Milei, los nervios y el humo: sucesos más que llamativos que ocultan escándalos incómodos

Por Hugo E. Grimaldi.

Javier Milei, presidente de la Nación. Javier Milei, presidente de la Nación.
12 Julio 2025

Los secretos del avión y las valijas, las aproximaciones al caso $Libra, el set perdido 0-6 en el Senado el jueves pasado, la excusa de la niebla para no viajar a Tucumán, la necesidad de apelar el fallo por YPF y el dólar a $1.300 ponen nervioso a cualquiera. Javier Milei no conoce aquello de poner la “mente fría al servicio de un corazón caliente” porque lo suyo es fuego más que hielo y no parece tampoco que sepa cómo o quiera hacerlo. Ni siquiera se trata de convencerlo de que “caretee” porque es así y, político al fin, es probable que suponga que tales convicciones le gustan a la gente. Por eso, redobla siempre la apuesta y ante cada uno de esos temas prefirió servir él también con sus exabruptos como una cortina de humo más a la estrategia de llenar de elefantes la peatonal.

Sin embargo y ante el alud de pelotazos en contra, hay un detalle que al Gobierno se le ha escapado y que tritura la teoría, ya que lo que le viene ocurriendo es que el derrape ha sido tan grande y con peripecias tan seguidas que parece que no le alcanzan los nuevos temas para tapar los anteriores. Es como el viejo ejemplo del peatón que tropieza al bajar el cordón de la vereda, trastabilla y se da la cara contra el suelo. Más bien, cada cosa que hoy se intenta parece ser que al Presidente le abre otro flanco en el deslizamiento.

La brillante imagen que surge de la confusión por tantos paquidermos sueltos en nombre del disimulo es algo imposible de ignorar, salvo que todos estén mirando otra cosa. Justamente, eso es lo que hace soltar las neblinas políticas comunicacionalmente hablando: desviar la atención pública con situaciones ultrallamativas para ocultar escándalos incómodos. La idea del concepto de distracción es introducir temas alternativos, generalmente con alto impacto emocional o polémico, para desviar la atención sobre cualquier tema conflictivo o crisis desatada o en ciernes y lo cierto es que el gobierno nacional no lo está logrando.

La teoría dice que los actores políticos deben buscar siempre instalar su versión de la realidad, controlando qué se discute y cómo y generando múltiples noticias de alto voltaje para que ahoguen de algún modo la cobertura de los casos más críticos, haciéndolos parecer menos relevantes o más difusos. El mismo Presidente ha contribuido con su personalidad avasallante a intentar puestas en escena y aunque a muchos le gustan sus convicciones inalteradas, eso no sirve de modo efectivo como cortina de humo porque lo muestra desestabilizado y probablemente le reste. Ayer también, hasta el vocero Manuel Adorni se prendió al festival de tirar fuegos artificiales cuando se presentó en un programa propio y semanal de streaming a proclamar que los periodistas “mienten” no cuando cuentan las adrede noticias al revés, sino cuando lo que hacen es opinar u analizar.

Lo obvio es que el gobierno nacional carece de sangre fría para pasar el momento y se observa que sólo el Jefe de Gabinete, Guillermo Francos aparece como el más aplomado para recauchutar alguna parte de la situación. El propio Presidente se ha encerrado en la imagen de niño terrible que distribuye improperios como cuando era candidato. La vicepresidenta Victoria Villarruel ha sido esta semana quizás la víctima principal, cuando en realidad el Gobierno debería exaltarla, ya que fue ella quien dejó en evidencia la situación de invalidez reglamentaria cuando no se presentó a abrir la sesión del Senado del jueves.

Lo cierto es que la vice le dio al Ejecutivo los elementos exactos para que vaya a la Justicia, ya que el artículo 32 del Reglamento de la Cámara Alta señala que entre las atribuciones y los deberes de su titular está el de “llamar a los senadores al recinto y abrir las sesiones desde su sitial”, cosa que Villarruel no quiso hacer. Nunca antes una senadora de una fuerza opositora a cargo de una de las vicepresidencias dio inicio a una sesión, tal como lo hizo la neuquina Silvia Sapag. Gran contrasentido todo: la sesión sería nula gracias a la vapuleada Vicky.

