El “factor Milei” expuso los miedos de los políticos tradicionales

El “factor Milei” expuso los miedos de los políticos tradicionales

El apellido Milei se coló en cada conversación de los políticos, de la misma manera que penetró en el corazón del electorado defraudado por la dirigencia política tradicional. El líder de La Libertad Avanza tiró por la borda toda encuesta que el oficialismo y la oposición mandaron a realizar.

A menos de un mes para las elecciones generales para la presidencia de la nación, algunos sondeos remarcan el estado de ánimo de la sociedad: el 62% de los argentinos cree que es necesaria una renovación profunda de la clase política en el país y 11% adicional coincide con esta afirmación si aplicase a algunos partidos. Sólo un 18% no cree necesaria una renovación y 9% aún no ha formado una opinión sobre el tema. Ese es el resultado del relevamiento del Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano (Copub), que buscó indagar sobre las características que más valora la sociedad en los líderes políticos. “Cuatro características de las personas líderes fueron casi igualmente valoradas por los entrevistados: personalidad, honestidad, capacidad e inteligencia”, explican desde el Copub. Sin embargo, resulta llamativo que más de la mitad de las personas consultadas prefieren un liderazgo que se imponga con mano dura, a uno que respete las reglas procedimentales de la democracia. De modo similar, la mayoría privilegió un líder que resuelva los problemas resolución de los problemas, a uno que sea democrático, acota el diagnóstico.

El “factor Javier Milei” sigue inquietando a la política tradicional. Las estructuras tradicionales intentan sostenerse en esta puja entre las expectativas de una sociedad bajo el hartazgo de que el país no encuentre el rumbo económico, político, social e institucional, pese a que le dio la oportunidad al Partido Justicialista y a la UCR de ejercer el poder. Más aún, el PRO de la mano de Mauricio Macri ejerció la Presidencia de la Nación sin alcanzar los objetivos deseados. Milei se impuso en un segmento social que viene pidiendo pista de renovación: lo que los analistas llaman la franja sub 30 y los sectores más vulnerables que no puede dejar de pertenecer a ese ejército constituido por más del 40% de los argentinos que no lograr reunir los ingresos suficientes para dejar de ser pobres. Las estadísticas oficiales volverán a darle una cachetada de realidad a los dirigentes que no saben ni supieron controlar un flagelo tan fuerte como la inflación.

Juan Manzur sigue montado a la campaña del norte argentino para Unión por la Patria. El gobernador tucumano profesa ahora la fe massista. A tal punto que intenta contagiar a sus pares de la región con la idea de que Sergio Massa debe recuperar parte del terreno perdido en manos del libertario. No hay mística; sólo conveniencia.

En el entorno del actual ministro de Economía de la Nación se pusieron un “objetivo alcanzable”: recuperar alrededor de 500.000 votos en todo el país respecto del resultado obtenido en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) del 13 de agosto pasado. Gran parte de ese caudal electoral puede llegar del norte. Es lo que suele decir Manzur cada vez que le toca decir un discurso proselitista. “Lo que pasa en Tucumán se replica en el resto de los distritos peronistas”, señala Cristian Buttié, director de CB Consultora de Opinión Pública, que proyecta que Milei sigue arriba de las preferencias de los argentinos (entre 35% y 36% de los consultados), con Massa en segundo lugar (31% a 31%) y con Patricia Bullrich en tercer lugar (intención de votos de entre un 25% y un 26%).

En Buenos Aires admiten ese probable escenario. De hecho, es casi coincidente con lo que estima el sociólogo y consultor político Hugo Haime en los sondeos distribuidos en el oficialismo. El peso del aparato es vital para las aspiraciones del líder del Frente Renovador. En esa recuperación de sufragios se asienta gran parte del futuro político de Manzur, que ha convertido a su residencia privada de Yerba Buena en el centro de operaciones de Unión por la Patria en Tucumán. En el oficialismo local no descartan la posibilidad de que el titular del Palacio de Hacienda realice su tercer desembarco en tierras tucumanas en el marco de su campaña. ¿La fecha probable? Tal vez el 17 de octubre, una forma de que el médico sanitarista refuerce su devoción a la fórmula que Massa integra con Agustín Rossi, el santafesino que reemplazó al tucumano en la Jefatura de Gabinete de ministros.

Mientras una franja del oficialismo provincial está en modo campaña, otra está buscando lugares para lo que se viene después del 29 de octubre, cuando Manzur entregue la gobernación a Osvaldo Jaldo. En la Casa de Gobierno llueven las llamadas telefónicas dentro del elenco gubernamental para establecer quién se queda y quién se va. El mensaje del actual vicegobernador ha sido claro: el cambio de gestión será prácticamente total, salvo algunas excepciones por cuestiones técnicas. Modificar un gabinete en medio de la campaña es un riesgo que el propio Jaldo no está dispuesto a correr. Mientras tanto, en la Legislatura, los nuevos parlamentarios ya están pidiendo las llaves de las oficinas que ocuparán cuando se produzca el recambio institucional. Por ahora la respuesta que reciben es que no se tocará nada hasta que el actual presidente del Parlamento de la orden.

“Nadie debe ni puede sacar los pies del plato. No se debe repetir el escenario de las PASO. Dos derrotas al hilo no es tolerante para un peronismo acostumbrado a ejercer el poder”, dice un hombre influyente dentro del PJ. El mensaje es más que claro. Ese tipo de actitudes le costó al oficialismo la peor derrota electoral desde el retorno a la democracia.

En las próximas elecciones, la historia volverá a repetirse. El clásico dilema de la grieta lleva a la dirigencia tradicional y hasta los mismos electores a un escenario de seguir tragándose sapos o recorrer el precipicio en sus decisiones. Hay una franja de la sociedad que está dispuesta a correr este último riesgo. Pero también se observa a un Massa dispuesto a quemar todas las naves para llegar a la Presidencia el 10 de diciembre. Antes deberá subirse a la segunda vuelta y convencer a los argentinos que no es más de lo mismo y que realmente está dispuesto a hacer los deberes. Milei también juega y a su manera. Ahora con el resultado puesto, espera sin ansiedad el próximo turno electoral defendiendo sus ideales. Bullrich no quiere quedar fuera de la contienda, pese a que en el interior de Juntos por el Cambio se reavivan las viejas pujas que han llevado a esa coalición a perder oportunidades electorales en distintas provincias (Tucumán es un claro ejemplo del deterioro de la coalición en la previa a cada elección importante).

Lo que sí está claro es que el escenario para estos tres dirigentes que potencialmente pueden llegar a ocupar el principal sillón de la Casa Rosada no será el mejor. El mapa político de la Argentina está tan dividido que pueden llegar a conformarse más de dos ligas de mandatarios provinciales. De allí que a partir del 10 de diciembre el nuevo presidente de los argentinos no tendrá otro camino que el diálogo para sostenerse en el poder. El consenso, en ese sentido, dejará de ser una declamación para convertirse en una necesidad.

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