La Divina Tragedia “K”

Ayer se cumplieron 702 años del fallecimiento de Dante Alighieri. Su obra cumbre es la “Comedia”, a la que la crítica, en el siglo XVI, le sumó el nombre de “Divina”, acaso porque el autor le llamaba “poema sacro”. La “Divina comedia” es imperecedera. Sobre todo esta semana. Sobre todo aquí.

En las páginas del primer canto de la obra, “Infierno”, se puede dar con la matriz de la descomunal crisis económica, financiera y social en la que el kirchnerismo ha sumido al pueblo argentino. El miércoles se conoció la cifra oficial de la inflación de agosto, que confirmó los vaticinios tan masivos como temidos: fue de dos dígitos. En rigor, 12,4% en el promedio nacional. La más alta en más de tres décadas. Es decir, el kirchnerismo se autopercibe como fase evolutiva de la política argentina, cuando en realidad hace que todo un país retroceda 31 años gracias a sus políticas desastradas. De esa mortificante circularidad está hecho el cuarto círculo del inframundo que describe el poeta.

Cuando Dante desciende hasta allí en su viaje encuentra a los avaros y a los pródigos. ¿El castigo? Estar separados en dos bandos: cada uno arrastra una enorme piedra, caminando en sentido contrario respecto del otro grupo. Cuando chocan entre sí estallan los reproches. Los avaros aborrecen cómo gastan los pródigos; los pródigos deploran cómo acumulan los avaros. “Se lanzaban de la una a la otra enormes pesos con todo el esfuerzo de su pecho, gritando fuertemente se daban grandes golpes, y después se volvían exclamando: ‘¿Por qué guardas?’ ‘¿Por qué derrochas?’”.

De esas mismas avaricias y derroches están compuestos los fracasos que le estallan al oficialismo.

Las llamas

El dato de la inflación objetiva el desastre kirchnerista. La falta de un plan económico y la carencia de sensatez política han conducido a la sociedad en la penuria. El número frío, despojado de todo relato, desenmascara al oficialismo. No venían a redistribuir la riqueza, sino a universalizar la pobreza. Con excepción, por supuesto, de los conductores del proyecto “nacional y popular”.

Los esfuerzos por seguir encontrando chivos expiatorios a quiénes responsabilizar por el desastre, a juzgar por los resultados electorales, hace mucho que han dejado de surtir efecto. Perdieron las elecciones de medio término en 2021. El mes pasado, durante las PASO, lograron lo imposible: hicieron que el peronismo terminara tercero en una elección nacional por primera vez en su historia. Las urnas parecen decir que la verdad es la realidad: desde hace cuatro años sólo han empeorado las condiciones de vida de los argentinos. Todo lo demás es mentira.

El mayor de los embustes, precisamente, es “el modelo” kirchnerista: el Estado no puede pagarlo todo. No hay un plan económico capaz de hacer viable semejante insensatez. Por caso, el cuarto gobierno K nunca presentó un programa. Para rifar la riqueza de un país, además, no hace falta organizar una lotería. Llegaron en 2003 con el eslogan “Un país en serio”. Se van, 20 años después, dejando un país en ruinas. Ese el verdadero legado del populismo: la catástrofe económica y social.

Esa catástrofe se logró con un gasto público demencial, un déficit fiscal descomunal y una emisión monetaria descontrolada. Todo ello, acompañado un desdoblamiento del tipo de cambio tan real como negado por el oficialismo: mantener un “dólar oficial” ficticio y atrasado terminó por dejar las reservas del Banco Central en saldo negativo. Es decir, no hay con qué respaldar la base monetaria de pesos en circulación (unos 10.000 millones de dólares). Mucho menos, para las “Leliq”: una “bola” de deuda remunerada que ronda los 30.000 millones de dólares, y por los que el Estado paga el equivalente al Presupuesto 2023 de Tucumán cada 20 días.

Esa es la roca que empuja Sergio Massa, el candidato a presidente del Gobierno de Alberto Fernández y de Cristina Kirchner. Por infernal que resulte, sólo atina a tratar de apagar este incendio con los mismos combustibles con los que se encendió: incrementando el gasto público. A un mes de las elecciones (nunca antes) eleva el mínimo no imponible de ganancias para los asalariados en relación de dependencia. Lo cual redundará en un costo fiscal que superará 1 billón de pesos (la cifra contiene 12 ceros). Como cada vez que se anuncia un nuevo “Plan Platita”, el dólar “real”, en sus diferentes versiones, sube su cotización. A la vez, las expectativas inflacionarias proyectan un septiembre tan malo como agosto. Pero el kirchnerismo cultural del ex titular de la Anses y ex jefe de Gabinete de las presidencias “K” es más fuerte. ¿Su matriz? “¿Por qué guardas?”.

La candidatura de Massa, de profesión ministro de Economía, es la pesada roca de los gobernadores. Tuvieron que venir a Tucumán a jurar lealtad. El problema es que a esos mandatarios les parece desleal que Massa haga campaña con la plata de ellos. La prodigalidad con el Impuesto a las Ganancias impacta en la coparticipación. El periodista Marcelo Aguaysol estima que Tucumán perderá unos $ 8.000 millones en el último bimestre por esta medida. Es decir, en el círculo del oficialismo, ellos confrontan las propuestas de campaña con un alarido: “¿por qué derrochas?”.

