Acerca de los pelos

07 Jun 2020
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Acerca de los pelos

Es evidente que hoy en día la depilación en las mujeres es una costumbre bastante extendida (y con cada vez más adeptos entre los hombres). Convive con un movimiento opuesto: volver a lo “natural” y no dejarse arrastrar por la exigencia de los cuerpos lampiños (varias celebrities en la alfombra roja han mostrado orgullosas sus axilas sin intervenir). Lo cierto es que ni depilarse ni renunciar a hacerlo son novedad. Estas modas se han ido alternando a lo largo de la historia y de las diferentes culturas.
En el antiguo Egipto, por ejemplo, ambos sexos se afeitaban el vello púbico, hábito que también adoptaron las matronas de Grecia y Roma. En Grecia, la esclava encargada de depilar a sus amas se llamaba paratiltria.
Había diversos métodos para eliminar el pelo: la piedra pómez, una cuchilla u otros procedimientos para arrancarlo de raíz. Los sajones utilizaban pinzas de metal y procedían pelo a pelo, mientras que algunos aborígenes americanos recurrían a conchas de almejas.
Un antecedente de la moderna depilación con cera era cubrir la zona deseada con brea o miel y jugo de limón hervidos, y luego retirar el producto una vez seco. Algo similar hacían los turcos medievales mezclando miel con trementina.
También había sustancias depilatorias que disolvían o quemaban el vello. Un famoso menjunje romano, que recibía el nombre de psilothrum, consistía en un blend de resina y aceite. Otros empleaban ingredientes tales como grasa de asno, bilis de cabra o sangre de murciélago. Ciertas pociones contenían arsénico, cal viva o lejía. 
En la Francia del siglo XVI la depilación del pubis se recomendaba a veces como tratamiento contra la histeria. Y en algunas sociedades islámicas se preparaba a las mujeres de la misma manera antes de la boda. Pero muchas de ellas se sentían extrañas sin pelo y “camuflaban” el área con henna. 

Vello prehistórico

Es sabido que el hombre y la mujer primitivos tenían el cuerpo cubierto de pelos. Al parecer, cuando la posición frontal –cara a cara- en las relaciones sexuales comenzó a prevalecer, habría empezado esta caída progresiva del vello corporal. La preferencia por la postura del “misionero” en la mayoría de las culturas (se puede observar en las vasijas de las tribus precolombinas) guarda además relación con el hecho de que los seres humanos hemos desarrollado casi todas las zonas erógenas y signos sexuales en la parte frontal del cuerpo.
Por mucho tiempo se creyó que la desaparición del vello evolucionó para ayudarnos a mantener una adecuada temperatura corporal durante el día cuando bajamos de los árboles y empezamos a cazar en las calurosas llanuras africanas. Una idea más moderna sostiene que este cambio fue una estrategia evolutiva para solucionar el problema de las pulgas (rascarnos constantemente mientras sudábamos buscando alimento podía favorecer que los parásitos se nos instalaran y pusieran en riesgo nuestra supervivencia). Total, al frío ya lo teníamos conjurado: habíamos descubierto el fuego. 
Pero ¿por qué todavía conservamos pelo sobre todo en la cabeza, la barba y la zona de los genitales? Las hipótesis apuntan al cortejo y la atracción sexual. Respecto del vello púbico, se ha argumentado que cumple una función de amortiguación y que perdura como una especie de guía para orientarnos en la oscuridad. Otra teoría afirma que mantiene y dispersa las estimulantes feromonas, sustancias químicas que cumplen un papel clave en la atracción, el deseo y la receptividad sexual.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.