Sexo y cocaína

15 Nov 2014
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Imagen ilustrativa

La cocaína, que en un principio fue utilizada como anestésico local, tuvo fama durante mucho tiempo  -y la conserva todavía entre un vasto público- de ser un poderoso afrodisíaco. Quienes la consumen dicen sentirse más seguros, desinhibidos, enérgicos, empáticos y atractivos, con la libido y la sensualidad a flor de piel. Según ellos mejora el rendimiento y auspicia encuentros sexuales excepcionalmente placenteros y excitantes. ¿Es esto cierto? Sí, pero sólo en parte: al tratarse de un estimulante del sistema nervioso central, puede facilitar una transmisión más eficiente de las conexiones nerviosas, por lo que son comunes los estados de euforia general, el incremento de las sensaciones y las alteraciones en la percepción. Por eso no es extraño que también la percepción de la experiencia sexual se vea intensificada. Pero es un efecto efímero y que, al disolverse, se vuelve en contra, como un búmeran: produce un gran cansancio y profundos sentimientos de vacío y depresión (de ahí que el índice de suicidio entre los cocainómanos sea muy alto). Por eso muchos consumidores buscan, mediante dosis mayores, neutralizar esta caída (o evitarla), lo cual empeora la situación y conduce a que más rápidamente aparezcan los efectos no deseados. Un círculo vicioso, la antesala de un verdadero infierno.

Disfunciones múltiples

Es muy común que los consumidores crónicos de cocaína presenten disfunciones sexuales: deseo sexual disminuido o ausente, problemas de erección y de eyaculación, priapismo (erección sostenida y dolorosa), dificultades para conseguir el orgasmo y, en las mujeres, la imposibilidad de lograr estados de excitación adecuados (algunas manifiestan sentirse casi “muertas” de la cintura para abajo). El consumo prolongado desencadena, indefectiblemente, un deterioro del funcionamiento sexual en general, que es consecuencia a su vez del deterioro progresivo que esta sustancia produce en el sistema nervioso. 

Por otra parte, las personas adictas a esta droga suelen obsesionarse  (y emplear casi todo su tiempo y energía) en satisfacer su necesidad de acopiarla y su deseo de consumirla, dejando de lado casi por completo cualquier otra actividad (y esto incluye la vida sexual). Y hay otra cuestión muy cierta: la cocaína, como otras drogas, enferma y debilita el cuerpo todo, lo cual genera por añadidura una pérdida de interés en el sexo (consecuencia también de la imposibilidad de reproducir las intensas experiencias que en los primeros tiempos proporciona esta sustancia).

El crack, un derivado de la cocaína que se ingiere fumando, es aún más peligroso: como por su forma de ingestión llega al cerebro en pocos segundos, los ciclos de euforia y depresión se aceleran, lo que facilita todavía más la posibilidad de contraer una adicción.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.