El mito de Tiresias

22 Sep 2018
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Zeus y Hera

A menudo comprobamos lo difícil que resulta explicar ciertas experiencias. Como si en algunos casos el lenguaje verbal fuera insuficiente y no pudiera, ni remotamente, abarcar aquello a lo que alude.

La experiencia del orgasmo -y del placer sexual en general- se inscribe en esta categoría. Desde luego que abundan descripciones al respecto, de todo tipo de fuentes. Pero a fin de cuentas… ¿quién puede estar seguro de conocer lo que otro experimenta en un terreno tan misterioso?

En relación a la vivencia del placer sexual en hombres y mujeres, los antiguos griegos, como siempre, tienen un mito para ofrecernos. Es la historia de Tiresias, el célebre adivino ciego de la ciudad de Tebas (figura clave, entre otros episodios, en los descubrimientos que hiciera Edipo sobre su origen y destino).

Siendo joven, Tiresias se paseaba por el monte Cilene cuando sorprendió a dos serpientes apareándose. Sin razón alguna las separó y golpeó a la hembra con una vara, por lo que ésta lo castigó, convirtiéndolo en una mujer. Siete años más tarde, volvió a encontrarse con un par de serpientes en circunstancias idénticas e intervino de nuevo, matando esta vez al macho y recuperando así su condición de varón.

Como mujer, Tiresias llegó a ser una afamada prostituta y hasta parió a una hija, Manto, quien heredaría su clarividencia. También se dice que sirvió como sacerdotisa.

La revelación

El privilegio de haber vivido en cuerpo de hombre y de mujer (en una misma vida), le ganó a Tiresias el respeto de los dioses. Por eso fue invitado al monte Olimpo para arbitrar en una discusión entre Zeus y Hera acerca de quiénes experimentaban más placer sexual: los hombres o las mujeres. (Algunos sostienen que el origen de la discusión eran las recriminaciones hechas por Hera a raíz de las reiteradas infidelidades de Zeus, quien le decía que, como ellas disfrutaban más, ellos debían compensar esta falta con un mayor número de encuentros).

Tiresias debía entonces expedirse, ya que había tenido la oportunidad de apreciar las diferencias a lo largo de siete años. Su veredicto fue tajante: aseguró que el hombre gozaba una décima parte de lo que lo hacía la mujer. Su respuesta encolerizó de tal manera a Hera –había quedado expuesto “el gran secreto”- que lo castigó dejándolo ciego. Por su parte, Zeus se compadeció de él otorgándole el don de profecía y una larga vida.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.