César Luis Menotti, el maestro que refundó la selección argentina y que deja un legado eterno

César Luis Menotti, el maestro que refundó la selección argentina y que deja un legado eterno

Fue el DT que armó y defendió el proyecto que derivó en el primer título mundial, una pata importante en el proceso de Scaloni al frente del seleccionado, y una inagotable fuente de consulta de dirigentes, entrenadores y jugadores.

JUGADOR Y ENTRENADOR. En su época de futbolista, Menotti posa con la camiseta de Racing. Como DT, logró la primera estrella para Argentina. JUGADOR Y ENTRENADOR. En su época de futbolista, Menotti posa con la camiseta de Racing. Como DT, logró la primera estrella para Argentina. LA GACETA / Archivo

El fútbol argentino y el mundo del deporte están de luto tras la noticia del fallecimiento de César Luis Menotti, una figura icónica que dejó una marca indeleble en la historia del fútbol criollo. A los 85 años “Flaco”, quien fuera un custodio de sus convicciones por el juego (incluso ni siquiera el título Mundial de 1978 podría ir, según su mirada, por delante de su cosmovisión del fútbol) deja un legado imborrable en el mundo del deporte tanto a nivel nacional como internacional.

Nacido el 5 de noviembre de 1938 en Fisherton, un barrio de Rosario, dedicó su vida al deporte que amaba. Se hizo hincha de Rosario Central por la influencia de sus padres, con quienes fue desde muy chico a la cancha; y desde siempre tuvo en claro que quería ser futbolista profesional.

Se probó en Vélez y en Huracán (antes ya había jugado en Unión Americana, club de su barrio, y en la Liga de Carcarañá) pero terminó quedando justamente en Rosario Central, institución en el que debutó en Primera División de la mano de Enrique Lupíz y bajo el ala protectora de Miguel Antonio “Gitano” Juárez, a quien consideró casi un guía dentro del campo, en el triunfo 3-1 sobre Boca en el que marcó el tercer gol “canalla”.

Como futbolista fue un volante pachorriento que tenía buen pase, gambeta y buena pegada de media distancia. Sin embargo, sus movimientos algo cansinos le valieron el mote de “lagunero”, algo que él mismo reconoció que le impidió llegar a su techo como jugador.

También tuvo pasos por Racing y por Boca antes de recalar en el fútbol de los Estados Unidos y de llegar a Santos, en donde compartió plantel con Pelé. Siempre fue un enamorado de “O’Rei”: “es el mejor futbolista de todos los tiempos. Lo tuve de compañero y también lo enfrenté. Era una cosa de locos, un fuera de serie, un extraterrestre”, dijo en más de una oportunidad.

Con una visión del juego adelantada para su tiempo, Menotti se convirtió en el líder de una generación dorada de futbolistas argentinos. Su carrera como entrenador comenzó en 1970 cuando junto a “Gitano” Juárez tomó las riendas de Newell’s, el rival de toda la vida del club del que era hincha. No renegó de eso, fue a más y armó la base del equipo que años más tarde gritaría “campeón” en el fútbol argentino.

Mientras tanto, iba cocinando en su cabeza su estilo de juego ofensivo y vistoso que terminó cautivando a aficionados del mundo entero. “El inodoro en el baño y la cama en el dormitorio”, “es muy difícil hablar de planteos tácticos sin nombres propios”, “un equipo es un estado de ánimo”, “la eficacia nunca puede estar desligada de la belleza”, fueron algunas de las frases célebres de un hombre cuya oratoria fue otra de sus grandes virtudes; algo que le valió que muchos lo consideraran un maestro.

En 1971 tomó el timón de Huracán, un equipo que estaba último en el torneo y al que un par de años más tarde lo condujo a su primer título en el profesionalismo: el Metropolitano 1973. Menotti supo modelar un equipo que contaba con el desparpajo y el potrero de René Houseman, la clase que brindaban Carlos Babington y Miguel Brindisi, y el carácter y liderazgo que esbozaba Alfio Basile. “Fue uno de los equipos que mejor juego desplegó en la historia de nuestro fútbol. Ese Huracán obtuvo la simpatía de muchos amantes del fútbol e hinchas de otros clubes”, aseguraron futboleros de ley.

