Fluidez sexual

21 Jun 2020
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Kristen Stewart

A principios de los años noventa, Lisa Diamond, psicóloga y feminista estadounidense, comenzó a seguir la evolución de un grupo de casi 100 mujeres –de entre 18 y 25 años- que se autodefinían como lesbianas, bisexuales o “no etiquetadas”, sin reconocerse ninguna como heterosexual.
La profesora de la Universidad de Utah se proponía analizar de qué manera la orientación sexual de estas personas gravitaba en diferentes aspectos sociales, qué problemas encontraban, cómo se comportaba la gente de su entorno, qué relaciones de pareja establecían y cómo iban adaptándose en la transición de la juventud a la madurez. Pero surgió una observación inesperada: durante los trece primeros años del estudio, dos tercios de las mujeres cambiaron la definición de su orientación sexual. Algunas pasaron de bisexuales a lesbianas, otras a “no etiquetadas”, algunas de lesbianas a bisexuales, e incluso unas cuantas se declaraban heterosexuales. Es más, un tercio de las mujeres cambió de definición dos o más veces durante esos años, y sólo se observó una mayor estabilidad entre el grupo que inicialmente se autodefinía como lesbianas.
“Fueron más las mujeres que cambiaron a una identidad bisexual o sin etiqueta que las que renunciaron a estas identidades; algunas mujeres bisexuales o sin etiqueta terminaron identificándose como lesbianas o heterosexuales. En general, la identidad más adoptada fue la no etiquetada”, escribió Diamond.

Ellos, no tan fluidos

De allí surgió la expresión “fluidez sexual” y la publicación del libro Sexual Fluidity: Understanding Women’s Love and Desire (“Fluidez Sexual: Comprensión del Amor y el Deseo de las Mujeres”). Entre las varias conclusiones del trabajo de Diamond se encuentran que el comportamiento sexual es, justamente, muy fluido, que la bisexualidad no es una transición hacia la homosexualidad, que en algunos casos la diferencia entre bisexualidad y homosexualidad es una cuestión de grado. En una palabra, que los términos deberían ser más laxos, especialmente en lo que respecta a las mujeres. (Entre las celebrities hemos visto con frecuencia esta “fluidez”: la actriz Kristen Stewart es uno de varios ejemplos).
Aunque sin datos en relación a los hombres, la autora afirmó que en ellos la fluidez parecería ser menor. Algo en cierta medida coincidente con un estudio de la Universidad de Toronto: hombres que se identificaban como heterosexuales u homosexuales se excitaron con pornografía heterosexual o gay, respectivamente. Las mujeres, en cambio, sin importar la orientación con la que se identificaban, se excitaron físicamente por un amplio rango de imágenes sexuales pornográficas, incluyendo hombre-hombre, hombre-mujer y mujer-mujer. Y, algunas, hasta con las imágenes de unos monos apareándose… aunque no lo admitieron.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.