Fabián Soberón: “Escribo para tomarme un respiro del dolor y del mal”

Fabián Soberón se interna en los caminos de una distopía nacional en “Futuro Berg”, libro editado por el sello tucumano La Papa.

AUTOR. Fabián Soberón escribió inspirándose en un profesor universitario de Mar del Plata, apellidado Berg, AUTOR. Fabián Soberón escribió inspirándose en un profesor universitario de Mar del Plata, apellidado Berg,

La Argentina apocalíptica que Fabián Soberón imagina en “Futuro Berg” incomoda al máximo. Él confiesa que los cuentos fueron saliendo entre neblinas y penumbras, una atmósfera teñida por la sombra del maestro Philip K. Dick y una narración destinada a concluir en el peor de los escenarios. En ese recorrido, de la mano de Berg -personaje que Soberón explicará en detalle- se van sucediendo épocas, escenarios, personajes y minihistorias.

¿Hacia dónde conducirá ese itinerario? Las respuestas están en el libro, integrado ya al catálogo de La Papa, editorial siempre inquieta si de visibilizar la producción literaria tucumana se trata. Soberón, en tanto, desmenuzó su “Futuro Berg” para LA GACETA.

- Para los lectores que llegarán a tu narrativa a partir de este libro vale la aclaración. ¿Quién es Edgardo H. Berg y en qué se relaciona con el Berg de la historia?

- El Berg de carne y hueso es un profesor universitario que dicta clases de literatura argentina en la Universidad Nacional de Mar del Plata. El personaje de mis libros es “el otro, el mismo”. Inventé un personaje a partir del Berg real. Quise pensar en los impactos de la realidad en la ficción y, a la inversa, en la influencia de la ficción en la realidad. En ese cruce se define mi idea de literatura en estos libros. Berg se enfrenta a dilemas morales, viaja, sobrevive a un terremoto, discute con amigos, es perseguido y está al borde de la muerte. El libro cruza la novela de aventuras con la discusión filosófica, la distopía con la historia, la resistencia armada en el futuro con la llegada de soldados estadounidenses que buscan prostitutas en Mar del Plata. En los cuentos, los ingleses pierden la guerra y las Islas Malvinas están sometidas a un régimen federativo. Los bisabuelos de Edgardo han conocido a Bakunin en Europa y se instalan como obreros en una finca; uno de ellos es el secretario de un opiomano aristocrático. El hermano de Edgardo funda una banda de rock con el objetivo de robar un banco; en un cuento, Carlos Escudero, un amigo, ha filmado una versión de “El Eternauta” (conste que el cuento fue escrito en 2021).

TAPA. La portada del último libro de Soberón con La Papa como editorial TAPA. La portada del último libro de Soberón con La Papa como editorial

- ¿Cuál es el hilo conductor entre “Edgardo H. Berg”, que publicaste en 2021, y este “Futuro Berg”?

- “Entre Edgardo H. Berg” y “Futuro Berg” hay hilos visibles e invisibles. Los visibles son los evidentes: personajes, viajes paranoicos, aventuras, dilemas filosóficos, históricos, teológicos, literarios. Los invisibles tienen que ver con el paso del tiempo y la creación de un universo contrafactual. El Edgardo de carne y hueso tiene hoy 62 años. En el libro me imagino un Edgardo de 80 años. Una vez conversé con mi editor, Pablo Donzelli, sobre la creación de una serie interminable de historias alrededor de Edgardo H. Berg. Pensé que este personaje es el héroe imposible de una serie infinita. Tengo una serie hacia el pasado (con las historias de los ancestros de Berg), una hacia el futuro (con los descendientes de Berg), una saga paralela (con los amigos), otra saga paralela (con los vínculos extraños), una serie distópica (con los cambios insólitos e impensados), una serie fantástica, una serie ligada al policial, etc. Me imagino escribiendo hasta el último segundo de mi vida una variación sobre las historias de Berg.

- Cada futuro distópico imaginado en la literatura tiene sus particularidades. ¿Cómo delineaste el tuyo?

