Una fantasía masculina

27 Abr 2019
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En el año 2009, Patricia Hawley y William A. Hensley, del departamento de Psicología de la Universidad de Kansas, realizaron una investigación –entre estudiantes universitarias/os- destinada a ahondar en las fantasías sexuales de dominación y sumisión. ¿Los resultados? Curiosamente, la preferencia por las fantasías de sumisión fue mayor en los hombres que en las mujeres. Y algo más: los hombres se inclinaban también en mayor medida por las fantasías de dominación femenina. De hecho las mujeres manifestaban poco interés en jugar un papel agresivo en los encuentros sexuales. Y fantaseaban con la dominación masculina significativamente más que ellos mismos.

Sumisión

Similares datos arrojó el estudio de Brett Kahr, uno de los más prestigiosos psicoterapeutas del Reino Unido, publicado en el año 2010. Su libro “Sexo y fantasías” fue resultado de una de las mayores investigaciones realizadas en torno a este tema (aunque la muestra estaba exclusivamente compuesta por británicas/os, fueron más de 19.000 los testimonios).

Allí también se reveló, como una de las principales fantasías entre los hombres heterosexuales, la de “ser sexualmente sometidos”.

Las fantasías de sumisión en las mujeres no representan una novedad, pero sí en el caso de los varones. Porque echan por tierra el tradicional estereotipo de hombre activo, dominante, nunca sometido. Y es que, ¿cómo imaginar que, secretamente, más de uno desea que el control esté en manos de la mujer?

Causas

La experta en sexualidad humana y educación sexual -Sylvia de Béjar- sostiene que diversas causas pueden explicar la frecuencia de estas fantasías masculinas. Aclara que no están relacionadas -necesariamente- con el hecho de haber sufrido abusos en la infancia y que casi nunca implican una patología. “Tal vez sean el resultado de una necesidad de bajar la guardia, de no tener que tomar siempre la iniciativa y olvidarse del rol de hombre fuerte y varonil que ha de asumir en la vida cotidiana”, afirma. Otra hipótesis es que, a través de estas fantasías, el hombre encuentra una manera de librarse de la culpabilidad que le generaría ser sexualmente agresivo o de conjurar sus temores de constituir una amenaza para la mujer. La citada autora concluye: “si él es el sometido, no puede dañarla y puede entregarse a cualquier juego sexual sin responsabilizarse de ello ni causarle mal alguno”.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.