Matías Orlando: "Fue mi mejor año, pero sólo hasta ahora"

Matías Orlando: "Fue mi mejor año, pero sólo hasta ahora"

El “Deportista del Año 2013” recibió a LG Deportiva en Concepción.

“TOSTAO” EN FAMILIA. Matías en su casa de Concepción, donde vuelve cada vez que puede, acompañado por su hermana Mariana, su padre Gabriel (ex presidente de Huirapuca) y su otra hermana, Virginia. LA GACETA / FOTO DE OSVALDO RIPOLL “TOSTAO” EN FAMILIA. Matías en su casa de Concepción, donde vuelve cada vez que puede, acompañado por su hermana Mariana, su padre Gabriel (ex presidente de Huirapuca) y su otra hermana, Virginia. LA GACETA / FOTO DE OSVALDO RIPOLL
20 Diciembre 2013
Hace tres años, Matías Orlando dejó Concepción para instalarse en San Miguel de Tucumán y comenzar sus estudios de Ingeniería Agrónoma. Lo de “dejar” es una forma de decir: quienes han vivido allí, pueden dar fe que la “Perla del Sur” lo persigue adonde vaya. Tiene un algo, un no se sabe qué, que soslaya sus defectos y obliga a volver, aunque sea de vez en cuando. Ese particular hechizo afecta incluso a personas como “Tostao”, que durante casi la mitad del año se la pasó gastándole casilleros al pasaporte. Canadá, Las Vegas, Sudáfrica y Wellington son algunos lugares del globo en los que fue posible encontrar al jugador de Huirapuca, ataviado con alguna de las cinco camisetas de seleccionados nacionales que vistió esta temporada.

Igual, no hace falta irse tan lejos para extrañar el sur. “Por la facultad vivo en San Miguel, pero los miércoles ya me agarra desesperación porque llegue el fin de semana para volver a Concepción”, confiesa Matías, elegido por el jurado de LA GACETA como “Deportista del Año 2013”.

La distinción se la entregaron el miércoles a la mañana, pero comenzó a gestarse hace casi 20 años, cuando su padre, Gabriel Orlando (ex presidente de Huirapuca) comenzó a llevarlo al club con apenas tres años. “O sea, casi toda mi vida la pasé en ‘huira’”, simplifica el que hoy es uno de los emblemas de la primera.

De todas maneras, cabe aclarar que el vínculo hoy inescindible entre Matías y el óvalo se vio interrumpido hace una década, cuando por influencia de otros miembros de su familia paterna, se volcó hacia el tenis. “Participaba en torneos, y me divertía, pero nunca dejé de ir a ver la primera del club y estar pendiente del rugby. Así que al año siguiente volví”, cuenta.

Siempre un poco más

El 31 de diciembre, Matías despedirá un año que será muy difícil de superar: conquistó su primer Regional con Huirapuca, jugó la Vodacom Cup con Pampas XV, la ventana de junio con los Pumas, el Circuito Mundial con los Pumas 7’s y se consagró campeón de la Américas Cup con los Jaguares. En síntesis, el mejor año de su vida. “Pero sólo hasta ahora. Será difícil de superar, pero pienso que siempre se puede un poquitito más. Espero que los que vengan sean aún mejores. Y si no, tratar de disfrutarlos y sacar lo mejor de ellos”, se plantea el centro/wing.

De todos modos, la frutilla del postre fue ganar el Argentino en su primer año con la “naranja”. Para mejor, fue una de las figuras al apoyar cuatro tries en el torneo, uno de los cuales permitió ganar una tremenda batalla sobre el bicampeón, Córdoba.

“El torneo no se termina hasta que se duerme el último en el colectivo. Y cuando volvimos de Rosario, después de ganar la final, yo fui el último, ja ja”, comparte entre risas Matías. “Una de las cosas buenas de ese equipo es que había muchos jóvenes, más allá de tener experimentados como Gabriel (Pata Curello), Álvaro (Galindo), Diego (Vidal) y “Carloncho” (Carlos Cáceres). Para nosotros era jugar a la par de nuestros ídolos. Me acuerdo cuando le alcanzaba el tee a Tristán Molinuevo, que hoy es un amigo que me ha enseñado muchas cosas. Para mí es algo inolvidable haber salido campeón, no sólo por lo que significa, sino porque tenía muchos amigos en el equipo. Y cuando compartís algo así con amigos, la felicidad es doble”, asegura “Tostao”, quien le debe el apodo a Lindor Núñez Piossek, padre de José María. “Él era fanático de los caballos, y tenía uno que se llamaba Tostao. Y como yo de chico era rubio, pero con la piel como ahora, me puso ese apodo”, relata.

Los otros

Matías siente que el premio no es sólo suyo, sino también de todos los que lo ayudaron: “de mi viejo y mis hermanas. De mi mamá, Cecilia Ramírez, que ya no está desde hace dos años, pero que me apoyó siempre. De mi novia, que me banca en todas. Y de todos los entrenadores por los que pasé. Desde el primero hasta el último, todos me aportaron algo. No quiero olvidarme de alguno. Pero quiero mencionar especialmente a Tomás Gómez, a quien tuve a los 10 años más o menos. En ese momento no sabía nada de rugby, y no sé si él tampoco, pero lo que generó en esa división no tiene precio. Encendió en mí un fuego por el rugby que hasta el día de hoy sigue ardiendo”.


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