En el oficialismo, los problemas económicos de la Nación devienen problemas políticos en las provincias. Léase, el kirchnerismo se está volviendo el problema estructural del kirchnerismo.

Sin paraíso

La sentencia favorable a los acciones menores de YPF, conocida hace unos días, es otro exponente de la calamidad de las políticas kirchneristas en la administración del patrimonio de los argentinos.

La Argentina ha sido condenada a pagar 16.000 millones de dólares al fondo “buitre” Burford por el 30% de las acciones de la petrolera. La empresa hidrocarburífera, hoy, vale unos 5.300 millones de dólares. ¿En qué consistió la demanda? En que cuando el Gobierno de Cristina Kirchner expropió en 2012 el 51% de las acciones a Repsol, debió haber hecho una oferta pública por el resto de las acciones. Eso jamás ocurrió. Así que pidieron ser resarcidos y que al monto se le aplicara una tasa anual del 8%, como la que Axel Kicillof acordó con Repsol cuando era ministro de Economía. Esa vez, justamente, se pagaron 5.000 millones de dólares. ¿Valía la pena pagar por la mitad de una empresa el equivalente a la totalidad de la empresa? El kirchnerismo ni se molestó en preguntárselo. Su dogma era: “¿para qué guardas?”. Había que adquirir “soberanía energética”, vociferaban...

La cifra final es inquietante: la irresponsabilidad “K” con YPF le cuesta a los argentinos 21.000 millones de dólares. La sequía de este año, la peor del siglo, le costó al país 20.000 millones de dólares. El populismo argentinos, entonces, es peor que la catástrofe ambiental.

Pero lo realmente estridente es que, en sus orígenes, el kirchnerismo arrastraba la roca de YPF en sentido contrario. La privatización de la firma, en 1992, no hubiera sido posible sin el estratégico y explícito apoyo de Néstor Kirchner como presidente de la Organización Federal de Estados Productores de Hidrocarburos. Los gobernadores nucleados allí consiguieron los votos de los diputados nacionales de sus provincias para aprobar la extranjerización de YPF en el Congreso. Esos mandatarios reclamaban regalías petroleras “mal liquidadas”. Y, sobre todo, se alarmaban de que la petrolera fuera deficitaria. Así que el grito del patagónico era: “¿para qué derrochas?”.

El kirchnerismo es pródigo o avaro según le convenga, pero siempre con recursos ajenos.

El purgatorio

Tucumán no escapa ni a la crisis económica desmanejada por el kirchnerismo ni a la circular contradicción del oficialismo nacional. Lo expone, también esta semana, la huelga por tiempo indeterminado que ha declarado el Sindicato de Trabajadores Autoconvocados de la Salud.

El combativo gremio de las casacas blancas había cesado sus medidas de fuerzas en julio. Los empleados a los que nuclea son, por un lado, los héroes de la pandemia: decenas de ellos murieron en la trinchera contra el covid para salvar a miles de tucumanos. Por el otro, son los estatales más maltratado por el Gobierno tucumano. Durante el 2020, en plena cuarentena dura, les dieron un aumento salarial del 0%. Pero en julio se aprobó en la Legislatura, y por unanimidad, la Ley de Carrera Sanitaria. Era una promesa del Poder Ejecutivo hecha en campaña. En la norma se actualizan los coeficientes de liquidación salarial de las diferentes categorías. Y se da reconocimiento a los profesionales que completan especializaciones. El Gobierno estaba diciendo: “¿para qué guardas?”. La salud pública, consecuentemente, era considerada una inversión para los tucumanos.

Pero llegó septiembre y el Gobierno resolvió que va a cumplir sólo parcialmente con la ley. La salud pública, de repente, pasó a ser un gasto. Justo ahora, cuando la inflación de agosto fue del 14% en Tucumán (casi del 0,5% diario) y expulsa cada vez más gente de los sistemas de salud privada. “¿Para qué derrochas?”, pregunta ahora el Gobierno tucumano. Pero sólo a los trabajadores de la salud. En paralelo, proyectó una “ampliación presupuestaria” para el resto del año incrementa el gasto en 305.000 millones de pesos. Y lleva las erogaciones del Estado, para todo 2023, a 1,1 billón de pesos.

La crueldad

En el cuarto círculo del infierno por el que viaja Dante, el choque entre los pródigos y los avaros deja un escenario desolado. ¿Qué puede resultar de la confluencia de irresponsables y de miserables sino el territorio mismo de la pobreza?

Las puertas de ese infierno son custodiadas por Pluto, el dios griego de la riqueza. Para mayores crueldades, según la mitología, a Pluto lo dejaron ciego. Los que se pelean delante de la riqueza, entonces, ni siquiera son percibidos por ella. Si se parece mucho más que a un poema, es porque en estas tierras están escribiendo la Divina Tragedia.

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