Bernabé Aráoz: héroe y mártir del federalismo

Bernabé Aráoz: héroe y mártir del federalismo

Cómo termina la era del caudillo tucumano. La huida a Salta y la persecución a sus allegados. Los movimientos desde la vecina provincia. El fusilamiento sin juicio del prócer provincial.

VÍCTIMA DE UNA ÉPOCA TURBULENTA. Hace 200 años fue fusilado Bernabé Aráoz por orden del caudillo unitario Javier López. VÍCTIMA DE UNA ÉPOCA TURBULENTA. Hace 200 años fue fusilado Bernabé Aráoz por orden del caudillo unitario Javier López.
24 Marzo 2024

Por José María Posse

Abogado, escritor, historiador

El 5 de agosto de 1824, en los campos de San Pablo, el gobernador federal Bernabé Aráoz, en disputa con el caudillo unitario Javier López, es derrotado por este último luego de una cruenta batalla. Con su cabeza puesta a precio no tuvo más remedio que escapar rumbo a Salta, donde pediría asilo.

López asciende

Ya victorioso y dueño del gobierno, el 6 de agosto, don Javier López lanzó una proclama en la que informaba a la opinión pública el fusilamiento de los principales caudillos adictos a don Bernabé Aráoz; entre ellos su hermano Pedro Juan Aráoz, el coronel Martín Bustos, Fernando Gordillo y Mariano Villa cayeron bajo las balas del pelotón ordenado por el vencedor.

El comandante Javier López, al mando de una fuerza punitiva recorrió cada rincón de la provincia, disolviendo las partidas armadas que aún respondía a don Bernabé. Tomó prisioneros a los principales cabecillas y ordenó fusilarlos, anulando así cualquier posibilidad de conato revolucionario.

La era de Bernabé Aráoz había terminado. Diego Aráoz asumió el gobierno y a poco andar lo reemplazó el doctor Nicolás Laguna. Pero el verdadero árbitro de la provincia era Javier López, que poseía un carácter férreo y decidido. Asimilado al ideario unitario, las diferencias con don Bernabé habían traspasado ya lo personal y hacían centro en lo ideológico, pues la luchas fraticidas comenzaba a avizorarse en el horizonte.

Con lo puesto

Luego de un penoso viaje por las montañas, el 11 de septiembre Bernabé Aráoz llegó al pueblo de San Carlos, Salta. Allí José María Paz, a la sazón en la zona al mando de la División Sud del Ejército, le ofreció sus servicios. Le envió ropa y alimentos, pues Aráoz venía solo “con lo encapillado”. Por caminos extraviados, don Bernabé Aráoz logró eludir las partidas que lo cazaban. Refugiándose en los ranchos del gauchaje que le seguía siendo fiel pudo finalmente llegar a destino. Pero para entonces su estrella se había opacado.

ÚLTIMOS MOMENTOS. Una viñeta realizada por César Carrizo recrea el instante previo a la muerte del prócer. ÚLTIMOS MOMENTOS. Una viñeta realizada por César Carrizo recrea el instante previo a la muerte del prócer.

Afincado en Salta recibía regularmente los informes de sus partidarios acerca de lo que ocurría en Tucumán. Las confiscaciones y las venganzas sobre los bienes y caudales de los sostenedores de Aráoz se hicieron moneda corriente. Ello apresuró el desesperado intento de reagrupar sus tropas dispersas. Gauchos de la provincia y muchos comerciantes de la ciudad y hacendados de la campaña comenzaban a movilizarse. Los mensajeros iban y venían de la vecina provincia, lo que no podía pasar desapercibido.

EN LA VILLA VIEJA. La Iglesia histórica de Trancas fue testigo de la temprana muerte del ex mandatario tucumano. EN LA VILLA VIEJA. La Iglesia histórica de Trancas fue testigo de la temprana muerte del ex mandatario tucumano.

Don Bernabé nunca dejó de considerar a las autoridades tucumanas como usurpadoras del poder público. También tenía claro que la lucha comenzaba a tener otras banderas, cual era la orientación política del Estado germinal.

Acusaciones

El 8 de noviembre, Javier López comunicó a la Junta de Representantes que por conductos fidedignos sabía que don Bernabé Aráoz, desde la ciudad de Salta, lugar de su residencia, hacía preparativos para sorprender la ciudad. Según López, desde Tucumán se le habían remitido elementos de guerra además de que se había comprado armas.

