"Lo ideal sería que uno adquiera experiencia pero sin envejecer"

"Lo ideal sería que uno adquiera experiencia pero sin envejecer"

Acaba de publicar un nuevo libro. Once cuentos agrupados en Una felicidad repulsiva. En esta entrevista, quien se ha transformado en los últimos años en uno de los escritores argentinos más destacados y traducidos, habla de su último trabajo y de algunas de sus técnicas para escribir, de las ideas que sobreviven en su cabeza a pesar de los años y de (casi todas) las contras que tiene la vejez.

20 Octubre 2013

Por Alejandro Duchini - Para LA GACETA - Buenos Aires

"El momento de mayor alegría es cuando termino un cuento. No soy un escritor que disfruta todo el tiempo de la escritura. Hay un momento muy penoso, que es el del primer borrador, en el que las ideas luchan entre sí para dirimir las bifurcaciones y uno tiene que estar en un estado de vigilia. Es entonces que ideas que parecían buenas se empiezan a arruinar. Además, soy muy lento para escribir: demoro con el primer borrador. Pero después viene la parte en que vuelvo hacia atrás, miro el cuento de otra manera y puedo trabajar en las transiciones, en la música de las frases. Y cuando logro terminarlo y lo escrito se corresponde con lo que pensé, siento una gran alegría. La parte puramente de placer tiene que ver con la corrección". Lo dice Guillermo Martínez y bien merecida tiene la alegría que siente por estas horas si el resultado es Una felicidad repulsiva. Once relatos -algunos cortos, otros largos- en los que desfilan un pasado que se sospecha lo tiene como protagonista e ideas propias sobre distintos temas. Y además historias. Muy buenas historias.

- En estos cuentos se percibe una importante dosis de misterio.

- Es que el elemento que más me interesa, tanto como lector como en el rol de escritor, es la inminencia de lo extraño. Algo que no está en la expectativa inicial. Mis relatos siempre empiezan en un estado de normalidad, y en algún momento, por lo que creo es el poder de seducción de la ficción, encuentro una forma de enrarecer una situación y lograr que de la fricción en las relaciones humanas aparezca algo que estará casi fuera del borde de lo real. Algo que puede limitar con lo fantástico, con lo siniestro. Me interesan los relatos en los que hay una atmósfera densa, algo imprevisible respecto de lo que se veía inicialmente.

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- ¿De qué época son estos cuentos?

- De 2001 hasta ahora. Un gato muerto fue el último que entregué. Pero uno de ellos, que no voy a decir cuál, pertenece a un grupo de cuentos que creé alrededor de mis 25 años.

- ¿Cómo manejás las ideas para que no se pudran en tu cabeza?

- Tengo por lo general una lista de temas y algunos han resistido el paso del tiempo. En la medida en que las ideas resisten ese paso del tiempo me siento más confiado a intentarlas. Si cuando vuelvo a ellas me parece que pueden dar lugar a un buen cuento, siento que se han probado a sí mismas. Dejo que las diferentes ideas de los cuentos luchen entre sí para ver a cuál me dedico en cada momento. Me interesa que permanezcan hasta encontrar la fuerza necesaria como para escribirlas. Entonces hay ideas a las que voy dejando a favor de otras que tienen más fuerza interna para ser escuchadas.

- ¿Incide la práctica, el oficio, para escribir?

- Creo que hay mucho de práctica. Lo comparo casi con el entrenamiento físico. Algo de escribir todos los días, que haya una cierta naturalidad, que se manifiesta de a poco. Por eso me parece importante la continuidad en la escritura.

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- ¿Aplicás eso en lo personal?

- Trato de escribir todos los días. Por eso sufro los viajes, las interrupciones. Hay que crearse, de algún modo, no digo una torre de marfil pero sí un lugar en el estudio rodeado de libros afines, con el propio pensamiento. Tratar de entrar a esa cápsula todos los días para continuar.

- Las entrevistas o los compromisos tan habituales, si se tiene cierta exposición, juegan en contra cuando querés escribir?

- Sí, pero a los escritores también les encanta ser interrumpidos, como decía Agatha Christie.

- ¿Cuándo decidís si un texto es un cuento o una novela?

- A veces una historia entra en una zona de convergencia. Otras veces la historia se cierra mucho sobre sí misma y en esos casos se convierte en cuento. Cuando la historia en la que uno trabaja se abre, se bifurca y admite líneas teóricas, me parece que se convierte en una novela.

- ¿Les temés a la página en blanco, a las trabas?

