Una tragedia cotidiana que nadie quiere mirar a los ojos

Una tragedia cotidiana que nadie quiere mirar a los ojos

Tuly López aborda la crítica situación de los niños en la calle en su obra “Abrazo contenedor”.

EQUIPO CREATIVO. Tuly López (abajo a la izquierda) junto a su asistente y a los protagonistas de “Abrazo contenedor”, que estrena en El Atelier. EQUIPO CREATIVO. Tuly López (abajo a la izquierda) junto a su asistente y a los protagonistas de “Abrazo contenedor”, que estrena en El Atelier.

En 2018, Facundo Ferreira fue asesinado a los 12 años por los policías Nicolás González Montes de Oca y Mauro Díaz Cáceres, cuando iba en moto luego de ver unas picadas en el parque 9 de Julio. En 2020, una niña de seis años fue abusada dentro de un contenedor de la basura en General Paz al 800 al mediodía por un hombre de 26 años.

Estos dos casos, aparentemente sin conexión, motivaron a Tuly López a escribir la obra teatral “Abrazo contenedor”, que se estrenará hoy a las 22 en El Atelier (avenida Mate de Luna 2.930, con estacionamiento propio), bajo su dirección y con las actuaciones de Natalia Yapura, Franco Occhi y Araceli García y la voz en off de Kiara López.

“Tuve la necesidad de hacer foco en lo que todos tratamos de invisibilizar: niños transitando solos a altas horas de la noche por avenidas, por parques, por peatonales, enfrentando los peligros de la calle, con sus miradas grises limpiando vidrios a las dos de la mañana, dejando estampitas en bares, vendiendo bolsitas de basura... Son tantos o es algo tan común que lo naturalizamos. Pero está la mirada de niño sobre estos espacios que se convierten en bares-shopping y juegan a su alrededor junto con sus familias o quizás en la más extrema soledad”, describe la autora y directora en diálogo con LA GACETA.

- ¿Hay algo que vincula a los dos casos disparadores?

- La niñez. No cumplimos con los derechos de los niños, y no hay nada más triste que ver un niño en la calle. Como docente de escuela primaria en zonas de vulnerabilidad social pude ver a mis alumnos en la calle y que ellos me saluden con un “¡¡Seño¡¡¡¡ ¿Le limpio el vidrio?”. O cuando se esconden de tu mirada por vergüenza de ser reconocidos. En el barrio 11 de Marzo, en el Mercofrut, en la Costanera, me enfrento a los niños del abandono, donde la escuela es un refugio, pero no sé si puede llegar a entenderlos, a ver cómo viven en soledad, criados en la calle con la ley de la calle, con padres adolescentes productos del desasosiego del futuro. Busco la visibilidad de esos niños no como parte del paisaje cotidiano en Tucumán, sino como una problemática social de todos, tanto el Estado como los transeúntes que pasan ya sin percatarse de la realidad que nos rodea día a día. La pandemia amplió la cantidad de ellos en las calles ya que la escuela los dejó de contener.

- Un cotidiano abrumador...

- Desde la noticia del intento de violación en el contenedor, no pude dejar de mirar dónde tiramos la basura y lo que se genera alrededor de él. Microespacios donde familias enteras buscan su sustento diario, ya sea para comer, reciclar o revender. Es común ver que se sube a los chicos a los contenedores porque al ser pequeños pueden pasar las cosas encontradas desde adentro con más facilidad. Ese abuso, ¿pasará todos los días y no lo vemos? Y así hay muchas otras noticias que pasan de moda, como si la marginalidad fuera una moda: encontrar bebes abandonados en tachos, niños estudiando en la vía pública acompañando a su joven padre, y los que no están en los diarios.

- ¿Cuál es el tratamiento dado a las historias?

- El arte pone su mirada y subraya, delinea, sopla un humo de color que simplemente hace foco, muchas veces poético y otras literal. No quiero que estas historias queden olvidadas, sino que nos sirva de reflexión, que estos niños tengan la posibilidad de hablar a través de los actores. La obra atraviesa el recorrido por la calle de Pocho y Sarita, que viven en ella como si las paredes de su casa no tendrían fin, metidos dentro de un contenedor de basura, abrazados por el peligro. Sus miradas no permiten ver el riesgo que viven, acostumbrados a no ser vistos en la impunidad de adultos que desvían su mirada para no ver el horror del abandono y la pobreza. Una niñez oculta en sus ojos duros y brillosos que nadie ve. Tengo la necesidad de visibilizar a los invisibles, los sin cara.

- ¿Hay un embrutecimiento de la sensibilidad?

- No podemos naturalizar y dejar de ver, ¿será que eso aplaca el dolor, será que eso nos funciona, mirar para otro lado y así simplemente desaparece? Quitar la mirada es negarlos: la responsabilidad es del Estado, pero también es de todos los que los maltratamos con ignorarlos e invisibilizarlos. Vivimos en una sociedad anestesiada sobre el dolor ajeno.

- ¿Cómo fue el proceso de ensayo?

- Venimos trabajando desde hace un año, con los protagonistas, mi asistente de dirección Esteban Zelarayán, Solana Alonso en los arreglos musicales, la escenógrafa Sofía Seidán, y el vestuario e instalación de Eli Cárdenas con la obra “Vestido de plástico”, de David Díaz.

- ¿Pensaste la obra desde la posición de la denuncia?

- Siempre desde la militancia por las infancias. Espero que cada uno desde su lugar pueda hacer algo. Siempre algo podemos hacer, colaborar con organismos, fundaciones, organizaciones que ayudan a los niños en situación de calle. El “Abrazo contenedor” es el que esta sociedad debería dar como respuesta para que los derechos de esos niños no sean violentados, para que puedan encontrar un lugar donde adultos puedan contenerlos, abrazarlos. Lo cierto es que, como decimos en la obra: “cuando llega el atardecer, la jornada laboral termina y amanece un nuevo mundo: el de los nadies, los que nadie quiere ver, los sin cara. Suena el gallo, arranca la noche, amaneciendo en plena oscuridad salen en familia a buscar el sustento. La muerte acecha para todos menos para los que saben caminar en ella, en un desfile macabro de indiferencia y soledad. Trae a tu niño a jugar en la noche oscura de la hermosura sin fin”.

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