Si no les gustan sus principios, ellos siempre tienen otros

Si no les gustan sus principios, ellos siempre tienen otros

Entre la devaluación ejecutada por el Gobierno el lunes, la consecuente estampida inflacionaria, la angustiante economía sin precios y el cimbronazo de los resultados de las PASO, no hubo manera de que pudiera repararse en la fecha. El sábado se cumplió un aniversario más del fallecimiento de Groucho Marx, uno de los mayores comediantes del siglo XX. Se llama Julius (Groucho viene del inglés “grouch”: gruñón) y junto con Chico, Harpo y Zeppo lideró a los legendarios Hermanos Marx, que protagonizaron películas hilarantes. Él, en particular, tenía un humor corrosivo.

“Citadme diciendo que me han citado mal”, es una de sus máximas que adquirieron, con el pasar de los años, categoría de profecía. Es toda una comprobación de que la historia se repite primero como tragedia y después como farsa, como advirtió Carl Marx (no se dedicaba a escribir comedia). Porque lo cierto es que una de las citas más comúnmente atribuidas a Groucho, en rigor, no era suya.

“Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros”, es una frase atribuida al cómico que falleció en 1977 en el diario “Legal Times”, en 1983. En realidad corresponde a una tira humorística de un diario de Nueva Zelanda de 1873: “Estos son mis principios, y si no le gustan, yo los cambio”.

La ironía es sublime: el sábado fue el aniversario de la muerte de un humorista al que, falsamente, le atribuyeron un sarcasmo que pintaba de cuerpo entero el final de una semana que no le causó gracia a nadie en este país.

Massa no era científico

Debieron pasar 48 horas de zozobra nacional y popular para que Sergio Massa decidiera hablar con la prensa respecto de la devaluación que el Banco Central ejecutó el lunes, sin que ninguna autoridad hiciera el menor anuncio. Ni el Presidente. Ni la Vicepresidenta. En un solo movimiento, el cuarto gobierno “K” no sólo rompió la moneda, sino también la política. La más básica pregunta para definir el perfil de cualquier gestión no puede ser respondida en este país: ¿quién manda?

El miércoles a la noche, los dichos de Massa dejaron en evidencia que el oficialismo conocía perfectamente que iba a tener que devaluar salvajemente, pero prefirió tomar desprevenido a todo un país. “Argentina tuvo que tomar una decisión muy desagradable que fue la devaluación de su moneda por imposición del Fondo Monetario Internacional”, aseveró el candidato a Presidente de Alberto Fernández y de Cristina Kirchner. Ellos sabían; el pueblo al que representan, no.

Por suerte Sergio, que según Malena Galmarini “se pone picante” cuando negocia con el Fondo, anunció que hará tronar el escarmiento. “Si soy Presidente, voy a juntar los dólares para sacar al FMI”, dijo. Con amenazas así, nadie debe haber podido dormir en Washington…

Pero lo más revelador estuvo en el corolario de su gambeta a toda responsabilidad por la crisis. Massa subrayó que no fue este Gobierno quien “trajo” al FMI al país, sino el de Cambiemos; y que no fue él quien renegoció el acuerdo, sino el ex ministro Martín Guzmán. El actual funcionario olvidó decir que él presidía la Cámara Baja que avaló ese nuevo acuerpo, pero tampoco puede andar acordándose de todo. Y concluyó: “En todo caso, a mí me tocó tomar el ‘tomuer’ frío”.

El Gobierno de científicos, ahora, es un gobierno de chamanes.

Macri no era macrista

En Juntos por el Cambio aprovecharon que el peronismo salió tercero en una elección por primera vez en la historia, y que al día siguiente desplomaron el valor de la moneda, para mostrar que ellos pueden ser todavía más inoportunos.

Resulta ahora que los macristas no eran tan fanáticos de Mauricio Macri. Porque, para mayor esquizofrenia política, parece ser que Macri no eran tan fanático del macrismo.

El ex presidente de la Nación no deja de elogiar a Javier Milei ni a su sector, que es contra quien JXC disputa el lugar de “la oposición” en la Argentina. Esta semana declaró que “la motosierra es fundamental”, en alusión a la propuesta del libertario recortar el gasto público. “Los libertarios son una realidad, pero Patricia (Bullrich) y su equipo son experiencia”, añadió, salomónico. En contraste, Milei ratificó que no hay chance de llegar a un acuerdo electoral con Juntos con el Cambio, espacio al que tilda de “fracasado”. Luego destrató a Bullrich calificándola al mismo tiempo de “socialista” y “montonera”. Debería decidirse por cuál de las dos etiquetas le va a endilgar, por cierto.

Milei, que ya le picó el boleto a Macri respecto de su necesidad de reconocimiento, no hesita en manifestar un doble estándar al respecto: todo el espacio creado por Macri, y toda la dirigencia, es detestable; pero Mauricio es bueno. Tan bueno que propuso darle un cargo de representante del país por encima, incluso, de la Cancillería. Es decir, un embajador plenipontenciario.

