Leda Valladares y una descollante personalidad

Por Fabiola Orquera - Doctora en Letras - Autora del libro.

01 Junio 2025

La inquietud por la obra de Leda Valladares nació hacia 2004, cuando acababa de terminar un doctorado en Letras en la Universidad de Duke y decidí volver a Argentina, con el programa de reinserción para científicos doctorados en el exterior. Para ello elaboré un proyecto sobre el campo cultural de Tucumán antes del último golpe militar, centrándome en la obra de Atahualpa Yupanqui, Pepe Núñez, Mercedes Sosa, el cineasta Gerardo Vallejo y Chivo y Leda Valladares.

En el caso de Leda encontré que además de su trabajo como intérprete y recopiladora musical había sido una escritora reconocida por la crítica, muy activa desde 1940, cuando salen sus poemas en la revista Cántico, de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT, hasta mediados de los 90. En efecto, había publicado tres libros de poemas, uno de microrrelatos ilustrados por ella, ensayos y colaboraciones en suplementos culturales, entre ellos la Página literaria de LA GACETA.

Para comenzar a difundir su obra publiqué un artículo sobre su proyecto musical en la revista Corpus. Archivos virtuales de la alteridad americana, en 2015, y otro sobre la faceta místico-vanguardista de su poesía, en Acta Poética, de la UNAM, en 2017.

Hacia 2018 el entonces vicedecano de Filosofía y Letras, Santiago Bliss, tuvo la idea de recuperar la obra de algún escritor o escritora cuya obra fuera difícil de conseguir. Inmediatamente pensé en Leda, porque me parecía que, dado que ella había relegado su propia obra para difundir el canto ancestral, era justo e importante que se difundiera. Si bien la propuesta inicial por distintos motivos no se concretó, fue el motivo por el que me puse a trabajar en este libro.

En el archivo de LA GACETA encontré contribuciones de Leda, entrevistas que le realizaron y algunas notas críticas; además, indagué en materiales audiovisuales y hablé con personas que la conocieron. Así fui armando la introducción, que va trazando su trayectoria de vida, poniendo el énfasis en su faceta literaria.

Con respecto a sus obras, hice una especie de edición crítica, anotando los cambios que se advierten en poemas que reaparecen en distintas obras y comentarios que puedan resultar pertinentes para el lector. Algo inesperado que sucedió en el proceso de escritura fue la aparición de fotos inéditas de la familia Valladares y de quienes fueron parte del mundo creativo de la autora. Por eso hice varios agradecimientos; menciono aquí a Elvira Escalante, por las fotos de infancia, y a Sergio Pujol, por sus generosas palabras en el prólogo.

El resultado da cuenta de lo que me propuse hacer: un texto accesible para cualquier persona interesada, que a la vez mantuviera calidad académica y fuera digno de una personalidad tan descollante como Leda Valladares. Quien lo lea podrá apreciar la conexión de su obra con la generación del 40, no sólo por su temática, sino por la relación de la autora con María Elena Walsh, su amistad con Olga Orozco y el contacto con el grupo “Tala”, de escritoras salteñas.

En el campo filosófico, fue amiga de la tucumana Lucía Piossek, así como de Rodolfo Kusch, de cuyo pensamiento estuvo muy imbuida a partir de los 60. También fue amiga de Fryda Shultz y de Victoria Ocampo, en cuya revista, Sur, salieron dos colaboraciones y las respuestas a una encuesta sobre la situación de la mujer, en 1972, incluidas en el libro, junto a tres cartas que Leda le envía. Finalmente, vale mencionar la singularidad de sus ensayos, muchos de los cuales se ocupan de sus ideas sobre lo que ella misma llamaba “la sustancia salvaje del canto”.

El libro finalmente vio la luz a través de la UNT, que de este modo le rinde homenaje a una egresada que logró insertar a la provincia en la cultura nacional.

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