Experimentación sexual
Un rasgo característico de la niñez es su espíritu curioso
y ávido de nuevas experiencias. Por eso la conducta de los chicos ha sido
comparada con la de los científicos y los exploradores, dado su afán por hacer
ensayos y descubrimientos. Caminar por techos y cornisas, jugar con fuego,
revisar roperos y cajones “prohibidos”, desarmar artefactos, inventar recetas
de cocina, imaginar obras teatrales para representar frente a los adultos… y
tantos ejemplos más. Es notable: los chicos se animan a casi todo. No hay nada
que se sientan incapaces de hacer o de intentar. Pero, como bien sabemos, tarde
o temprano -a través de un proceso evolutivo complejo- la fantasía infantil es
progresivamente desalojada. Y así, el mundo “real” se impone, como parte de la
llamada “pérdida de la inocencia”, que tantas veces se ha invocado.
Aunque estos cambios son esperados y deseables en función de un sano ingreso a la vida adulta, no lo es abandonar del todo aquel espíritu lúdico, aventurero y creativo. Sobre todo en relación a ciertas áreas de la vida. La sexual es, sin duda, una de ellas.
Juegos de grandes
Los juegos sexuales no son sino los herederos de los juegos
infantiles. Por eso, así como la falta de juego en el niño no constituye
precisamente una buena señal, cuando un adulto se limita a repetir los mismos
rituales en la cama, sin atreverse a innovar, tampoco es un indicio demasiado
saludable.
En el caso de las parejas heterosexuales, uno de los rasgos
que puede estar revelando falta de creatividad erótica es el adoptar, para
todos los encuentros, la clásica “postura del misionero” (acostados, el hombre
arriba y la mujer abajo). Por lo general, quienes no exploran otras
posibilidades fuera de ésta, suelen tener ideas muy rígidas y estereotipadas
acerca de los roles tradicionales del hombre y la mujer (donde ellas carecen
absolutamente de poder en la relación). Se ha vinculado también al “misionero”
-siempre que sea la única postura elegida- con la inseguridad femenina respecto
del propio atractivo físico. De hecho, el aumento de peso en hombres y mujeres
explica a veces la reticencia de algunas parejas a experimentar.
Pero, independientemente de las variantes posturales,
¿cuáles son los “experimentos” más frecuentes que suelen practicar las parejas
para salir un poco de la rutina? Bañarse juntos, nadar desnudos, el sexo oral,
la pornografía, la lencería erótica, los juguetes sexuales y el sexo en ámbitos
diferentes al de la cama son sólo algunos ejemplos.
Como es sabido, las incursiones más osadas en lo que a
experimentación sexual se refiere, incluyen transgresiones tales como el intercambio
de parejas, los tríos y el sexo grupal. Un mundo que, si bien existe y tiene
sus adeptos, resulta poco menos que inconcebible desde lo moral para una gran
mayoría. O en todo caso, sólo permitido en el inofensivo nivel de las fantasías.