Sin embargo, los amanuenses de turno salieron a lapidarla haciéndole el siga-siga a la tirria que le tomó el Presidente y dicen las malas lenguas que fue por soplos al oído de su hermana Karina. En tanto, más papista que el Papa, Patricia Bullrich cruzó espadas por las redes y en vez de aportar serenidad caldeó más el ambiente para hacerse notar, seguramente. De ida y de vuelta, ambas se dispararon duros calificativos y sacaron a relucir mutuamente cuestiones terribles de la política de hoy y del pasado, improperios con olor a bajeza muchos de ellos. Sin embargo, el tole-tole a cielo abierto generó algo peor, ya que de alguna forma se desechó la manito que dio la vice. Una “pelea de alta peluquería”, podría haber dicho el inefable Aníbal Fernández.

Otro ángulo del deterioro interno que ayuda poco y nada al momento, tiene que ver con el posible desmembramiento, quizás momentáneo, del llamado “triángulo de hierro”, ya que los hermanos Milei impusieron su criterio de no negociar con nadie en materia electoral por sobre Santiago Caputo, quien opina que el futuro no se mide el día de las elecciones con la carnicería que promete el Presidente en términos de votos, sino en la cantidad de bancas que se conseguirán para convertir las promesas de un nuevo round de impacto positivo, a partir de las leyes que empezarán a darle sentido al ajuste.

En la City y en el mundo de los negocios que suben y bajan pulgares están convencidos de que la decisión de generar humo para no mostrar los coscorrones que le han salido al Gobierno por todas esas situaciones más que incómodas ha empastado más la situación. No le han bajado el pulgar a nadie, desde ya, pero entraron en pausa, no apuestan a favor y hasta toman con cierta resignación los exabruptos presidenciales, mientras aprovechan el estado de nervios para generar negocios de ocasión.

Más allá del Presidente, el resquemor con el ministro de Economía, Luis Caputo no cesa desde que los arengó burlonamente: “comprá (dólares), no te la pierdas campeón”. Tampoco creen que el caso de la edición que le hicieron a Alejandro Fantino de un “off the record” con “Toto” haya salido de usinas opositoras, sino de la necesidad del ministro de mostrarse firme junto a Milei. Sería una puesta en escena con doble intención, sugieren. Hasta dudan que su protagonismo de hoy sea meramente técnico y lo ven más que como contenedor profesional de los tropiezos presidenciales como un amanuense político y lo asimilan peligrosamente a la nueva casta libertaria.

En la Argentina, la palabra “casta” ha sido manipulada de modo brillante por Milei y los libertarios para darle un significado peyorativo, especialmente para referirse a una élite política y económica percibida como privilegiada y desconectada de la ciudadanía. Ahora, cuando se producen cambios profundos de régimen, como ocurre felizmente para muchos como posibilidad de revertir en algo la decadencia, es común que se reconfiguren las estructuras de poder y surjan nuevos grupos influyentes. Bajo esta secuencia, la del desplazamiento de las élites preexistentes y el ascenso de nuevos actores que se benefician del nuevo orden, bien podría ocurrir que estos nuevos grupos, aunque hayan llegado al poder con un discurso de renovación, con el tiempo empiecen a desarrollar dinámicas de privilegio y exclusión similares a las que criticaron.

La gran pregunta a responder es si se torna inevitable el surgimiento de esa nueva casta (o burguesía gobernante) y todo parece indicar que no necesariamente, ya que la clave reside en la fortaleza de las instituciones democráticas, los mecanismos de control y de participación ciudadana que garanticen la equidad, la transparencia y la rendición de cuentas y la alternancia, dentro del marco de la institucionalidad. Para todo eso podría faltar bastante y lo primero sería pasar rápidamente el actual bache, el más profundo y complicado de la era Milei, para saber si hay futuro.

Cuando el Presidente afirma que el concepto de superávit no se negocia está poniendo por delante el ABC de la economía de cualquier familia de no gastar más de lo que entra: cómo no entenderlo. Pero cuando dice que “no importa” (y Caputo repite) porque como LLA va arrasar en octubre y todo quedará en el olvido deja otra pelota picando: ¿no será que la verdadera cortina de humo tiene que ver con un plan platita enmascarado para ganar las legislativas? Hay muchos malpensados en la viña del Señor.

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