Fetiche
El término "fetiche" se empleó originalmente para designar los objetos o amuletos que usaban los africanos de Guinea y de las costas vecinas, a las que se les atribuía propiedades mágicas o sobrenaturales.
En el plano erótico, esta palabra hace referencia a un objeto que, investido de cierta significación al respecto, ayuda a incrementar el placer sexual. Existen, por cierto, miles de fetiches. La lencería femenina figura entre los más usuales. No es extraño: estas telas cubren las zonas erógenas de la mujer y, de alguna manera, actualizan con su "velo" toda la mitología acerca de lo inaccesible, vedado, prohibido y, en consecuencia, deseado del cuerpo femenino.
Las botas y los zapatos con taco alto tienen también un lugar de privilegio eróticamente hablando: bien sabemos lo atractiva y segura de sí que puede sentirse una mujer cuando lleva en los pies algo que le encanta.
Un rubro más sofisticado es el de las prendas confeccionadas con caucho, elegidas por muchos aficionados a los fetiches. Este material se pega a cada rincón del cuerpo, por lo que puede resultar especialmente excitante cuando lo cubre en su totalidad y no deja ver casi nada de piel. Así, la persona parece estar desnuda y, a su vez, vestida por completo. Estas vestimentas tienen además la virtud de acentuar los mejores "dotes" de quienes las usan y disimular los defectos.
Oscuro objeto del deseo
El cuero -sobre todo el negro y brillante- es uno de los más clásicos fetiches. Los expertos lo explican así: este "oscuro objeto del deseo" presenta cierta similitud con la superficie tensa de los genitales en estado de excitación, como así también con la piel cubierta de sudor. Y además de poseer las mismas bondades que el caucho, está dotado con connotaciones viriles. Por eso en la década del 60, los homosexuales estadounidenses lo adoptaron, junto con las cadenas y los grandes mostachos, como símbolos de ultramasculinidad.
Una obsesión
En un nivel patológico, el fetichismo -más común en varones que en mujeres- designa la desviación sexual que hace que una persona se excite de manera exclusiva con un objeto específico (ropa interior femenina, medias, zapatos, plumas, entre los más comunes). La fijación con el fetiche y la conducta compulsiva que produce le impiden al que padece el trastorno vincularse eróticamente de otra manera. Es decir que el objeto elegido -sostenerlo, acariciarlo, olerlo, frotarse con él, etc.- constituye el único camino para lograr satisfacción sexual. Por eso no es raro que en su ausencia se produzcan disfunciones eréctiles en el varón.
La obsesión puede también estar puesta en una porción del cuerpo, pero no como una simple preferencia (como cuando un hombre tiene cierta debilidad por las piernas, o los pechos, o la cola). Lo que sucede es que esa parte, por lo general considerada no erótica (los pies o las axilas, por ejemplo), es la única que tiene la capacidad de generar placer sexual. Por eso se habla en estos casos de "parcialismo".
El fetichismo suele comenzar en la adolescencia, aunque se piensa que el objeto-fetiche puede haber tenido ya una especial significación durante la primera infancia, a partir de un hecho particular que terminó en una estimulación sexual placentera.