- Hay momentos en los que uno advierte que está trabado y no está seguro de hacia dónde continuar. Suelo tener claro el final, pero a veces cuesta saber cómo se llega a él. En esos momentos críticos me doy cuenta de que hay algo que no está bien en la forma en que se ordenan los acontecimientos. No es una intuición si no una percepción, una lectura del propio texto. Algo que no termina de suceder de manera tan natural como uno quisiera. Me importa mucho lo de la naturalidad, que las acciones de los personajes sean con cierto grado de fatalidad pero también con naturalidad. A todo lo que es artificio trato de encontrarle el modo para que aparezca como necesario.

- En numerosos pasajes de Una felicidad repulsiva referís a personas que envejecen. ¿Qué te ocurre con este tema?

- Ayer vi un documental de Woody Allen: le preguntan qué piensa de la muerte y dice "sigo estando en contra". Ja ja. Bueno, yo también estoy en contra. Todos tenemos la experiencia de que no hay nada demasiado positivo en el envejecimiento. Uno diría que podría ser la acumulación de experiencia, pero no habría por qué envejecer para adquirir esa experiencia. Lo ideal sería que uno la adquiera pero sin envejecer. Quizá lo único bueno del envejecimiento es que uno se imponga aprovechar mejor el tiempo. Pero en eso tampoco soy hábil. Sido siendo lento para escribir. Hay gente que sabe aprovechar mejor su tiempo. Por ahora volví a jugar al tenis dos veces por semana, aprendí nuevos golpes, recuperé la lectura como no leía desde la adolescencia. Más allá de lo que puedan decir los análisis médicos, que salen bien, me siento bien. Es un problema que espero demorar unos diez años más, con suerte.

- ¿Al escribir te planteás sólo contar una historia o imponer una idea sobre algún tema?

- Ni sólo contar una historia ni sólo un pensamiento o idea. Es interesante la pregunta. No es exactamente la historia ni la encarnación de un pensamiento teórico. Hay algo así como un muro en el que aparece una tensión narrativa. Eso es lo que busco. Una tensión narrativa que se articule con una idea. Ese es el momento que me interesa. El momento en que algo que parece de un modo, si se lo mira con detenimiento, se convertirá en otra cosa.

- ¿Tomás como punto de partida cosas que te ocurrieron?

- Hay como un acorde autobiográfico para entrar en resonancia. Busco que el lector crea que lo que se le cuenta verdaderamente ocurrió así. Pero lo demás está falseado dentro de ciertas coordenadas o detalles que tienen que ver con temas que conozco, pero no todo es real.

- En Una felicidad repulsiva mencionás varias veces a la felicidad. ¿A qué se debe?

- La verdad es que el disparador de ese cuento lo estuve pensando desde hace tiempo. Tiene que ver con un libro de frases que había en casa. "Si quieres ser feliz, no analices", como dice mi papá. Me reencontré con esa frase años después de su fallecimiento. Tenía idea de hacer un cuento sobre la felicidad y la reencontré. Empecé a anotar frases. Algunas estaban trilladas. Quería hacer un cuento en contra de ese lugar común de que no existe la felicidad perfecta. Deseaba contar la mirada de un chico que se obsesiona con una familia perfecta. En el fondo tenía razón, aunque el cuento vira hacia lo fantástico. Pero creo que hay cierta mezquindad en el ser humano, que no puede creer que otro lo tenga todo. Si es inteligente, tiene que ser frío; si es apasionado, imprudente. Hay una especie de negación mezquina.

- ¿La envidia generalizada?

- Más que la envidia creo que está el costado tranquilizador de que el paso del tiempo va destruyendo a todos. "Algo tendrán", "algo les pasará", "¿viste que no eran tan felices?", "no estoy solo en la desgracia".

- ¿Qué te ocurre al pensar en los libros que publicaste?

- Me resulta extraño mirar hacia atrás y ver cuáles son mis libros. Siempre quise ser escritor pero nunca imaginé que mis libros serían estos que escribí. Nunca pensé que escribiría un policial, como Crímenes imperceptibles, o algo con tinte erótico como Yo también tuve una novia bisexual. Cada uno me interesó y fue lo que en ese momento quería hacer. Pero al ver lo que hice, siento cierta extrañeza, como si no fuera lo que imaginé.

© LA GACETA

PERFIL

Guillermo Martínez se licenció en 1984 en Matemática, en la Universidad Nacional del Sur. Luego se doctoró en Buenos Aires y completó sus estudios en Oxford. Ganador de importantes premios literarios, publicó Infierno grande, Acerca de Roderer, La mujer del maestro, La muerte lenta de Luciana B., Yo también tuve una novia bisexual y los ensayos Borges y la matemática, La fórmula de la inmortalidad, Gödel para todos (junto con Gustavo Piñeiro). Ganó el Premio Planeta con Crímenes imperceptibles, novela traducida a 35 idiomas y llevada al cine por Álex de la Iglesia, con actuaciones de John Hurt y Elijah Wood. Uno de sus cuentos fue recientemente publicado en The New Yorker.

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