Ya se adivinaba un nuevo enfrentamiento de proporciones; razón por lo cual, los miembros de la Sala de Representantes de Tucumán, en la apertura de sus sesiones en el mes de febrero de 1824 se ocuparon de cuestiones bélicas. Ellas referidas a la fracasada invasión desde Salta de unas partidas encabezadas por los capitanes Pascual Thames y Ramón Ovalle, afines al derrocado Bernabé Aráoz.

Fue así que la Sala solicitó al gobernador de Salta, general Juan Antonio Álvarez de Arenales la extradición de Aráoz. Acompañaban presuntas pruebas acerca de que don Bernabé había promovido algunas invasiones desde la vecina provincia a Tucumán encabezadas por los referidos jefes Ovalle, Thames y otros que le respondían.

En sí desde Tucumán se había promovido una ley, sancionada por el propio Arenales, que negaba el asilo a quienes perturbaran el orden de la provincia de Tucumán desde Salta. Apoyada por tal resolución, la Sala de Tucumán solicitó la entrega de Aráoz en resolución fechada el 14 de febrero de 18124, con lo cual se hacía retroactiva la norma que perdería al ex gobernador Aráoz.

Ese mismo día renunció a la gobernación Nicolás Laguna; sin dudas no quería involucrarse en el turbio asunto que se estaba desarrollando. El primer biógrafo de Bernabé Aráoz, Ricardo Jaimes Freyre, va más allá y relaciona la dimisión del irreductible federal, quién no podía transigir con las veleidades unitarias de López, que además ganaban terreno en Tucumán y encontraron su cristalización en la presidencia de Rivadavia. Días después se designó al coronel Javier López a cargo del ejecutivo provincial.

El 8 de marzo llegó a Tucumán una nota del gobernador salteño Arenales, que ofrecía una mediación para conservar la vida de Bernabé Aráoz y juzgarlo en su jurisdicción. Arenales valoraba los grandes servicios patrióticos de don Bernabé a la causa por la Independencia y sospechaba que el tucumano sería pasado por las armas como modo de poner fin al interminable conflicto.

Inquina unitaria

Es entonces cuando ocurrió algo muy sugestivo y que detalla Jaimes Freyre en su obra tan citada: “La Sala pidió entonces los documentos que comprobaban la existencia de la conspiración de don Bernabé. El gobernador… envió a su secretario, el doctor García, para que exhibiera la respuesta de Arenales y una carta privada que había recibido del enviado de Buenos Aires, general Las Heras, justificativos suficientes, a su juicio, pues no debía entregar a la Sala documentos sobre los cuales había prometido el secreto. Puede dar lugar a muchas reflexiones esta intervención de Las Heras, tratándose de un federalista tan caracterizado como el general Aráoz, precisamente en los momentos en que se tramitaba la adhesión de Tucumán a la iniciativa de reunir un Congreso de las provincias que creara un gobierno central”. Consideramos que fue precisamente esa carta la que significó la condena a muerte de Bernabé Aráoz; de esa manera indubitablemente el nuevo gobierno tucumano se alineaba con Buenos Aires y la política rivadaviana.

Morir como un valiente

El 23 de marzo de 1824, un día antes de ser arbitrariamente fusilado en Trancas, el ex gobernador de Tucumán, coronel mayor Bernabé Aráoz, escribió unas líneas sobre sus créditos y deudas. El doctor Carlos Páez de la Torre (h) publicó hace unos años un fragmento de unos manuscritos firmados por Bernabé Aráoz, fechados en Trancas el 23 de Marzo de 1824, en los que dispone acerca de sus créditos y deudas.

En las últimas líneas, sobre sus cuentas pendientes con la testamentaría de Anselmo Sáenz Valiente, dice: “…como ya no me han dejado nada en casa, se le puede ceder los sueldos que me debe el Estado… quiero que mi mujer sea mi único albacea y que ella haga el inventario de los pocos bienes que me quedan…”.

El 24 de marzo de 1824, en uno de los hechos más controversiales de la historia provincial, Ferreyra dispuso fusilar a Bernabé Aráoz, sin juicio alguno y de la manera más arbitraria posible.

A la sazón, era párroco de la iglesia de Trancas el cura Miguel Martín Laguna, pariente político de don Bernabé. Se confesó con él y le entregó la referida carta testamento dirigida a su mujer, doña Teresa Velarde. Fue Laguna quién labró el acta de defunción, donde consta que Aráoz tenía 48 años al morir.

