El sexo tiene sus razones
¿Por qué las personas buscamos tener relaciones
sexuales? Es casi una pregunta retórica, ociosa. Obviamente, por múltiples
motivos. Sin embargo, al respecto, los psicólogos norteamericanos Sheree Conrad
y Michael Milburn –quienes acuñaron el término “inteligencia sexual”-
plantearon la importancia de saber distinguir cuándo nuestras razones para
hacer el amor son saludables y auténticas, y cuándo son en realidad
destructivas, para nosotros o nuestro partener sexual.
A veces se tienen relaciones sexuales por
cuestiones muy vitales: la excitación física, la búsqueda de placer y la fuerte
atracción hacia una persona son buenos ejemplos. Lo mismo que lograr el
objetivo de un embarazo o –en el extremo de lo utilitario- de conseguir
determinados propósitos (como los que buscan escalar laboralmente). En otros
casos lo que se pretende es una mayor cercanía o intimidad con el otro,
demostrarle nuestro afecto (y recibirlo nosotros).
Por otra parte, la excitación y la satisfacción
sexuales son experiencias muy gratificantes psicológicamente. Y esto hace que
muchos recurran a ellas para mitigar necesidades emocionales, como la de
sentirse amados, valorados, consolados o seguros. Algunos se sienten solos,
ansiosos y asustados, y buscan sosiego en los brazos de un amante. Es el
llamado “sexo de sustitución”: ese que, en realidad, es utilizado para llenar
necesidades que no son básicamente sexuales.
Conrad y Milburn advierten que cuando las
personas tienen sexo esperando resolver o curar problemas emocionales, pueden
provocar justo lo contrario. Lo más probable es que estas necesidades no tarden
demasiado en volver a la superficie (casi siempre, esto ocurre fatalmente justo
después del clímax).
Por eso, ser concientes de las razones que nos
conducen al sexo –tanto en general como en ocasiones concretas- resulta clave
para verdaderamente aprender de las experiencias sexuales. Y para tomar
decisiones cada vez más susceptibles de propiciar un aumento de nuestra
autoestima, en lugar de desgastarla.