Qué “lío” hiciste, Francisco

Qué “lío” hiciste, Francisco

Papa Francisco. ARCHIVO
11 Junio 2025

Ricardo Auad

Ricardoauad55@gmail.com

Ya pasaron más de 40 días desde que nuestro papa Francisco partió a la casa de Dios y todavía somos muchos los seres humanos (independientes de sus creencias religiosas o no) que no tomamos dimensión del “lío” que provocó Francisco como pastor supremo de la Iglesia Católica. Y encima a nosotros lo único que nos importaba era que viniera a la Argentina. Todo empezó con su primer viaje importante allá por el año 2013 al Congreso Mundial de la Juventud, realizado en Río de Janeiro, Brasil. Y allí mismo retumbó una frase muy fuerte dirigida a todos los jóvenes del mundo: “¡hagan lío!”, y el lío lo empezó el, con su testimonio de vida, especialmente en todo su pontificado.

¿Pero qué hiciste, Francisco? Te has marchado sin darte cuenta del lío que armaste, de lo que iniciaste, del fuego que provocaste. Sí, porque en mi vida de fe todo estaba relativamente bien antes de que llegaras. Antes de que hace poco más de 12 años te pusieras esa túnica blanca y tomaras por nombre ese nombre que resuena por todos lados: “el papa de los marginados”. ¿Qué hiciste, Francisco? Me pediste que saliera de ese cristianismo cómodo, blandengue, tibio; de ese que se deja solo para los domingos, del que se conforma con colgarse un crucifijo o un rosario; del que se queda en rezos pero no se convierte en vida. ¿Qué hiciste, Francisco? No solo a mí, sino a miles de personas que ahora nos cuestionamos si de verdad estábamos viviendo nuestra fe católica o solo estábamos lavando nuestras conciencias. Porque con lo que hiciste, Francisco, me quitaste la paz, la tranquilidad de un alma adormecida por la comodidad, y me pediste que volteara a ver el mundo real.

¿Qué hiciste, Francisco? No solo abrazaste a los enfermos, sino que los miraste a los ojos; no tuviste temor de tocarlos, de amarlos, de meterte en sus vidas. Y con ello no solo les diste alivio, sino que les devolviste su dignidad. Comiste con los indigentes, los invitaste a tu mesa, los hiciste sentir en casa. Y con tu ejemplo me pediste que yo haga lo mismo. Que no basta con dar unas monedas si no soy capaz de darles una sonrisa, una palabra, una caricia. ¿Qué hiciste, Francisco? Fuiste a las prisiones, a los refugios de migrantes a lavarles los pies; no les preguntaste cuál era su delito o su religión. No te importó si eran musulmanes, hindúes, judíos o no creyentes. Para ti todos eran hijos de Dios y reflejo de su hijo Jesucristo.

¿Qué hiciste, Francisco? Les besaste los pies a los líderes de África que eran enemigos entre sí para suplicarles que se perdonaran y vivieran en paz. Aun después de tu funeral lograste el milagro de que los poderosos del mundo se sentaran en la Basílica de San Pedro a dialogar para el fin de las guerras.

¿Qué hiciste, Francisco? Escribiste un libro que se llamaba “el nombre de Dios es misericordia”, y yo que creía que se llamaba “justicia”. Y por eso mismo no tuviste temor de reunirte con aquellos que son diferentes, que son señalados por el “escándalo” de sus vidas y condenados por “sus pecados”. Les abriste la puerta de la Iglesia y de tu corazón a esos “pecadores públicos”. Gays, lesbianas, transexuales, etc. ¿En qué estabas pensando. Francisco? O mejor dicho ¿en quién estabas pensando? Me recordaste que la única diferencia entre ellos y yo es que a ellos se les nota su “pecado” y yo escondo los míos para sentirme bueno, para creerme digno, para disfrazarme de aquellos a los que Jesús les sentenció: “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”.

Audiencias

¿Qué hiciste francisco? permitiste que los niños jugaran e hicieran escándalos en tus audiencias. Los mirabas divertido mientras los demás se incomodaban y reían nerviosos. ¿Te das cuenta, Francisco? ¿Ahora cómo puedo mirar con desaprobación a los padres que llevan a sus hijos a las celebraciones y no los pueden controlar? ¿Qué hiciste, Francisco? Mientras los artistas, deportistas, influencers y demás famosos, exhibían sus lujos, sus cuerpos y eran capaces de hacer lo que sea para tener miles de seguidores o llenar estadios, tu, en tu silla de ruedas, reuniste 7 millones de filipinos y a 1,5 millones de jóvenes en Lisboa para pedirles que no te siguieran a ti, sino que alzaran su mirada hacia el único que merece la honra, el poder y la gloria. Al único que vale la pena seguir y que te eligió como su vicario.

¿Qué hiciste, Francisco? Trabajaste hasta los 88 años y literalmente hasta el último día de tu vida. No seguiste el consejo de los médicos de descansar y cuidar tu salud y tu vida. No sabían que tu misión era precisamente lo contrario. Entregarte, desgastarte, ofrecer el último aliento de tu vida al igual que tu maestro. Me has enseñado que servir a Dios no es solo hablar y predicar, sino simplemente dar un permanente testimonio de vida. ¿Qué hiciste, Francisco? ¡Gracias por tanto!

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