
Por Guillermo Monti, enviado especial de LA GACETA a Roma.
Cualquier llanto conmueve, pero algunos parten en dos el corazón. No había consuelo para la mujer que quedó del otro lado de la valla apenas el reloj había marcado las 17 en la tarde romana. Ella arribó corriendo al Vaticano, pero el cierre resultó inflexible. “No, por favor, tengo que verlo”, se la escuchó implorar. “Domani, domani”, le respondió el guardia, con la pena dibujada en el rostro. Pero su deber era mantener clausurado el paso y así lo hizo.
Se especulaba con que el acceso a la Basílica de San Pedro podía extenderse hasta más tarde, con la intención de que nadie se quedara sin la posibilidad de despedir a Francisco. Tanto el miércoles como el jueves la marea humana, incesante, indicaba otra jornada intensa en ese sentido. Pero ayer el operativo de seguridad echó por tierra cualquier plan. De repente, mientras el cálido sol de la tarde bañaba la ribera del Tíber, El Vaticano se blindó por completo.
Concluyó así el velorio más impresionante del siglo XXI: un cuarto de millón de personas desfiló por la capilla ardiente y le tributó el adiós a un Papa amado de todas las formas imaginables. Una vez que se retiró el último peregrino se produjo el cierre del féretro, durante una ceremonia reservada que encabezó Kevin Farrell, camarlengo de la Santa Sede. Se sabe que este ritual fue costeado por el propio Jorge Bergoglio, en el marco de las precisas instrucciones que dejó para sus exequias. Dentro del sencillo ataúd de madera se colocó una bolsa con medallas acuñadas durante el pontificado y un acta que reseña la vida de Francisco.
En ese texto -llamado “rogito”- se destaca la lucha que mantuvo el Papa contra los casos de abuso sexual en el seno de la Iglesia. "Hizo más severa la legislación sobre crímenes cometidos por los representantes del clero contra menores y personas vulnerables", indica el documento. Y consigna además: “fue un pastor simple y muy amado en su arquidiócesis, que viajaba en metro o en autobús. Residía en un apartamento y se preparaba la cena solo porque se sentía uno más entre la gente".
Cerrado el ataúd, a Francisco le quedó pasar la última noche en El Vaticano. Allí donde en marzo de 2013 saludó al mundo desde el balcón con su clásico “buonasera”, inaugurando un papado al que se califica de excepcional en todo sentido. Esto explica la masiva asistencia al velorio y lo que se espera el sábado en el funeral. La palabra en la que coinciden quienes experimentaron estos días en la Plaza de San Pedro, viendo desfilar a la multitud, es “histórico". Está claro que será muy difícil que se repita en un futuro cercano algo similar.