En todo el cuerpo
William Masters y Virginia Johnson, allá por los
años sesenta, se dedicaron a observar miles de actos sexuales con el objetivo
de conocer lo que ocurría en el organismo durante la excitación sexual. De allí
surgió su paradigmática “Respuesta sexual humana”, obra fundamental en la
historia de la sexología.
Identificaron cuatro fases en esa respuesta –excitación, meseta, orgasmo y resolución- y describieron los cambios físicos que en ellas se producían. Concluyeron que, más allá del modo en que cada persona obtenga el placer, los órganos que intervienen son los mismos y su actuación es similar, por lo que siempre se producen determinadas reacciones fisiológicas: vasocongestión, aumento de la tensión muscular, incremento de la frecuencia respiratoria y cardíaca, entre otras.
Una experiencia subjetiva
A pesar de las mediciones de Masters y Johnson, siempre
que hablamos de sexo, obviamente, la subjetividad entra a jugar de lleno, por
lo que las vivencias pueden ser muy variadas. El orgasmo, por ejemplo, esos
gloriosos segundos donde la excitación llega a su punto máximo, se ha descrito
de muchas formas. Una de ellas, no tan conocida -y relacionada en particular a
las mujeres- es el llamado “orgasmo full-body” (o de cuerpo completo).
La característica de esta experiencia es que el
goce no se concentra exclusivamente en la zona de los genitales. Sino que, como
su nombre lo indica, se siente con igual intensidad a lo largo de todo el
cuerpo, de la cabeza a los pies.
Se ha sugerido que, para acceder a este fenómeno
tan placentero, es necesario un juego previo especialmente extenso –que incluya
masajes- y también la práctica de la respiración profunda al momento del clímax
(como colaborando con cada inhalación y exhalación a que las sensaciones
recorran el cuerpo).
Algunas mujeres lo experimentan cuando, por
algún motivo, se sienten ellas mismas sexies o sensuales; es decir, particularmente
conectadas con lo erótico y dispuestas a explorar eso que les ocurre. Para
otras, la llave del orgasmo de cuerpo completo es una fuerte conexión con la
pareja, no sólo a nivel sexual, sino también emocional y espiritual.