La postura clásica

05 Ene 2019
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La postura clásica

Al hablar de las diferentes posiciones posibles en relaciones sexuales -entre un hombre y una mujer- se dice que la de “el hombre arriba” es, de todas, la más practicada en el mundo y también la clásica de la iniciación sexual.

Créase o no, durante mucho tiempo, por influencia religiosa, se la consideraba la forma más “adecuada” y “normal” de hacer el amor. Tanto, que hasta llegó a afirmarse que cualquier otra era antinatural, impropia y, en algunos lugares, hasta ilegal y por lo tanto, punible. 

Ha sido bautizada con diferentes nombres. En la Toscana se la llamaba “la postura angélica” y los árabes hablaban de “copular a la manera de las serpientes”. Pero la denominación más popular es la de “postura del misionero”. No se sabe quién acuñó la expresión pero al parecer comenzó a usarse en la década de 1960. Se dice que los misioneros imponían esta costumbre a los aborígenes cuando los evangelizaban. Supuestamente los nativos se inclinaban por otras “figuras” que, a los ojos de los misioneros, eran un tanto salvajes. Y algunos especulan con que parte del motivo de impulsar este cambio era que “el hombre arriba” favorecía la procreación y estimulaba menos el placer.

Pros y contras

A pesar de tener fama de aburrida -justamente por tradicional- la postura del misionero tiene sus ventajas. En primer lugar, permite que los amantes se miren a los ojos, se besen, contemplen la expresión del otro al gozar (facilita, además, la comunicación verbal). Algunas mujeres la encuentran óptima por ciertos efectos estéticos, como aplanar la panza y hacer un momentáneo “lifting” facial.

Lo que es indudable es que aquí ellas están bastante limitadas en su accionar (más si se trata de un compañero corpulento). El hombre, en cambio, es el que más puede controlar la performance: ángulo, profundidad, movimientos, ritmo. Pero, al mismo tiempo, es quien más debe trabajar: si no está en un buen estado físico puede llegar a cansarse antes de tiempo o terminar con dolores musculares.

A causa de la tensión que el hombre debe poner en juego para mantener el peso sobre sus codos o rodillas, el control eyaculatorio puede verse obstaculizado. Por lo que no sería la postura más recomendable para los que presentan dificultades en este sentido (como tampoco, por razones obvias, para las mujeres embarazadas). 

Por otra parte, la estimulación orientada al placer femenino no es tan sencilla en “el misionero”. Algo que puede subsanarse colocando un almohadón atrás, debajo de la cintura, de manera que la pelvis quede un poco más elevada.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.