Marte gobierna

En 1996, el director Tim Burton estrenó una sátira de las películas de invasiones extraterrestres. Se llamó “Marte Ataca” (“Mars Atack!”). Vista ahora, y como nunca durante la semana que acaba de terminar, se asemeja a una cruel metáfora de la coyuntura de la Argentina. Y eso que aquí los espías no ventilan en el Congreso que hubo contacto con inteligencias de otros mundos, como en EEUU…

En el filme, los marcianos rodean la Tierra con platos voladores y, justamente, el gabinete del Presidente de los Estados Unidos organiza el primer contacto en el desierto de Nevada. Tras el aterrizaje alienígena, los humanos conectan un “traductor universal” para descifrar el primer mensaje de los visitantes: “Venimos en Paz”, asegura el vocero de los hombrecitos verdes. Ante la emoción del momento, alguien suelta una paloma, símbolo terrícola de la concordia, pero la reacción marciana no es, digamos, la mejor: sacan armas desintegradoras y masacran a la multitud.

Queda claro que esa gente que vino de lejos es inteligente, pero cabe la posibilidad de que hablen un idioma difícil de traducir. ¿La hipótesis oficial? Se trató de un problema de interculturalidad y comunicación: tal vez, las palomas despertaban significantes oprobiosos en el planeta vecino.

El segundo contacto será en el Congreso. El embajador marciano es invitado a dar un mensaje, pero el tipo prefiere atacar y desata otra matanza. Conclusión: los habitantes del planeta rojo parecen entender el valor de las instituciones, pero antes que dialogar prefieren agredir.

El tercer paso alienígena es la invasión. Penetran hasta el búnker de la Casa Blanca y el jefe de Estado le habla al emperador del planeta rojo y le dice que humanos y marcianos seguramente quieren vivir en paz. El invasor se emociona y suelta una lágrima. Le estira la mano al humano, pero cuando el norteamericano se la estrecha recibe un shock eléctrico que lo carboniza. Y el marciano se mofa.

Ergo, los del planeta del al lado sienten, pero al revés que el común de los mortales.

En “El 18 brumario de Luis Bonaparte”, Marx cita a Hegel respecto de que la historia se repite, a lo que suma un corolario: la primera vez como tragedia; la segunda, como farsa. Coherentemente, lo que pasa en las películas como una sátira, cuando se replica en la realidad lo hace como un drama.

Encuentros

Durante los días pasados resultó inevitable reparar en estas significaciones cinematográficas, así como en las claves que se deducen, luego de escuchar las voces del Gabinete de la Nación.

El primer encuentro fue con Gabriela Cerrutti, quien declaró que en este país nadie la está pasando mal. “Te quieren hacer creer que la Argentina está en crisis”, espabiló. Por las dudas no se entendiera, la exposición trajo consigo una suerte de traductor universal:

° “La Argentina que en crisis era la de 2001, cuando gobernaba la Alianza”.

° El 40% de pobreza responde a una medición “que es polémica”.

° “Una cosa es que alguien no tiene para comer” y otra que “alguien no llegue a fin de mes”.

° “En la Argentina no hay hambre”.

° La disparada del dólar es culpa de que “hay especuladores”.

La única diferencia con respecto a la película de 1996 es que en ese filme, frente a la tragedia, la primera lectura de los gobernantes de ficción es que ellos cometieron un error al soltar una paloma. Aquí, en la realidad nacional, la responsabilidad siempre es ajena.

Por lo demás, y como en el mencionado discurso marciano, las palabras dicen una cosa, mientras que las acciones de quienes las pronuncian hacen otra, completamente distinta.

“Yo digo que la Argentina hoy tiene inflación y un problema con el dólar, pero sigue teniendo un nivel de crecimiento y de consumo que no se puede tener en crisis”, declaró la vocera del Presidente de la Nación en la entrevista del martes 25. Ese mismo día, el Fondo Monetario Internacional dio a conocer un informe en el que cambiaba las perspectivas económicas para este país durante lo que queda de este año. La inflación ya no se calcula en un 96%, sino en un 120% anualizado. Y de un crecimiento del 0,3% del PBI se pasa a una estimación de una caída de – 2,5%.

El segundo encuentro fue con el jefe de Gabinete de la Nación, Agustín Rossi, quien ratificó que crisis, lo que se dice crisis, aquí no hay. También encendió el traductor. “La Argentina no tiene hoy una crisis económica tradicional, sino que es de la balanza de pagos. Y no originada por una mala administración económica, sino por un hecho externo a la economía nacional, a la gestión, que es la sequía”. La culpa es ajena. Y frente a las observaciones de la oposición, ningún diálogo. Cuando le consultaron sobre los planteos de una adversaria, respondió: “no sabe un pepino de economía”.