El gobernador don Javier López informó sobre el particular de manera escuetamente a la Sala: “detenido en el punto de las Trancas el coronel mayor don Bernabé Aráoz, mientras se vencían dificultades e inconvenientes para fijarle destino, ha pretendido hacer fuga seduciendo a la tropa y por ese motivo el comandante comisionado don M. F. para cuidar de su seguridad ha tomado la resolución de fusilarlo, según consta en el parte que en copia se acompaña para inteligencia de la H. RI. A quien el gobernador de la provincia saluda respetuosamente, ofreciéndole distinguida consideración”.

Según la narración del capitán Andrews, el mismo Javier López le relató los últimos minutos de la vida de Aráoz: “preparose a aceptar valientemente su destino, sin vacilaciones. Fue su última acción fumar un cigarrillo de papel, del que, al estar casi consumido, hizo caer la ceniza con los dedos, al mismo tiempo exclamó filosóficamente: ¡La existencia humana es como estas cenizas! Luego se sometió a la sentencia sin temor”.

Cuenta la tradición lugareña que Bernabé Araóz miró a los dubitativos soldados del pelotón a los ojos y con severidad les ordenó que dispararan. Fue su última orden antes de pasar a la leyenda de los gauchos que enarbolaron su nombre desde entonces como el sinónimo del caudillo bravo y popular que los guió en las Batallas de Tucumán y Salta a la victoria.

El general José María Paz escribió en su diario de marcha acerca del fusilamiento de Bernabé Aráoz: “A la tarde vuelve el coronel Canseco, con la noticia de que don B. Aráoz fue fusilado en el pueblo de Trancas”.

Destaca la enorme entereza demostrada en su último trance y agrega: “Ha muerto como un valiente, su muerte trágica nos da una lección sobre las vicisitudes humanas…”.

Órbita unitaria

Jaimes Freyre escribió acerca de las circunstancias de la muerte del caudillo: “Así terminó su vida el prócer que había encarnado durante 10 años el sentimiento de noble y viril altivez del pueblo de Tucumán; el más amado y el más prestigioso de sus caudillos políticos, sobre cuya tumba podría gravarse, como epitafio, las palabras con que los dos más grandes capitanes de la independencia argentina rindieron homenaje a sus méritos y a sus virtudes.”

Para la profesora Marta de Ezcurra Aráoz: “Tucumán, que en el orden político había seguido hasta ese momento la línea federal, cambia totalmente los lineamientos al asumir al gobierno Javier López en 1824. Gobernó de acuerdo con la política de Rivadavia, en medio de creaciones liberales”. Coincido con su apreciación, pues había mucho más en juego que una rivalidad personal entre Aráoz y López. Ya comenzaban a dirimirse por las armas dos filosofías políticas diferentes, y que iban a regir los destinos de la incipiente Nación. Considero en atención esta línea de investigación, que fue don Bernabé Aráoz una notoria víctima, una de las primeras, en esa cruenta lucha que desangraría al país en los años posteriores, entre unitarios y federales.

Circunscribir la muerte de Aráoz a la “cuestión personal” que pudiera haber tenido con López, significa negarse a analizar mínimamente en perspectiva el contexto del país y lo que en el fondo se estaba discutiendo, que era ni más ni menos que la forma en que políticamente se manejaría en el futuro el gobierno central, con la preeminencia de Buenos Aires o con las provincias en pie de igualdad con la metrópoli. En las cartas con el gobernador federal cordobés Juan Bautista Bustos, en la propia constitución de la República federal de Tucumán que había creado en 1820, estaba claro el posicionamiento del tucumano. Su figura era un escollo a vencer para los unitarios, fue ello lo que selló finalmente su destino.

El germen del descontento quedó instaurado en la sociedad tucumana. El fusilamiento de Bernabé y de su hermano Pedro Juan Aráoz, más la brutal represión posterior no se olvidaría fácilmente. Tiempo después estallaría en la venganza que haría suya un pariente y partidario Aráoz, me refiero al célebre Gregorio Aráoz de La Madrid, quién derrocaría a Javier López e iniciaría otra escalada de violencia y luchas fraticidas inexcusables.

Se retiraba así para siempre del escenario político del país, uno de los hombres de mayor predicamento en la región. Bernabé Aráoz, quien fuera una persona rica y poderosa y a pesar de haber tenido en sus manos los caudales de estos pueblos, moría empobrecido y abandonado a su suerte. Lo había entregado todo a la causa de la patria naciente y por la causa federal; vida y fortuna.

La serie de actos programados para hoy, tanto en Trancas como en Monteros en ocasión de recordarse los 200 años del fusilamiento de Aráoz, patentizarán públicamente su reivindicación en la historia tucumana, como uno de sus mayores héroes y de alguna manera, mártires del federalismo.

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