Transexuales de otros tiempos

18 Ene 2020
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Transexuales de otros tiempos

Aunque en nuestro país existe una Ley de Identidad de Género desde el año 2012 –de hecho, una ley muy de vanguardia, comparada con las de otros países-, no es novedad que los prejuicios, la discriminación, la violencia y el atropello a los derechos de las personas transexuales aún existe. Al margen de la ley, como en tantas otras áreas.

Pero esto no ha sido siempre así, al menos no en todas partes: muchas culturas primitivas supieron integrar perfectamente a las personas transexuales. Es el caso de la tribu norteamericana de los mohave. Allí los hombres que deseaban vivir como mujeres recibían el nombre de alyhas. A menudo se casaban, pero cumplían el papel pasivo en las relaciones sexuales. Estas mujeres ignoraban a toda costa sus órganos sexuales masculinos y llamaban clítoris al pene, labios vaginales al escroto y vagina al ano. Casi se excedieron en su afán: cuando encontraban marido, se cortaban la cara interior de los muslos para simular la sangre menstrual y, después de las relaciones sexuales, colocaban bolas de hierba debajo de sus vestimentas a modo de embarazo. Después, defecaban en posición obstétrica y el “niño” se consideraba mortinato.

¿Ciencia ficción, novelería pura? En absoluto: los mohave pensaban que las alyhas eran seres sobrenaturales habitados por los espíritus masculino y femenino a la vez y que, por ese motivo, tenían el don de sanar. Los hombres transexuales también eran aceptados, por las mismas razones y, si bien cumplían con ciertos tabúes relacionados con la menstruación, podían vivir y trabajar como varones.

En algunas tribus de Siberia, en cambio, se tenía por brujas a las mujeres transexuales y se las hacía responsables de desencadenar fuerzas destructivas. El proceso de pasar de hombre a mujer comenzaba por trenzarse el pelo como una chica, luego usar vestimentas femeninas y por último vivir enteramente como una mujer. La transformación de mujer a varón también era posible, salvo que aquí contaban con la ayuda de un pene artificial fabricado con la pata de un reno y sujeto a una correa.

De dioses y de hombres

Los antiguos griegos estaban familiarizados con los transexuales. De hecho, el término “hermafrodita” proviene de Hermafrodito, hijo de Hermes y Afrodita, quien pidió que se le fusionase con la ninfa Salmacis para no separarse nunca más de ella. Y algunos hombres eran travestis declarados: el poeta Agatón solía mantener a muchachos ataviados con largos vestidos de mujer, túnica y capa de color azafrán, el pelo sujeto con una redecilla y botas de taco alto. Los transexuales tenían incluso su propia divinidad tutelar: la Venus Castina.

En Frigia -en la actual Turquía-, los sacerdotes consagrados al dios Atis se cortaban los testículos y vivían como mujeres; algunos iban más allá y se arrancaban el pene.

Y muchas leyendas cuentan cómo los dioses cambiaban el sexo de los seres humanos. Famosa es, por ejemplo, la de Tiresias, adivino de Tebas, que fue transformado en mujer por matar a una serpiente hembra. Tiresias desempeñó su papel femenino y descubrió un gran secreto: que el goce sexual de la mujer era muy superior al del hombre, por lo que fue condenado a recuperar su naturaleza masculina.

En la India están las hijras, quienes se refieren a sí mismas en femenino, visten ropas de mujer (algunas están castradas) y se consideran pertenecientes a un tercer género. Han gozado de reconocimiento social a lo largo de la historia: durante el Imperio Mogol ejercían de cuidadoras de los hijos del emperador y de consejeras de Estado, además de tener amplias propiedades y sirvientes. Pero con la llegada del Imperio Británico, fueron condenadas al ostracismo. Sin embargo, su influencia en las clases populares sigue vigente: se cree que tienen el poder de favorecer –o impedir- la fertilidad y también se acude a ellas para el mal de ojo o para obtener su bendición antes de una decisión importante.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.