Ciertamente, Uruguay también padece la sequía, hasta el punto de que está en jaque la provisión de agua potable en algunos distritos. Pero la inflación del país vecino no es de tres dígitos. Ni de dos… Claro está, los extraterrestres jamás aterrizan en Uruguay. Digamos todo, compañeros…

El tercer paso del oficialismo fue la amenaza directa. El líder de Smata, Mario “Paco” Manrique, sostuvo que si en las elecciones presidenciales se impone Juntos por el Cambio o La Libertad Avanza, el sindicalismo irá directamente “a un enfrentamiento”. También encendió el traductor universal para disipar cualesquiera malentendidos.

“Si gana la derecha en este país vamos a ir a un enfrentamiento literal”, manifestó en una entrevista. “Porque si alegremente te dicen que van a sacar las indemnizaciones, el aguinaldo, que los privilegios de los laburantes deben ser revisados... el trabajo no tiene privilegios, tiene derechos”. Para más claridad, sostuvo que los desmanes provocados en Jujuy, en contra de la reforma constitucional que surgió de una elección popular y que consensuó el gobierno de la UCR con 11 de los 13 convencionales del PJ, es “una prueba de ensayo” de lo que Juntos por el Cambio apuesta a nivel nacional. “Si estos ganan, lo de Jujuy se va a extender. Nos van a querer venir a pisar la espalda y si lo hacen vamos a tener que reaccionar”, indicó.

Traductor universal

Los referentes del cuarto gobierno “K” no son extraterrestres. Son seres humanos que piensan. Que sienten. Que conocen el valor de las instituciones. Pero (igual que a los marcianos de la película de Tim Burton) lo único que les importa es la conquista del poder.

En todo caso, a lo que se asiste frente al fanatizado negacionismo de la realidad por parte del oficialismo, en términos de la Real Academia Española, es a una alienación. Ya sea como “limitación o condicionamiento de la personalidad, impuestos al individuo o a la colectividad por factores externos sociales, económicos o culturales”. O como “estado mental caracterizado por una pérdida del sentimiento de la propia identidad”. La alienación, concretamente, consiste en que han convertido al peronismo ya no en la fuerza política de los trabajadores, en la vanguardia del “movimiento obrero organizado”, sino que lo transformaron en el partido de los pobres.

Es durante este Gobierno cuando tres de cada 10 trabajadores argentinos registrados, pese a tener empleo, es pobre. Es ahora cuando el gobierno del PJ y los sindicatos han acordado que el salario mínimo vital y móvil, en agosto, será de $ 112.500; y que en septiembre subirá a $ 118.000. En contraste, la canasta básica de junio trepó ya a $ 232.000, no según la oposición sino el Indec. Es durante el último año cuando el costo de vida, de junio a junio, creció el 114%; mientras que la suba salarial fue del 108% para los trabajadores privados registrados. Y de sólo el 77% para los informales.

El “ajuste”, entonces, no es la amenaza futura ante un eventual gobierno no peronista: el “ajuste” es ahora. Profundizado desde el lunes pasado con la devaluación dispuesta por este cuarto gobierno kirchnerista, frente al mutismo convalidador del Presidente y de la Vicepresidenta de la Nación. Y ante el aplauso del sindicalismo argentino, que organizó un multitudinario acto para el “ajustador”: el ministro de Economía y precandidato presidencial de Unión por la Patria, Sergio Massa.

Eso sí: si gana la oposición en las urnas, tal y como ocurre en Jujuy, cortarán rutas, sitiarán provincias e incendiarán parlamentos. Porque el “ajuste” de “la derecha” es malo. El “ajuste” del kirchnerismo, en cambio, es la bendición encarnada de la justicia social más consagrada.

Alienado es el discurso de la vocera, que niega la crisis y el hambre, y culpa de todo a los opositores actuales. Y también a los de hace dos décadas. Alienado es el discurso del jefe de Gabinete, que no tiene nada que observar de la administración de las finanzas públicas, sino que reduce todos los males a una monocausalidad atávica: el clima. Si no hubiera sequía, ¿seríamos prósperos?

Alienado es el discurso del sindicalismo, que ya ni siquiera promete progreso a los trabajadores. La irrupción del peronismo, en la década del 40, significó darle a la masa obrera argentina un líder (Juan Domingo Perón), un discurso (independencia económica, soberanía política y justicia social) y una institución (el sindicato). El trabajo se convirtió entonces en un ordenador social: los desclasados dejaron de ser tales. No eran de clase alta ni de clase media, pero sí de clase obrera. Ahora, cada vez más de ellos se suman a la “clase pobre”.

El gremialismo ya ni siquiera promete al trabajador algo mejor si hay un quinto gobierno “K”: sólo se compromete a que no le prenderá fuego al país. Podrán seguir hundiéndose socialmente, pero con tranquilidad. En otros términos, la promesa gremial de más kirchnerismo es: “venimos en paz”.

Marte gobierna. Por las dudas, que a nadie se le ocurra una suelta de palomas...

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