01 Sep 2021
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Imagen ilustrativa

En la terapia sexual, una de las consultas más frecuentes por parte de las mujeres –y las personas con vulva- tiene que ver con la dificultad para alcanzar el orgasmo. La “anorgasmia” se define como la inhibición recurrente y persistente del orgasmo, manifestada por su retraso o ausencia después de una fase de excitación, en el marco de una actividad sexual adecuada en cuanto al tipo, la intensidad y la duración.

Clásicamente se han distinguido distintos tipos:

- Anorgasmia primaria: cuando la mujer nunca obtenido un orgasmo, ni por coito, ni por estimulación oral o manual, ni mediante la masturbación.

-Anorgasmia secundaria: cuando, luego de una época de haber tenido orgasmos con frecuencia, la persona deja de experimentarlos de forma sistemática.

-Anorgasmia situacional: en aquellos casos donde se puede alcanzar el clímax, pero sólo en determinadas circunstancias o con determinados/as compañeros/as.

-Anorgasmia en coito: una categoría hoy desechada por heteronormativa y coitocentrista, pero que todavía impacta y produce malestar en muchas. Alude a la dificultad que presenta un número considerable de mujeres -cerca del 70% de las practican el coito vaginal- para llegar al orgasmo durante la penetración.

¿Lo estaré haciendo bien?

Se observan algunos rasgos comunes entre las personas a quienes aqueja esta dificultad, que serán parte del material para trabajar en la terapia sexual. En primer lugar, y algo que también se advierte en otras disfunciones sexuales: la auto-observación del comportamiento sexual. O sea que en lugar de poner la atención en lo que están experimentando, se van a la mente, donde asumen un rol de “observadoras” de lo que ocurre. Lo que las saca del momento presente y de lo sensorial y las lleva a un plano puramente mental, en el que surgen pensamientos obsesivos y repetitivos del tipo “¿Lo estaré haciendo bien?” Además, suelen relatar que las invaden otros pensamientos, que califican como “distractores”: ideas que se les “cruzan” y que nada tienen que ver con lo sexual. De alguna forma se esfuerzan en mantener el control de la situación y les cuesta entregarse verdaderamente, “abandonarse” a sus sentimientos y sensaciones.

Con frecuencia estas mujeres se permiten y/o reciben poca estimulación clitorídea. De hecho son personas que no se masturbaron o que lo hicieron poco y sin placer. Y al ahondar en las causas, es probable encontrar que reprueban la masturbación, argumentando ciertos preceptos morales y/o religiosos. Por lo mismo, hay casi una imposibilidad de fantasear o una actividad muy pobre en este sentido.

El orgasmo se aprende

La desinformación es otro factor característico de esta y otras disfunciones sexuales. A su vez, es frecuente en las personas con anorgasmia el no permitirse comportamientos diferentes y experiencias nuevas, que podrían llevarlas a gozar más.

La mayoría de los tratamientos se basan en la premisa de que el orgasmo es una función aprendida (“a orgasmar se aprende”). La idea de que la actividad sexual forma parte de un aprendizaje -es decir, de un camino de autoconocimiento, de exploración y de experimentación, de incorporar técnicas que faciliten el goce sexual- es un concepto bastante nuevo, que echa por tierra las creencias de muchísimas personas que han sido criadas en la convicción de que el sexo era algo natural y espontáneo, al que poco se le podía agregar. ¡Qué alegría que no sea así!

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.