
Esta semana ocurrió algo extraordinario: unas 200 personas dedicaron una mañana entera a imaginar cómo podemos mejorar el tránsito en Tucumán. Dejaron sus trabajos y obligaciones cotidianas para escuchar a distintos panelistas y -lo más importante- para pensar y proponer soluciones a uno de los problemas más complejos de una provincia devaluada en muchísimos sentidos, pero que por momentos parece encender luces de esperanza; el Segundo Foro Tucumán Responsable de Meta Tucumán fue una de esas luminarias.
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Lo del miércoles por la mañana en el hotel Hilton también puede ser caracterizado como insólito o inusual, porque en tiempos en los que el grito, la descalificación y la agresión contra aquel que piensa diferente parecen haberse convertido en la norma (ya sea en lo más alto del poder o en algún semáforo ignoto de cualquier esquina argentina), el hecho de que tantas personas hayan decidido dedicar cuatro horas a practicar la escucha y luego a ejercer la creatividad para imaginar soluciones no es poca cosa. Mucho más si se tiene en cuenta que alrededor de las mesas circulares del subsuelo del ex Abasto se mezclaron empresarios, activistas, políticos, voluntarios, periodistas, emprendedores, académicos, familiares de víctimas de accidentes, magistrados, médicos y un largo etcétera. Por suerte, y a pesar de los golpes recibidos, la pluralidad todavía muestra signos vitales.
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Aunque fríos, los números son insoslayables y nos permiten dimensionar la gravedad de la debacle vial tucumana.
- Solo el año pasado hubo 335 muertes en accidentes (sin tener en cuenta a aquellos que no fallecieron en el lugar del choque, sino horas o días después en una cama de terapia)
- Esto le otorga un dudoso lauro a Tucumán: la ubica en el cuarto puesto del ranking de siniestralidad nacional que elabora la asociación civil Luchemos por la Vida.
- En los mapas de riesgo, nuestro distrito aparece en la misma categoría que grandes ciudades, como Córdoba y Santa Fe.
- Del total de 13.000 heridos en siniestros viales que atiende el sistema de Salud provincial por año, más del 80% son motociclistas. Muchas de estas personas terminan con heridas gravísimas y daños irreversibles. Otras mueren.
- El Estado gasta aproximadamente $60 millones en la atención de un herido grave por un choque. En este tipo de lesiones, muchas veces las personas necesitan cirugías, estudios diversos y días de internación en terapia intensiva, con todos los costos que esto implica. A esa cifra debemos agregarle las frecuentes indemnizaciones y jubilaciones por invalidez en las que pueden derivar estos hechos.
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Aunque nos cueste advertirlo, detrás de los números hay rostros humanos, hay lágrimas, dolor, depresiones, traumas, familias rotas. No nos olvidemos de Renata Mansilla y de sus dos hijas (la más chiquita, de apenas 10 días), que hace poco más de un mes murieron en un cruce clandestino de esa insufrible autopista llamada “de Circunvalación”, pero que no circunvala nada. Esas tres muertes y tantas otras deberían pesar como yunques sobre quienes demoran o postergan decisiones claves en la infraestructura vial, tan deficitaria en Tucumán. De todos modos, en este espacio somos pesimistas: dudamos de que sientan cargo de conciencia.
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Hay un lado social, humano, comunitario que sufre la siniestralidad. Más allá de los costos y las estadísticas, un accidentado puede quedar incapacitado. Ello conduce a una alteración de la vida familiar, que se agrava aún más si esa persona era el único sostén del hogar. Hay víctimas que terminan dependiendo de algún cuidador, que en la mayoría de los casos resulta ser un pariente y que, en algún momento, colapsa emocional, económica y físicamente. Los accidentes enferman a la familia del accidentado y desgarran aún más el deteriorado tejido social tucumano. En este sentido, es difícil encontrar ideas tan nítidas como las que expuso Tania Cruz, directora ejecutiva de Meta, en el arranque del foro: es imperioso recuperar el valor del cuidado mutuo, porque la solución al problema del tránsito no solo pasa por sancionar o imponer normas, sino por practicar el amor hacia el otro.
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Hay consenso: la educación y la prevención son fundamentales. Sin ellas, nada de lo que se pretenda construir respecto de la seguridad vial tiene sentido. Sin embargo hay cuestiones que exceden la responsabilidad ciudadana, los buenos comportamientos y el respeto por las normas. Son aquellas en las que la incumbencia le cabe al Estado.
Vamos por partes ¿Por qué proliferaron las motos de modo tan brutal en Tucumán? Hay muchas respuestas posibles. Pero el desastre del transporte público es, sin dudas, una de las causas centrales. A tal punto que la debacle ha encontrado su manifestación ideal en Uber Moto.
Los caminos (rutas, avenidas, calles) son atroces, sin excepción. Lo que ocurre en ellos es una expresión -tal vez la más tangible y cotidiana- de la falta de visión metropolitana que condiciona las políticas públicas. Porque si ponemos el foco en el Gran San Miguel de Tucumán vamos a advertir que habitamos en un ecosistema dinámico que se expresa en el movimiento constante: quien duerme en Banda del Río Salí o en Yerba Buena probablemente trabaja en la capital. Y quien tiene su casa en Tafí Viejo es posible que lleve a sus hijos a algún colegio del centro, pero que visite un pediatra que atienda en Yerba Buena. Podemos continuar con un etcétera de posibles combinaciones tan largo como la realidad misma, pero es evidente que quienes gobiernan San Miguel de Tucumán, Banda del Río Salí, Alderetes, Tafí Viejo, Yerba Buena, Las Talitas y Lules limitan su labor a administrar ciudades como si fueran islas. Al fin y al cabo, esta es una muestra más de la agudísima desconexión que existe entre quienes gobiernan y los ciudadanos (que, dicho sea de paso, son quienes les pagan con los impuestos sueldos y dietas a los primeros). Hay ideas y propuestas, claro. Una de ellas es el proyecto de ley para la creación del Ente del Área Metropolitana del Gran Tucumán (AMET) que presentó el año pasado el legislador Manuel Courel para intentar brindar soluciones a los problemas complejos que surgen en el Gran Tucumán. Pero parece que a sus colegas legisladores no les interesa discutirlo o tienen otras urgencias, porque el texto aún sigue en comisión.
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Cada vez son más los que se preguntan: ¿cómo puede ser que no exista una vía directa, ágil y segura que conecte el Acceso Norte con Yerba Buena?¿Por qué un vecino de Banda del Río Salí o de Alderetes debe sufrir el castigo urbano de optar únicamente por dos puentes para llegar a la capital? ¿Por qué un habitante de Lules debe arriesgar todos los días su vida en la infame 301? ¿Por qué nadie se ocupa de terminar con la ignominia que representa el Camino del Perú? ¿Cómo fue que llegamos a esto? ¿Dónde está el Gobierno provincial? ¿Por qué no se hacen cargo? Mientras aguardamos por las respuestas -que tienen casi un único emisor posible: la administración de Osvaldo Jaldo-, quizás podemos reflexionar sobre el rol que nos cabe a los ciudadanos de a pie en todo este embrollo. La conclusión del foro de Meta Tucumán puede interpelarnos y ponernos en movimiento: “no es solo el tránsito; es quiénes somos cuando nadie nos mira”.