Mirarnos a los ojos

08 Dic 2019
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Mirarnos a los ojos

Con frecuencia las personas dicen sentirse “desconectadas” de su pareja. Y no es que esté “todo mal”: hay afecto, relaciones sexuales, no demasiadas discusiones… pero aún así pareciera que la cotidianeidad, las cuestiones domésticas, el trabajo, los hijos, etcétera, demandan atención de tal manera que queda poco tiempo y energía para el vínculo. Al menos para alimentarlo a nivel de intimidad, cercanía, presencia.
Con el objetivo de favorecer la “reconexión” -o mantenerla- existe un ejercicio para realizar en pareja, bastante sencillo y que no requiere demasiado tiempo ni condiciones extraordinarias. (Sin embargo no es raro que de movida genere resistencia).

Respiración y contacto

Es necesario contar con aproximadamente quince minutos de tranquilidad. Lo mejor es estar solos o seguros de que nadie ni nada va a interrumpir. Apagar la televisión y los celulares, buscar un lugar de la casa que resulte placentero y con una temperatura agradable. Sentarse uno frente al otro –en asientos confortables, también puede ser en el piso- y colocarse a una distancia tal que puedan mirarse a los ojos de manera cómoda.
Lo primero es respirar profundamente durante unos minutos, al unísono, buscando la sincronía. Y luego, sin ningún tipo de objetivo en la mente… mirar al otro a los ojos. Es muy importante recordar –y tener claro de antemano- que no hay que hacer nada ni tener expectativas. Solo estar presente, siguiendo la respiración y sosteniendo el contacto visual.
Si en un momento dado una de las partes siente que está buscando algún tipo de reconocimiento, o que desea comunicar amor o aceptación al otro, debe retener la energía unos instantes, aceptar y darle lugar a esa necesidad… y volver al estado de simple presencia. Pueden surgir temores, ansiedad o sentimientos negativos que intenten quebrar el estado de presencia y el contacto con uno mismo y con el otro. En ese caso, la consigna es tomar conciencia de estos sentimientos, no negarlos, pero continuar respirando y manteniendo la mirada. Seguir ahí.

¡Qué difícil!

Las primeras veces es aconsejable mantener el contacto visual por lo menos durante cinco minutos, que se irán extendiendo a medida que se gane soltura. Una vez finalizado el ejercicio, es bueno estar abiertos a establecer cualquier contacto físico que surja de modo espontáneo (un abrazo, una caricia, un beso). Y, por supuesto, a hablar –si se siente- sobre la experiencia.
A muchos esta práctica puede resultarles agobiante. Y es que abrirse a la mirada de otro mientras expresamos o sentimos emociones que nos dejan vulnerables no es nada fácil. Así, puede experimentarse timidez, temor, falta de confianza, vergüenza, enojo y otras sensaciones incómodas o inquietantes.
Lo importante es no ser tampoco demasiado estrictos y recordar que nuestra cultura nos ha impuesto enormes prohibiciones sobre el contacto visual y lleno de significado. En más o en menos, casi todos estamos condicionados a ocultarnos un poco, incluso frente a los que más queremos y necesitamos.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.