06 Jul 2013
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Gentileza de: https://eltravelista.wordpress.com

En las culturas antiguas las principales deidades tenían que ver con la fertilidad: su protección auspiciaba buenas cosechas y buena caza. Y como uno de los símbolos más representativos de la fecundidad es el pene, no es extraño que numerosos hallazgos arqueológicos confirmen que todos los pueblos de la humanidad le han rendido culto. Han sido -y en algunas comunidades primitivas siguen siéndolo- falocéntricos.

En Córcega, por ejemplo, se han hallado ídolos gigantes con esta forma, que data aproximadamente del año 4000 a.C. Y en algunas regiones de China se halló una importante cantidad de penes de jade o cerámica, que los investigadores ubican por el 2000 a.C., y que se inscriben en el primitivo culto a los órganos sexuales.

Más aquí en el tiempo, los menhires, esos bloques de piedra hoy reunidos en su propio parque de Tafí del Valle (similares a los encontrados en otras regiones del planeta), encierran con gran belleza y misterio el mismo sentido religioso: el culto fálico y la fecundidad de la tierra.

Símbolos fálicos

A algunos dioses se los ha representado mediante órganos sexuales masculinos. En la India, el Língam era una deidad fálica simbólica ni más ni menos que de la creación cósmica.

En Japón encontramos el caso de Chimata-no-kami, el dios de los caminos, corporizado mediante un falo colocado en sus cruces o bifurcaciones. Algo similar ocurre con los "pilares sagrados" mencionados en muchos textos antiguos: eran también, al parecer, monumentos fálicos. De hecho, se cree que las columnas y los portales del templo de Salomón tenían esa forma. Al igual que el dios de dioses fenicio, Baal, reverenciado con apariencia de falo; y Asher, deidad suprema de los asirios, quien tenía dos "asistentes": Anu, el testículo derecho, y Hea, el izquierdo.

Otras simbologías alusivas son la estaca, el toro, el carnero, el macho cabrío, la serpiente, la antorcha y el fuego. Incluso algunos creen que la "llama eterna" vigilada por las vestales romanas encerraba este sentido.

Cruces y amuletos

El ankh o "cruz egipcia" (esa cuya parte superior tiene forma de óvalo) es una alegoría de la vida eterna y remite a una significación sexual: la parte inferior y los laterales simbolizan el pene y los testículos, mientras que el óvalo de arriba es una representación de la vagina. Otra cruz supuestamente fálica es la tau hebrea. De hecho, es frecuente la combinación de cruces y falos: en Italia, las tumbas etruscas estaban decoradas con cruces formadas por cuatro penes.

En la antigua Roma, el órgano viril era un signo de buena suerte, de ahí que muchas mujeres romanas poseían amuletos con su forma. Además, estatuas de dioses fálicos se erigían en los cruces de caminos para ser tocados al pasar y recibir su bendición. Y hasta en las casas existían lámparas de aceite con una estética similar, a fin de conjurar a los malos espíritus de la noche. Incluso se solían tallar penes en el mango de los utensilios domésticos, en la creencia de que su manipulación diaria traería prosperidad.

Tal vez el dios fálico más famoso sea el romano Príapo (hijo de Afrodita y Dionisios). Representado con una erección tan grande como todo su cuerpo, encarnaba la fertilidad y era además guardián de los jardines, por eso sus efigies se colocaban en los huertos para alejar a los ladrones.

Príapo era personificado como un enano, por lo que es probable que los actuales enanos de jardín, con su -notoriamente fálico- gorro rojo, sean su reminiscencia. Lo mismo que la popular creencia en la "ley de la L", que ve una relación inversamente proporcional entre la estatura de un hombre y el tamaño de su órgano sexual. El nombre de esta divinidad ha dado origen también al término médico "priapismo", que designa un estado anormal de erección sostenida y dolorosa.

Griegos y romanos celebraban muchas fiestas en honor de sus divinidades de la fertilidad. La de Venus era en el mes de abril: para ello se erigía sobre un carro un gran miembro viril cubierto de flores mientras las prostitutas se reunían desnudas en el interior del templo de la diosa.

Un santo muy popular

San Foutin, al parecer primer obispo de Lyon, contaba con muchos devotos en Francia e Italia hasta bien entrado el siglo XVIII. Su gran popularidad obedecía a la capacidad de curar milagrosamente la impotencia en los varones y lograr la fertilidad en las mujeres.

Las imágenes de este santo tenían un orificio a la altura de los genitales, por donde se introducía una estaca labrada con forma de pene. Las mujeres que iban a rezarle -para embarazarse o "resucitar" a sus maridos- sacaban virutas de este falo y con ellas hacían una infusión. Cuando la estaca se desgastaba, era reemplazada por una nueva.

No se sabe de dónde le vino a San Foutin la fama de obrar tales prodigios, pero muchos piensan que se trata en realidad de una divinidad fálica cristianizada.

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Psicóloga, sexóloga clínica y colaboradora de LA GACETA desde hace más de 10 años.