Cuentas pendientes

23 Jul 2016
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"El hilo rojo"

Hace unos meses se estrenó en nuestro país –con bastante éxito y en medio del publicitado romance de sus protagonistas- la película argentina “El hilo rojo”. El drama gira en torno de la historia de amor de Manuel, un experto en vinos, y Abril, una azafata. Ambos coinciden en un vuelo y quedan absolutamente cautivados, pero el destino les juega una mala pasada y vuelven a encontrarse recién años después, cuando sus vidas han tomado otro rumbo y estar juntos significa romper la familia que han construido.

El título de la película alude a una leyenda oriental, según la cual un lazo invisible –un hilo rojo- mantiene unidas a las personas destinadas a estar juntas, más allá del tiempo, la distancia, las vueltas de la vida. El argumento, además de reforzar la idea, culturalmente arraigada, de las almas gemelas, se hace eco de un sentimiento que muchas personas albergan en relación con su pasado sentimental: las “cuentas pendientes”. Es decir, situaciones inconclusas que, como tales, generan inquietud –quizás no todo el tiempo, pero sí de manera cíclica- y favorecen la aparición de pensamientos de tipo “¿qué hubiera pasado si…?”. La confesión de amor que no nos atrevimos a hacer, el corte de una relación importante a la que no le dimos una última oportunidad, la infidelidad cometida que nos llevó a perder a quien en verdad queríamos, las relaciones sexuales que no tuvimos con alguien que nos gustaba mucho, son sólo algunos ejemplos.

Pasado perfecto

Este círculo que no se cierra entraña un peligro: puede convertirse en una carga pesada que nos impida avanzar. Ocurre que lo inconcluso –seamos conscientes o no- demanda nuestra energía. ¿Quién no lo ha experimentado de una u otra manera? Mientras buscamos un nuevo departamento para mudarnos, se nos hace difícil pensar en las vacaciones. Y si nos enfocamos en la organización de nuestro casamiento, es improbable que podamos abocarnos con igual eficacia a otras cosas. Así, las cuentas pendientes sentimentales implican un desgaste energético que puede paralizar a las personas durante meses y años… incluso toda una vida.

Pero existe otra trampa alrededor de esta cuestión: la película que se cuentan estos nostálgicos suele estar teñida de una gran idealización. Y es que respecto de aquello que no fue es fácil ser arbitrarios y recordar –y exagerar- lo positivo, minimizando los otros aspectos. ¿Qué posibilidad real podría competir con un cuento de hadas hecho a la medida de nuestras fantasías? El que se la pasa soñando despierto puede terminar convertido en un sonámbulo, ciego a las oportunidades verdaderas que se le presentan.

Hacer el cierre

Existen muchas maneras de cerrar estas situaciones inconclusas. A veces se presenta -como una sincronía jungiana- la chance de tener la conversación que quedó pendiente, de pedir perdón, de permitirse el coraje de la última llamada. Pero casi siempre el camino supone un trámite menos excitante. Una terapia, por ejemplo. Los gestálticos -y no sólo ellos- insisten en la importancia de darle un cierre a lo inconcluso, ponerle término. De ubicarnos en el ámbito donde en realidad transcurre siempre nuestra vida: aquí y ahora.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.