Violación y creencias erróneas

15 Dic 2018
1

Jamie Dorman en "The Fall"

Con gran coraje miles de mujeres alrededor del mundo vienen alzando su voz para denunciar los acosos, abusos y violaciones que sufrieron en silencio, clandestina y vergonzantemente, por parte de hombres cuyas aberrantes conductas quedaban impunes. El efecto es notable y simétrico: las fuertes declaraciones resuenan, como reacción, en otras mujeres quienes, sintiéndose ahora acompañadas, se animan a contar también su historia.

El foco mediático en estos temas tan sensibles, dolorosos… tan proclives a ser negados dado el temor y el rechazo que nos generan, reactualizan las muchas creencias erróneas que, al respecto, aún persisten en nuestra cultura.

Culpar a la víctima

Producto del histórico machismo, una de las más peligrosas y antiguas tendencias frente a estos hechos es culpar a la mujer. “¿Cómo iba vestida?”, “¿qué pretendía después de sacarse esas fotos?”, “se lo buscó por provocadora”, “¿y por qué aceptó encontrarse con él?”, “¿por qué no se resistió con más fuerza?”, “convengamos que no era ninguna santa”. Tristemente todavía se escuchan frases de este tipo (o se leen, en anónimos comentarios en Internet). Es la llamada “revictimización” de la víctima: a lo ya sufrido -que es atroz- se le agrega un daño adicional. Esto es, el sentirse cuestionada, puesta en duda, desacreditada, humillada. Y es la razón por la que muchas mujeres no hacen la denuncia; algunas ni siquiera lo hablarán con las personas de su confianza, por temor a ser juzgadas, estigmatizadas. Así, un gran porcentaje decide “olvidar” lo sucedido, negarlo… y seguir adelante de alguna manera. Lo que es peor, muchas se culparán a sí mismas por lo que les pasó.

¿Cómo ocurre?

La típica representación social en torno a las violaciones es bastante cinematográfica. Una mujer camina a la noche por calles solitarias y, de repente, un desconocido la ataca. Por supuesto que situaciones así, lamentablemente, ocurren. Y por eso es que las mujeres hemos llegado a naturalizar el hecho de no poder andar solas a cualquier hora. Sin embargo, en la mayoría de los casos el agresor no es un desconocido sino que forma parte del círculo de familiares y amigos; del ámbito de la escuela, la facultad, el trabajo. Y esa es la gran coartada de los que violan o abusan en esas circunstancias, porque sus terribles actos ocurren mezclados con otra parte -“normal” y cotidiana- de la vida de sus víctimas, donde ellos participan, mostrando una verdadera “doble cara”. Situación que favorece los secretos y, desde luego, agudiza los daños.

Cosa de feos

Otro mito, bastante difundido, es que los hombres atractivos -por su belleza, su inteligencia, su fama, su dinero o su poder- no son capaces de cometer estos delitos, dado que “no necesitan” recurrir a algo semejante para tener sexo consentido con cualquier mujer.

Definitivamente, una concepción, además de falsa, peligrosa, porque supone de alguna manera justificar estos actos bajo la existencia de un irrefrenable impulso sexual por parte de algunos hombres “necesitados”. Y, por otro lado, implica ignorar que justamente estos sujetos encuentran placer en someter a otros, mediante coacción, fuerza o abuso de poder.

La excelente serie de televisión británica “The Fall”, refleja muy bien lo errado de estos estereotipos: Paul Spector, psicólogo dedicado, casado, con una hija y un hijo pequeños, fue interpretado por el atractivo Jamie Dorman. Spector no es un violador pero sí un asesino, que acecha y mata a mujeres con ciertas características, para satisfacer sus peculiares necesidades sexuales.

Comentarios

Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.