La sensual melancolía

15 Mar 2020
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La sensual melancolía

“La melancolía es el placer de estar triste” dijo Victor Hugo. La aguda intuición del poeta para definir tan particular estado de ánimo también se refleja en el hecho de utilizar la palabra “placer” conectada a la melancolía.
Porque, si bien la cultura popular –y con razón- recomienda la sonrisa como una buena técnica para seducir y potenciar el atractivo, también es innegable que a lo largo de la historia se ha distinguido a la melancolía como un estado capaz de transmitir sensualidad. Así han logrado captarlo –en una pose, un gesto, una mirada- muchas obras de arte y fotografías de gran belleza. Y es que… ¿quién no se ha sentido especialmente intrigado por el encanto de una persona silenciosa, que no sonríe y que parece estar absorta en sus propios pensamientos y penas, desapegada, ajena a lo que está ocurriendo?
Se han planteado distintas hipótesis para el explicar el porqué de este magnetismo. Explicación que involucra diferentes planos de la naturaleza humana: ciertos aspectos de nuestra psicología, pautas culturales y hasta lo arquetípico de esta emoción, que hace que rápidamente podamos proyectar nuestra propia “sombra” en ese ser que está sufriendo… como nosotros.

Rasgos irresistibles

Ciertos rasgos característicos del estado melancólico parecieran ser la clave de su atractivo. En primer lugar, el halo de misterio que envuelve a estas personas, su “estar en otra parte”, los hace adoptar una actitud ausente pero también profunda. Sumado a la vulnerabilidad que enmarca este cuadro y que suele despertar sentimientos de ternura y deseos de protección. Un impulso que muchas/os experimentan como excitante.
Además, quien está inmerso en la melancolía da la impresión de encontrarse en contacto estrecho con aquellas cuestiones existenciales que a todos nos tocan. De ahí que con facilidad generen empatía, ya que su estilo contemplativo bien puede remitirnos a nuestra propia posición ante la vida. Lo que favorece la sensación de estar verdaderamente conectados con el otro, y en un sentido trascendente. Algo que, para los “buscadores”, puede volverse irresistible.
Por último, otro ingrediente que aportaría a la sensualidad del melancólico es el “extravío”. En relación a una mirada perdida, lejana, que estimula la curiosidad, el interés por conocerlo, por saber adónde se ha ido en sus pensamientos. Y emprender el desafío de traerlo de vuelta, junto a nosotros.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.