La ciudad sin nombre
Nace como avenida San Martín, a metros del ingenio Concepción, en Banda del Río Salí; cuando ingresa a la capital se llama avenida Benjamín Aráoz, luego 24 de Septiembre, después avenida Mate de Luna, más adelante avenida Aconquija y tras cruzar la rotonda de El Corte toma el nombre de ruta 340, pese a seguir siendo avenida. En unos 15 kilómetros, apenas 150 cuadras, la misma arteria cambia seis veces de apelativo. Un promedio de 25 cuadras por cada denominación. No es práctico ni ordenado. Genera confusión y atenta contra la identidad de la metrópolis: las cosas que tienen demasiados nombres terminan por no tener ninguno. Ejemplos de este desorden abundan en esta pobre ciudad, víctima de sucesivos dislates de gente que no está capacitada para ordenar ciudades.

Otro caso: Pedro Miguel Aráoz, avenida Roca, avenida Kirchner, de nuevo autopista Roca y finalmente ruta 301: cinco nombres en menos de ocho kilómetros, un promedio de 16 cuadras por denominación. La famosa San Juan se llama de cuatro maneras distintas sin salir de la capital (calle sin nombre, Thomas Adgorges, Guatemala y San Juan). Pocos saben que la céntrica Mendoza muta a Isauro Martínez cuando se convierte en peatonal, igual que Muñecas pasa a ser Celestino Gelsi cuando no tiene autos. Para la gente son y serán Mendoza y Muñecas. ¿En qué habrán estado pensando cuando pretendieron rebautizar a una de las esquinas más emblemáticas de la ciudad?

Tampoco conocen muchos que a la Italia -que hacia el este se llama calle sin nombre, luego Juramento y en Yerba Buena se convierte en Frías Silva- en el medio le pusieron Regimiento 19. Ni el autor de esta confusión la llama Regimiento 19.

Ahora decidieron los concejales, que dictan ordenanzas para que, en sintonía con su nombre, ordenen la vida de los vecinos, llamar Virgen de La Merced a un tramo de Rivadavia, que hacia el sur se llama calle sin nombre y luego Las Heras, y hacia el norte de nuevo Rivadavia y finaliza otra vez sin nombre.

En una ciudad donde la mayoría de los barrios se llama "100 Viviendas", "200 Viviendas", "23 Viviendas", "57 Viviendas" y así hasta empalagarnos de creatividad, seguimos gobernando para agradar a unos pocos y fastidiar a muchos.

Del mismo modo que los propios concejales no obedecen sus ordenanzas (la 1.860 y sus ampliaciones prohiben "el cambio de nombres a calles, pasajes, avenidas, plazas, plazoletas y parques"), los tucumanos tampoco respetarán esta norma porque seguramente le seguirán diciendo por siempre "la Rivadavia".

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