El golpe fue mucho más duro de lo esperado para San Martín

El golpe fue mucho más duro de lo esperado para San Martín

Frontini no habló tras el partido; detrás de ese silencio se esconden razones que preocupan demasiado en La Ciudadela de cara al futuro.

INCREÍBLE. Juan Orellana se tapó la cara cuando se consumó la derrota impensada de San Martín ante Defensores de Belgrano. INCREÍBLE. Juan Orellana se tapó la cara cuando se consumó la derrota impensada de San Martín ante Defensores de Belgrano. FOTOS DE IGNACIO IZAGUIRRE / ESPECIAL PARA LA GACETA

“El silencio dice más que mil palabras”. El refrán popular grafica a la perfección lo que le sucedió a San Martín en el Bajo Belgrano, luego de la durísima e inesperada caída a manos de Defensores que lo dejó mirando preocupado el futuro en la Primera Nacional.

Hubo silencio; de Pablo Frontini y de sus dirigidos. Un silencio que más allá de que siembra miles de dudas, puede tomarse como una muestra de falta de respuestas de un San Martín que parece estar al borde del nocaut.

La derrota con el “dragón” fue un duro palo y por eso toda la delegación (jugadores, cuerpo técnico y dirigentes) guardó silencio a la salida del “Juan Pasquale”. Hubo rostros de tristeza y de desilusión. “Pido disculpas, pero no voy a hablar”, dijo Pablo Frontini, el último en salir rumbo al ómnibus, con un semblante casi desencajado.

¿Qué se esconde detrás de este silencio? De ante mano, era sabido que lograr un puesto en la final por el primer ascenso a la Liga Profesional era una tarea de suma complejidad. La combinación de resultados que necesitaba y la victoria de visitante ponían cuesta arriba la tarea para San Martín. Por eso, el silencio hizo mucho más ruido.

El tema pasó por lo preocupante de la tarde porteña en la que el “santo” terminó como un equipo derrotado, desinflado y sin buenos bríos a futuro. Casi como si la visita al “dragón” marcara el fin de una lucha que lleva meses; o que si a Frontini se le hubiesen quemado todos los libros posibles y la solución no parezca ser algo posible.

La frustración del entrenador es comprensible. No pudo lograr ningún triunfo en los últimos cuatro partidos y el equipo dejó en claro todas y cada una de las limitaciones que tiene. Los nervios hicieron que San Martín muestre que parece ser un equipo débil, que sigue sin saber cómo jugar esta clase de partidos. Tanto lo condicionó ese tema que nunca terminó de ponerse el traje de serio candidato; y, para colmo, fueron demasiadas las oportunidades que dejó pasar.

En lo colectivo, no encuentra funcionamiento. Los nombres van y vienen pero los errores se siguen manteniendo: poca generación de juego, ineficacia frente al arco rival, fragilidad defensiva y la lista podría seguir extendiéndose. Pero lo más llamativo fue el bajo rendimiento que tuvieron algunas piezas claves (o que antes hacían la diferencia dentro de la categoría); ese parece ser el motivo principal de por qué el “santo” se quedó sin nafta.

Quizás pasó factura la falta de recambio en el banco de suplentes y el plantel corto con el que cuenta. Esto explicaría por qué ninguna de las modificaciones de Frontini termina surtiendo un efecto positivo en el equipo. Incluso, la mayoría ingresa fuera de tono y terminan empeorando el desempeño colectivo.

La crisis se profundiza si se considera la falta de inteligencia que tiene el equipo para manejar ciertas situaciones. En consecuencia, no aprovecha las ventajas que les ofrecen los rivales.

De cara al Reducido, Riestra parece ser un rival complejo por sus características. Los dirigidos por Matías Modolo son especialistas en aprovechar los baches que dejan sus rivales. El “blanquinegro” se adapta siempre a lo que el partido necesita y sabe sacarle el jugo a los nervios y la desesperación de sus oponentes. De esa manera se asentaron en la segunda ronda de la Zona B al punto de que perdieron en tres ocasiones (Independiente Rivadavia, Chacarita y Racing de Córdoba) desde que llegó el nuevo entrenador; y siempre fue por la mínima diferencia.

Además, Riestra cuenta con un viejo conocido, que sabe cómo es jugar en La Ciudadela: Ignacio Arce. Al igual que lo hacía en San Martín, “Mono” es fundamental para aprovechar las salidas de contragolpe con sus precisos pases largos a los delanteros.

Frontini tendrá dos semanas para corregir todos los errores. En la primera instancia contará con la localía y la ventaja deportiva a su favor, pero el clima no es el ideal.

No hay euforia en ningún rincón de La Ciudadela; todo lo contrario. Por eso será clave que el equipo deje atrás rápido el mal sabor trago del Bajo Belgrano, porque si no revierte la situación rápido lo terminará lamentando.

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