La relación entre la educación, la paz y la justicia social encontró un emotivo cruce de caminos en 2017, cuando la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) entregó el título de Doctor Honoris Causa al papa Francisco. Esta distinción, que había sido otorgada meses antes a propuesta de la Facultad de Agronomía y Zootecnia, no solo reconocía la trayectoria del Santo Padre, sino también su permanente llamado a la solidaridad y a la defensa de los más vulnerables. El encuentro entre Francisco y la delegación tucumana, celebrado en el corazón del Vaticano, dejó una huella imborrable en quienes participaron y un mensaje que aún resuena en la universidad: educar es comprometerse con la justicia.
En 2016, a pocos meses de haberse celebrado el Bicentenario de la Independencia de nuestro país, la UNT tras una investigación de antecedentes previa, como es habitual en estos casos, solicitó que se designe al papa Francisco Doctor Honoris Causa.
A través de la resolución N° 753-15, publicada el 11 de octubre, se expresaba que había “una gran riqueza del aporte del Papa al pensamiento y la cultura actual; y a la renovación de la vida social”, para justificar con creces su nombramiento.
Casi un año después, la rectora de ese entonces, Alicia Bardón, viajó junto a una comitiva institucional para una audiencia en el Vaticano. Al mediodía del 9 de octubre de 2017, en la biblioteca privada del Palacio Apostólico, el Santo Padre los recibió. Así lo recuerda Bardón en el siguiente texto.
“Las universidades otorgan el título honorífico Doctor Honoris Causa (por causa de honor) a personas eminentes, en reconocimiento a sus méritos excepcionales. Se reconocen los aportes de personas a cuestiones que benefician a la sociedad. El título se concede como un honor, no como un grado académico. Es la distinción de más alta jerarquía que otorga la Universidad. Se concede a propuesta de algún miembro o facultad, previo análisis y dictamen de un tribunal de expertos, el cual es sometido a tratamiento del Honorable Consejo Superior de la Universidad.
La Universidad Nacional de Tucumán entregó este título a dos líderes religiosos: un católico argentino, el papa Francisco, y un budista japonés, Daisaku Ikeda. Ambos con claros posicionamientos por la paz mundial, por la defensa de las poblaciones desprotegidas y por las víctimas de los conflictos ocasionados por las aspiraciones bélicas de quienes ostentan el poder a nivel global. Ambos defensores de la inversión en educación y de la preservación del ambiente. Fue la Facultad de Agronomía y Zootecnia quien propuso la distinción para el Papa.
En particular, Francisco expresó que, como jesuita que era, no recibía títulos honoríficos, pero que invitaba a las autoridades universitarias a que lo visitaran en Roma. Así lo comuniqué en 2017 al Honorable Consejo Superior, que le había otorgado la distinción, y les transmití la invitación. El ingeniero José García, vicerrector, y yo nos decidimos de inmediato a hacer la visita, pues era un gran honor para nosotros. Luego se fueron sumando decanos y consejeros superiores.
Es importante aclarar que cada uno afrontó los gastos del viaje a Roma y que, por unos días, la Universidad les otorgó una licencia.
En la mañana del 9 de octubre de 2017, en el Palacio Apostólico, nos recibió con una calidez conmovedora este hombre sencillo y nos manifestó que los problemas que aquejaban a los seres humanos también lo preocupaban, y que intentaba, desde su lugar, aportar a la solución de serios conflictos.
Me pidió que le presentara a los 20 visitantes de Tucumán y a cada uno le preguntó qué enseñaba. Nos contó que era técnico químico, egresado de una escuela técnica pública (la N° 27 de Flores), y valoró la importancia de que los jóvenes accedieran a la escuela y a la universidad. Nos pidió que trabajáramos para comprometer a los educadores a dedicarse a esta tarea. Dijo: "Sin educación, las pasiones son las que conducen". Varios visitantes le pidieron que rezara por ellos y él, a su vez, les pidió a los creyentes que rezaran por él”.
Al finalizar el encuentro, se les entregó a los asistentes un acta de la audiencia, que al final transcribía un mensaje del Sumo Pontífice a la Universidad: “El que trabaja en la educación está comprometido con la justicia; sin educación, las pasiones son las que conducen”.