Esa fue su gran obra para poder llegar a la Selección. Argentina acababa de mostrar una de sus peores versiones en Alemania 1974, producto de la improvisación, de la mala gestión dirigencial y del desinterés que mostraban algunos jugadores para ser convocados al seleccionado.

“La Selección tiene que ser siempre una prioridad”, dijo en varias oportunidades el entrenador que logró bordar la primera estrella en la camiseta “albiceleste”. 

Menotti, el artífice de la refundación de la Selección Argentina

Diseñó un proyecto sólido, exigió el compromiso de la clase dirigencial, generó el sentido de pertenencia y reivindicó al fútbol del interior. Es por eso que su apellido quedó asociado a la excelencia y a la jerarquización en todos los niveles. Fue también a él a quien fueron a buscar en la AFA luego del fracaso en Rusia 2018; y fue él quien cimentó el proceso de Lionel Scaloni que terminó con la sequía de títulos de Argentina, y que devolvió a la Selección al lugar más alto en Qatar 2022.

Ese peronista de alma (gracias a un legado paterno), que incluso estuvo vinculado al partido comunista, fue el entrenador en Argentina ’78, cuando el teniente general Jorge Rafael Videla era el presidente tras el golpe militar que había destituido a María Estela Martínez de Perón.

Había pensado en renunciar varias veces debido a la situación en la que se encontraba el país y a que tenía una visión diametralmente opuesta. No lo hizo gracias al presidente de la AFA Alfredo Cantilo, quien logró convencerlo.

Antes de jugar el Mundial y de ser campeón, Menotti tuvo una decisión tan polémica como difícil: en el corte previo dejó afuera de la lista definitiva a Diego Armando Maradona, que tenía 17 años, y que domingo tras domingo deslumbraba con su técnica y con su fútbol en Argentinos. “Pensé que era una manera de cuidarlo. Era muy chico”, declaró varios años más tarde. Diego en ese momento se enojó mucho, pero años más tarde lo elogió como su gran maestro.

Según relató en varias ocasiones, “Flaco” sufrió más de la cuenta ese Mundial en casa. No lo disfrutó y dejó en claro que la tensión lo hizo envejecer varios años. Lo que sí disfrutó fue el título juvenil en 1979.

Aquella Selección juvenil con Maradona y Ramón Díaz a la cabeza, y en el que jugaba el tucumano Juan José Meza, dio cátedra de fútbol en Japón. Ese equipo hizo madrugar a los argentinos, quienes no querían perderse los partidos de esos chicos que llenaban los ojos con su buen juego.

El título del ’78 y las buenas apariciones del Mundial en el juvenil del ’79 le permitieron llegar a la Selección como candidata a España 1982. Pero no hubo caso y la imagen que se recuerda de ese torneo es la del joven Maradona expulsado luego de un planchazo al brasileño Batista. Allí, Menotti dijo “basta” y cortó con sus ocho años al frente del seleccionado.

En la Selección lo sucedió Bilardo, con quien siempre estuvo enfrentado

Lo reemplazó Carlos Salvador Bilardo, que acababa de salir campeón con Estudiantes y que tenía una idea futbolística que era las antípodas del “Flaco”. “Con Bilardo no es un problema de fútbol, son estilos de vida distintos”, dijo en varias oportunidades. “No me puedo enojar con alguien por su mirada sobre el fútbol”, agregó.

EN BARCELONA. Junto a Diego Maradona, Menotti logró tres títulos en el club catalán. EN BARCELONA. Junto a Diego Maradona, Menotti logró tres títulos en el club catalán. LA GACETA / Archivo

Menotti también dirigió a Barcelona (allí se reencontró con Maradona y conquistaron una Copa del Rey, una Copa de la Liga y una Supercopa de España), a Boca, a Atlético de Madrid, a River, a Peñarol, a Independiente, a Sampdoria, a Rosario Central, y a Puebla y Tecos de México. Sin embargo en pocos clubes logró algo más que el impacto inicial que tuvo en la mayoría de sus pasos.

Sin embargo, lo que nunca pudo objetársele fue su capacidad verbal y su enorme conocimiento. Fue casi una enciclopedia viva a la que consultaban en todo momento dirigentes, entrenadores y jugadores.

A los últimos meses, y luego de ver campeón nuevamente a su Argentina, “Flaco” los sufrió a causa de su endeble estado de salud. Hoy perdió la batalla ante la muerte, pero deja un legado que será eterno.

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