07 Jul 2018
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Sexo y duelo

Procesar la muerte de un ser querido es una de las vivencias más profundas y dolorosas que cada uno de nosotros experimentará, ineludiblemente, en algún momento de la vida. Una pérdida que a menudo acarrea la reacción depresiva aguda conocida como “duelo”.

Pero la muerte no es la única pérdida a la cual respondemos de este modo: cualquier corte importante –quedarse sin trabajo, la ruptura de una relación, de la buena salud, etc.- pueden desestabilizarnos y desencadenar un duelo. Un tema al que se refiere la orientadora sexual norteamericana Evelyn Resh, en su libro “Mujeres: sexo, poder y placer”.

Más allá de que no hay una manera correcta de experimentar este proceso y de que los tiempos y mecanismos de adaptación que las personas activan muestran muchas diferencias individuales, existe algo cierto: la sexualidad suele recibir el impacto de estos cimbronazos vitales.

Culpa de sobrevivir

Hablando de las mujeres, Resh expresa “en especial en un principio, la naturaleza abrumadora del dolor mantiene a la mujer lejos del acto de hacer el amor, el cual es vibrante y lleno de vitalidad. En otros casos, la mujer se ve invadida por la culpa de haber sobrevivido y esto no le permite dar la bienvenida al placer y en particular a la sensualidad que produce el contacto corporal completo piel con piel”. En efecto, cuando alguien sufre un luto profundo rara vez piensa en el placer y casi nunca expresa su sexualidad.

Por eso no es infrecuente encontrar parejas cuya sexualidad prácticamente se ha desvanecido tras la muerte de alguno de sus padres o hermanos. “Si él/ella se ha ido, ¿cómo voy a gozar?; ¿cómo puedo pensar en tener relaciones sexuales si él/ella ya no está?”. Este tipo de pensamientos -recurrentes, no siempre compartidos con la pareja- pueden generar un distanciamiento progresivo, dando lugar a una inercia de abstinencia sexual, que a veces se hace difícil remontar. Son situaciones delicadas que interpelan a las dos partes y las invitan a desplegar más que nunca una actitud amorosa y empática, de receptividad y cercanía.

El sexo es vida

Otras veces, por el contrario, las relaciones sexuales se inician en forma casi inmediata después de la pérdida (y hasta aumentan en su frecuencia), como una manera de “olvidar” o de retrasar el enfrentamiento con el dolor (típicamente cuando la pérdida de la pareja es por un divorcio o separación). “En estos casos, lo habitual es que no haya una entrega a la otra persona y que con ello aparezcan sentimientos de vacío, culpa o arrepentimiento”, señala Resh.

Análogamente, es bastante común que algunas personas experimenten, luego de asistir al velorio/entierro de un ser querido, fuertes deseos de tener relaciones sexuales. El cuadro es más o menos así: pasada la etapa de negación, en medio de una pena infinita y de los esfuerzos por mantener cierta compostura frente a los familiares y amigos… la persona se desmorona puertas adentro, frente al silencio que sigue al final de los rituales. En ese estado, el deseo inesperado de hacer el amor con la pareja o con un/a amigo/a que está cerca, es casi un impulso biológico. Como si el cuerpo reclamara un poco de vida después de la muerte.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.