Amar demasiado
Dicen que aquellos/as a quienes buscamos para
formar pareja de un modo u otro nos remiten a alguno de nuestros progenitores. Y
que, si las coincidencias son muchas y negativas, es probable que ese padre nos
haya generado frustración. En efecto, los investigadores creen que los deseos
no cumplidos con personas importantes de nuestro pasado –y no solamente los
padres sino también, por ejemplo, compañeros/as de colegio muy populares, de
los/as que deseábamos estar cerca, pero que nos ignoraban o atormentaban– en
general dejan huellas en nuestro “mapa amoroso”. “Cada vez que perdemos a
alguien, inconcientemente internalizamos aquellos atributos que nos atrajeron y
así construimos una amalgama de los rasgos de los que fuimos despojados en el
pasado”, afirma el profesor Robert J. Sternberg, de
Robin Norwood, terapeuta de parejas norteamericana, teorizó acerca de aquellas historias de amor caracterizadas por el sufrimiento, hacia las cuales tienden muchas mujeres, verdaderas adictas al dolor emocional.
El perfil
La autora de “Las mujeres que aman demasiado”
plantea que, típicamente, se trata de mujeres que provienen de un hogar disfuncional
que no satisfizo sus necesidades emocionales. Es por eso que, habiendo recibido
poco afecto, intentan compensarlo indirectamente proporcionándolo ellas, en
especial a hombres que parecen, de alguna manera, “necesitados”.
En este sentido, al no haber podido convertir a
uno o ambos progenitores en seres atentos y cariñosos, esta mujer reacciona -como
si tocaran una tecla muy profunda de su persona- ante la clase de hombres
emocionalmente inaccesibles a quienes puede volver a intentar cambiar, por
medio de su amor. (No la atraen los hombres que son amables, estables,
confiables y que se muestran interesados; por el contrario, le parecen
“aburridos”).
Otro rasgo característico, para hacer frente al
terror de ser abandonada, es el de ser capaz de hacer cualquier cosa para
evitar que la relación se disuelva. Así, sostiene Norwood, “casi ninguna cosa
es demasiado problemática, tarda demasiado tiempo o es demasiado costosa si ayuda al hombre con quien usted está involucrada”.
Amigos/as confidentes de estas mujeres pueden llegar a sorprenderse –e
irritarse- al ver hasta qué punto están dispuestas a esperar, conservar
esperanzas y esforzarse más para complacer, aceptando –llegado el caso- mucho
más del 50% de la responsabilidad, la culpa y los reproches en esa y, en
general, en cualquier relación.
Es evidente que esta descripción habla de un amor
propio críticamente bajo: en el fondo subyace la creencia de no merecer la
felicidad.
Como cualquier adicción, iniciar un proceso de recuperación para cambiar este patrón de relaciones es todo un desafío que incluye psicoterapia y otros procesos orientados a sanar heridas afectivas muy profundas. Sin embargo, este es el camino, asegura la citada terapeuta “para dejar de ser una mujer que ama a alguien con una intensidad tal que resulta dolorosa, para empezar a ser una mujer que se ama a sí misma lo suficiente para evitar el dolor”.