Ahí anida doble estándar del libertario: ese cargo supo ostentar Juan Bautista Alberdi durante el gobierno de Justo José de Urquiza. Milei, precisamente, rescata la figura del ilustre tucumano. Pero para nada hace lo propio con su gran obra: la Constitución de la Nación. A Milei a veces le conviene la Carta Magna, y otras veces no. Porque a veces le conviene el liberalismo, y otras veces no.

Milei no era tan Milei

Durante la “semana negra” argentina resultó que las propuestas de Milei no eran “tan así”.

Resulta que no va a prenderle fuego al Banco Central apenas asuma. ¿La razón? Resulta ahora que la dolarización va a demandar entre nueve meses y dos años. Ha dado explicaciones de cómo hacerlo, por cierto, salvo una: la Constitución Nacional. El artículo 75, en su inciso 6°, faculta al Congreso a: “Establecer y reglamentar un banco federal con facultad de emitir moneda”. Y en el inciso 11° le da la atribución de: “Hacer sellar moneda, fijar su valor y el de las extranjeras”. Para decirlo en términos del jurista argentino Alberto Dalla Vía, hay un régimen constitucional de la moneda en este país.

Resulta que reemplazar el financiamiento de la educación pública de la Argentina por un mecanismo de “vouchers” tampoco regirá desde el primer día. Y acaso tampoco desde una eventual primera gestión, porque se trata de “una reforma de segundo orden”. Por el contrario, en la Carta Magna de los argentinos es una cuestión de primer orden. Aparece, de nuevo, en el artículo 75°. Esta vez, en el inciso 19°, tercer párrafo. Le corresponde al Congreso: “Sancionar leyes de organización y de base de la educación (…) que garanticen los principios de gratuidad y equidad de la educación pública estatal y la autonomía y autarquía de las universidades nacionales”.

El libertario sí se apega a la Constitución cuando le preguntan qué hacer con el financiamiento por parte del Estado hacia la Iglesia Católica Apostólica Romana. “Eso es Constitucional y nosotros no estamos para reformas constitucionales”, se atajó. “El gobierno federal sostiene el culto católico apostólico romano”, reza, justamente, el artículo 2 de la Ley Fundamental. No deja de ser único en su género el liberalismo de Milei, que demoniza al Conicet y amenaza con clausurarlo: el Estado tiene que financiar la fe, pero de ninguna manera tiene que invertir en la ciencia…

Es sólo una de las cada vez más copiosas contradicciones del economista. Ahora que el Papa Francisco anunció su intención de venir a la Argentina en 2024, Milei dice que si él es Presidente entonces, le dará “un recibimiento acorde a un jefe de Estado”, y que lo respetará porque Bergoglio “es el jefe espiritual de la gran mayoría de los argentinos”. En 2018, en Twitter, decía cosas mucho muy diferentes del Pontífice. “A vos, que te gusta la m… de la justicia social, sería bueno que arranques repartiendo a los pobres la riqueza del Vaticano”, le escribió. Poco después lo insultó sin miramientos: “Zurdo h… de p… que andas pregonando el comunismo por el mundo. Sos el representante del maligno en la casa de Dios”. Por caso, el mismo candidato se ha manifestado en favor de discutir si una familia puede entregar por dinero un hijo en adopción, dada la falta de recursos para mantenerlo. Y considera viable donar órganos a cambio de una gratificación. A la vez, propone rever la despenalización del aborto. Es decir, se pueden vender chicos enteros, o se pueden vender adultos al menudeo, sin más regulación que la libre oferta y demanda del mercado. Pero si una mujer quiere interrumpir un embarazo no deseado, es el Estado el que debe decidir por ella.

Por caso, Milei es quien, el mes pasado, votó en contra de que el 18 de julio se instituya como día de duelo nacional, para no olvidar la voladura de la AMIA, el peor atentado terrorista perpetrado contra la Argentina. Pero en 2022 declaraba, en una entrevista, que estaba abocado a la lectura de la Torá. Evidentemente, la interpretación de textos no es una de sus fortalezas.

Ahora, también, resulta que la libre portación de armas nunca formó parte de su plataforma de gobierno. Y resulta, en definitiva, el despegue de la Argentina que él propone no se dará durante su eventual primer gobierno. Ni en un segundo mandato. Ni en un tercero. Ni en un cuarto… La Argentina que él avizora volverá a ser una potencia mundial en 35 años.

“¿A quién va a creer usted, a mí a sus propios ojos?”, pregunta Chico Marx, disfrazado de Groucho, en la película “Sopa de Gansos”. El gran comediante se sigue riendo, 46 años después, incluso cuando ni siquiera es él quien gasta la humorada. Incluso cuando al largometraje le cambian el nombre: vaya a saber por qué, en la Argentina que sale de una elección para encaminarse a otra, el filme se conoció como “Héroes de Ocasión”.

Las farsas, cuando se repiten, se parecen tanto a una tragedia…

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