Por Guadalupe Norte
23 Diciembre 2023
"Magia" envuelta: por qué las personas hacemos regalos
Hacemos colas, hurgamos en las góndolas, protestamos (con justa razón) por los precios y hasta competimos con otros clientes para dar con algún regalo que nos haga quedar bien con nuestros seres queridos. También están aquellos que entregamos sin ganas porque lo dicta la etiqueta. Tocan en los aniversarios, los cumpleaños y ahora (ay, la billetera) en Navidad… después de tantos años de “dar y recibir” ¿alguna vez te preguntaste de donde proviene esta costumbre?
El acto de obsequiar remite al periodo en el cual la especie humana se volvió sedentaria. “En su estado más puro, los regalos eran un componente fundamental en las prácticas rituales y religiosas que mantenían nuestros primeros ancestros. Al comienzo, los objetos eran entregados a las deidades superiores (por ejemplo, el sol o la luna) durante los equinoccios para agradecer o compensar los favores recibidos con las cosechas”, explica la socióloga Guadalupe Fortuna.
Ádemás eran usados a modo de tributo u ofrenda y para sellar uniones o convenios dentro de una misma tribu.
Aunque no había bolsas coloridas ni moños gigantes, nuestros antepasados también se tomaban el tiempo de envolver los presentes. En la Mesoamérica prehispánica los obsequios o tributos eran envueltos con materiales orgánicos (como cáscaras de frutas y verduras), pieles, papel amate y tablitas de cera.
“Desde sus orígenes podríamos decir que los regalos implican una entrega consciente que se hace para conseguir directa o indirectamente un objetivo. Pese a las grandes diferencias que nos separan, entregar un presente continúa siendo una muestra de agradecimiento por lo brindado y una herramienta para reconocer al otro como un par”, indica.
Reglas y lujo
En la época de las monarquías europeas los obsequios supieron cumplir una función de segmentación social. “Al asistir a las fiestas de la corte o presentarse ante un monarca o autoridad regente, quienes tenían un rango similar o elevado debían corresponder a las invitaciones con un regalo”, destaca Fortuna.
En algunos casos, no respetar el protocolo traía castigos o una deshonra.
Del otro lado del mapa los registros de la práctica se remontan aproximadamente al año 220 d.C. Por aquel entonces, en la antigua China se estilaba envolver artículos en telas como un símbolo de fortuna y protección.
“A diferencia de Occidente en Asia existió y aún pervive la costumbre de ofrecer regalos monetarios envueltos en un sobre para celebrar la mayoría de edad, los casamientos y la llegada del Año Nuevo. El énfasis que se le pone a estos actos es mayor al que realizamos nosotros y se acompaña, por ejemplo con frases para desear prosperidad o detalles de numerología”, acota la licenciada en Lengua y Cultura Asiática Karen Nishimura.
Cambios
Con el transcurrir de los siglos, las nuevas invenciones, comodidades, el capitalismo y otros cientos de factores, los regalos dejaron de lado su significado espiritual más profundo para convertirse en un gesto automatizado y vacío. Así es como llegamos al presente con sociedades que viven para consumir y “desechar” sentimientos, productos y/o personas.
“En el ámbito familiar y sexoafectivo resulta impactante ver la cantidad de gente que utiliza los regalos como una herramienta para compensar sus falencias o errores (un caso típico son las infidelidades). En lugar de abrirse hacia sus emociones, les es más fácil demostrar cariño con la entrega material”, comenta la psicóloga María Valentina Indri.
El problema pasa porque todo tiene un límite. Al margen del dinero que dispongamos, hay regalos que cargan con intenciones genuinas. “Sin embargo, obsequiar no es un gesto altruista. Al contrario, cuando hacemos un presente entran en juego nuestro ego y placer porque buscamos, a través de la satisfacción del destinatario, su reconocimiento. Como en la mayoría de cosas que nos competen, las acciones que realizamos se reducen al deseo de pertenecer, querer y ser amados”, advierte.
¿Sabías que?
Como parte de las investigaciones enfocadas en la conducta humana, la acción de regalar también se convirtió en un objeto de estudio con algunos resultados sorprendentes.
“En general, quedó demostrado que dar un obsequio genera más satisfacción que recibirlo. El motivo es que la alegría que aparece al conseguir un objeto o producto que anhelábamos se atenúa muy rápido, mientras que el sentido de tener una deuda a nuestro favor perdura mejor en la memoria”, detalla Indri.
Una escena clásica de este fenómeno es lo que ocurre con los pequeños para Navidad y los cumpleaños. “Aunque al principio se muestran eufóricos y ansiosos por recibir el juguete que vieron en la TV o una vidriera, después de unas horas o días el objeto termina tirado por la casa, el juego y el foco de atención se acabó en un abrir y cerrar de ojos”, ilustra.
A esta actitud (retratada con énfasis en los adultos) se la conoce como adaptación hedónica. “Aunque al principio sentimos placer por el logro que alcanzamos (proyectos, compras, regalos, metas de autorealización) nuestra capacidad de adaptación hace que regresemos emocionalmente a un estado anterior. Cuando la novedad se acaba (algo necesario para nuestra supervivencia) ese objeto o sueño cumplido se asimila; somos animales de costumbres”, añade la profesional.
Curiosidad
Gran Bretaña y LA práctica de envolver regalos
Cada continente dispone de leyendas e historias propias sobre la invención de productos o servicios que hoy resultan masivos. En Gran Bretaña, se estima que la práctica de envolver regalos con papeles, cajas y/o sobres coloridos adquirió popularidad durante el periodo victoriano.
En ese entonces, forrar un obsequio con cualquier tipo de aditamento era considerado un símbolo de estatus. Las decoraciones estaban orientadas al lujo e involucraban el uso de cintas, plumas, encajes y papeles de seda u otros materiales decorados.
Como referencia literaria, la novelista Jane Austen escribió varias escenas en las cuales se habla sobre las Fiestas y el intercambio de regalos. Por ejemplo, en el “Persuasión” aparecen “unas niñas charlatanas, cortando seda y papel dorado” mientras las envuelve “el rumor de un fuego de Navidad que parecía dispuesto a hacerse oír pese a la algarabía de la gente”.
En nuestro cerebro
Los regalos sí “compran” la felicidad
Cuando recibimos un obsequio que nos gusta o resulta beneficioso nuestro cerebro activa varias hormonas y neurotransmisores que provocan una sensación de felicidad y bienestar general. Es así que recibimos una descarga de endorfinas, oxitocina, dopamina y serotonina muy similar a la que podríamos sentir al ser abrazados o besados por la persona que amamos.
Por supuesto, nuestra reacción final va a depender del vínculo que tengamos con el otro; no es lo mismo obtener un presente empresarial o una caja navideña genérica para las Fiestas que sorprendernos con una carta o un presente hecho de forma artesanal.
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