista, sintoniza a la perfección esa música misteriosa que resuena en la historia del señor Olaf y que le cantaba su madre antes de abandonar a la familia detrás de un misterioso flautista.

Como en un juego de espejos, este relato poblado de ecos y analogías, como las que ambos encuentran viendo Vértigo, de Hitchcock, lo lleva a Elías a descubrir que “nunca se sabe por dónde te va a atacar una metáfora”, al entender que el cuerpo es mucho más que pura anatomía y la enfermedad, la metáfora de un dolor innombrable. Como el de la muerte del ser que más se ha amado y que un compañero de viaje casual sintetiza hermosamente en un inglés poco fluido pero muy poético: “Nombre es lápida en pequeño cementerio dentro de mí”.

Y como todo cuento de hadas, el maleficio se rompe cuando aparece un príncipe empeñado en liberar a su amada de un destino funesto. Pero esto sólo funciona para quienes están abiertos a dejarse capturar por la magia. O por el arte, que en el caso de esta novela, parece ser lo mismo.

© LA GACETA

MARÍA EUGENIA VILLALONGA

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