La palabra frigidez

11 Nov 2018
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La palabra frigidez

Superado ya en el lenguaje de médicos, psicólogos, sexólogos y educadores sexuales, el término “frigidez” todavía es usual en las expresiones populares. Por lo general empleado de manera peyorativa, estigmatizante y con una fuerte carga sexista. Su etimología tiene raíz latina y remite a “frialdad”. Por eso, “frígida” constituye una manera ofensiva de referirse a las mujeres que tienen alguna dificultad en su vida sexual. Su equivalente masculino sería “impotencia”, palabra que suele aplicarse a los que tienen disfunción eréctil (aunque a veces también a los de bajo deseo sexual).

Ambiguo e inespecífico

La palabra fue erradicada del vocabulario científico porque, además de su connotación negativa, “frigidez” resulta ambiguo, inespecífico. Y es que no precisa en cuál fase de la respuesta sexual está la dificultad. Lo único que hace es encasillar a la mujer con un adjetivo con el que corre el riesgo de identificarse.

La disfunción puede estar relacionada con una falta de deseo, es decir, un desinterés en el sexo y una ausencia de pensamientos eróticos. Otras veces la clave está en la excitación: quizás la mujer siente ganas de tener relaciones sexuales y fantasea con ello pero, llegado el momento, la excitación –lubricación vaginal y demás cambios fisiológicos que la acompañan- no se produce.

El problema puede radicar en el orgasmo: tanto en su ausencia como en la dificultad para conseguirlo, más allá de que exista el deseo, la excitación y la llamada “meseta” (el estado en que la excitación se mantiene constante y en un nivel alto que suele preceder al orgasmo).

En ocasiones el malestar se vincula con la presencia de dolor y/o de dificultades para que se produzca la penetración.

La aparición de cada una de las etapas de la respuesta sexual –empezando por el deseo- habilita a que, en condiciones adecuadas, se presente la siguiente. Y los obstáculos en una fase pueden terminar afectando el avance de este proceso. En este sentido, por ejemplo, la ausencia de deseo puede constituirse en un impedimento para que una persona se excite.


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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.