- En los años 50 del siglo XX se produjo el auge de la ciencia ficción en el cine de Hollywood. En ese entonces, el futuro imaginado por las películas de género estaba más alejado del presente. Si bien el impacto de las bombas atómicas delineó una parte de las tramas el futuro estaba ubicado en otro tiempo. En 2019 tuve la sensación de que el futuro había llegado. Tengo para mí, como dice Borges, que nosotros tenemos el futuro muy cerca. Mi distopía es sólo el efecto distorsionado de la observación de lo real con un lente de aumento. Una parte del género -aunque mi libro, creo yo, no es ciencia ficción pura- traslada al futuro las taras del presente. Yo busqué en los préstamos del género una herramienta de pensamiento. Traté de reflexionar, a través de la ficción, sobre las cadenas, las manías, las angustias, el poder, la egolatría, la paranoia, las persecuciones políticas. En este sentido, los juegos de máscaras en mis cuentos se valen de la distopía para impugnar las repeticiones del género.

-¿Te ganaron el pesimismo o la melancolía cuando emprendiste este libro?

- El pesimismo y el optimismo pueden conducir al error, surgen de la perspectiva enteramente emocional del mundo. La tristeza ante la crueldad de lo real y el mal como fenómenos endémicos motivan una parte de mi escritura. ¿Qué ocurre cuando la esperanza solo tiene la forma de la distopía? ¿Qué sucede si lo que antes era visto como distópico se vuelve real? La ficción salta y se convierte en una balsa para pensar los universos paralelos. Pero a veces la dimensión subjuntiva tiene vasos comunicantes con la realidad cotidiana. Y entonces la ficción es un método para disputar el sentido, para imaginar ucronías, distopías, préstamos, personajes delirantes que se parecen a la realidad, líderes que surgen de una historieta, enfrentamientos que son la repetición absurda de un manía de poder.

- En una de las primeras historias te referís a la hipocresía tucumana, hablando de la muerte de Eduardo Perrone. ¿Es algo que particularmente te afecta?

- La ficción -la literatura, el cine, las series, las artes visuales- me protege de la hipocresía. Escribo para tomarme un respiro del dolor y del mal. Nada desaparece, pero al menos la lectura me brinda una tregua. No me interesa hacer ficción para tapar los huecos de la realidad. La literatura me brinda un placer diferente a otros placeres. Me siento menos estoico que epicúreo. No podría vivir sin la experiencia del placer.

- Un personaje (real) del libro es Ricardo Piglia, quien escribió con maestría sobre el terrorismo de Estado. ¿Le diste vueltas a su obra cuando abordás este terror distópico en “Futuro Berg”?

- Ni Orwell, ni Huxley, ni Piglia estuvieron en mi mente mientras escribía estos cuentos. Philip Dick fue el puntapié inicial. La distopía cyberpunk de Dick me inspiró. Como pasó con “Naranjo esquina” y el impulso inicial de Sherwood Anderson, en “Futuro Berg” pensé en qué haría Dick si tuviera la posibilidad de escribir estos cuentos en el marco del presente. Pero más que un autor me visitó una atmósfera, el dibujo del horizonte, la neblina entre los cerros, el aire cargado de penumbra. Es decir, pensé en una atmósfera a la hora de escribir los cuentos. Me imaginé cómo quedaría el mundo después de una guerra nuclear en un sentido bélico y político. Supuse que Hobbes se despierta después de la tormenta, no Rousseau. En ese marco, el lobo se vuelve más lobo.

- ¿Te das margen para pensar que el futuro puede ser menos dramático?

- La ficción tiene la posibilidad de la anticipación. No es algo que yo me proponga. Es algo que surge de esa manera. Escribí los primeros cuentos de “Futuro Berg” mientras trazaba los últimos relatos de Edgardo H. Berg, es decir, en el 2020. En ese entonces no podía saber -nadie podía hacerlo- que el futuro de ciertos países tendría gobernantes que niegan el cambio climático y que consideran que sostener ciertas ideas es un crimen. En este sentido, mis cuentos son involuntariamente anticipatorios. No me propuse crear narraciones con ese propósito. La ficción se configuró de esta manera a partir de un impulso imaginario. Pero lo que a mí me interesa en la ficción no es relevante para la realidad del mundo. El mundo sigue su curso. En todo caso, lo que más me atrapa es ver los efectos de la ficción en los lectores y cómo se configura ese efecto según el tipo de realidad que cada lector tiene para sí.

Comentarios