30 Jun 2019
1

Wes Bentley en "Belleza americana"

La palabra “embeleso” no es frecuente en el lenguaje popular, aunque sí en letras de canciones, ya sea en viejos boleros, en alguna zamba de nuestro folklore o, incluso, en un pegajoso reggaeton. 
Pero lo que seguro no ha prescripto es el estado emocional que este vocablo define: aquel que invade a una persona al experimentar un placer, una admiración o una alegría tan intensos que no puede pensar ni sentir nada más. “Embelesar”, dice la Real Academia Española, es “arrebatar o cautivar los sentidos”.
Este tema es abordado por Paul Bloom, el famoso psicólogo canadiense-estadounidense, profesor de Psicología de la Universidad de Yale, en su libro “La esencia del placer”.
Al parecer, los casos más típicos de “embeleso” son los de contacto con lo divino. La conversión de Pablo en el camino de Damasco luego de ver una luz cegadora es un ejemplo emblemático. También existe un relato muy detallado al final de Bhagavad Gita –el más importante texto religioso de la India-, cuando el protagonista, Aryuna, le pide a Krishna la gracia de ver el universo por sí mismo, de modo que le es concedida la “visión divina”. Entonces, Aryuna ve dioses, soles y el espacio infinito: “cosas que nunca había visto antes, y estoy dichoso y en éxtasis; sin embargo, el miedo perturba mi mente”.
Estas emociones pueden estar también vinculadas a experiencias no divinas. Ya en 1757, el filósofo irlandés Edmund Burke se refirió, en su célebre tratado sobre estética, a “lo sublime”, relacionado a una sensación que nos embarga al oír un trueno, contemplar el arte o escuchar una sinfonía. Señalaba dos características de lo sublime: la intensidad y lo misterioso.

Asimilar lo inmenso

Es claro que hoy en día los vehículos del embeleso son más variados todavía. Al respecto, Dacher Keltner, reconocido profesor de Psicología de la Universidad de California, Berkeley, señala que cuando les pregunta a sus estudiantes acerca de sus historias en este sentido, ellos/as hablan de música, arte, del contacto con personas famosas y destacadas, de ciertas experiencias perceptuales. También refieren estados de meditación, oración y vivencias sagradas. Otros evocan lo que sintieron frente a imponentes paisajes, al bailar en medio de una multitud en un recital o estando “colocados” con ácido. Desde luego, las experiencias sexuales –aunque no todas- suelen integrar la lista de “embelesos”.
¿Qué tienen en común estas vivencias? Keltner hace hincapié en la inmensidad –física, social, intelectual o de otro tipo- y la adaptación, es decir, el esfuerzo que debemos hacer para asimilar esta inmensidad. (“A veces hay tanta belleza en el mundo que siento que no puedo soportarla, y que mi corazón simplemente va a rendirse”, decía, emocionado, el vecino freak de “Belleza americana”, mientras veía una bolsa de plástico que parecía bailar llevada por el viento). 
Y es que, cuando el embeleso se apodera de nosotros, nos sentimos pequeños, lo que se refleja en ciertas respuestas físicas que por lo general acompañan la experiencia, como caerse, inclinarse, arrodillarse, hacerse un ovillo o estallar en llanto.

Comentarios

Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.