La música de "La Mafia" retumba en el pasaje, que quiere dejar atrás un pasado asociado a la delincuencia

La música de "La Mafia" retumba en el pasaje, que quiere dejar atrás un pasado asociado a la delincuencia

Los vecinos del callejón ubicado en Marcos Paz al 3.200 dicen que el estigma de que se trata de una zona peligrosa los persigue y los taxis no quieren entrar. El pavimento trajo mejoras, pero la droga sigue haciendo estragos en los jóvenes.

LA MARCA. En un portón, los jóvenes dejaron en claro el nombre del lugar. LA MARCA. En un portón, los jóvenes dejaron en claro el nombre del lugar.
Esa noche llovía. Mabel cargaba a su hijo en brazos mientras hacía señas a los pocos taxis que circulaban por la calle. Uno de ellos se detuvo. "Vamos a Marcos Paz y Bulnes", indicó la mujer. "¿Eso es cerca de 'Villa 90'?", preguntó el chofer. "No, yo para ahí no voy", agregó inmediatamente el taxista, sin esperar la respuesta. Mabel tuvo que bajarse, y volver a la ardua tarea de encontrar un taxi que la lleve a casa.

El relato de la mujer grafica el estigma que sufren los habitantes de "Villa 90", un pasaje de 100 metros ubicado en Marcos Paz al 3.200, entre Bulnes y Federico Helguera. "Estamos marcados como una 'zona roja' en Tucumán, pero ahora es más tranquilo", expresó Mirta Leonor Díaz, una de las vecinas del pasaje.

El paisaje ha cambiado considerablemente en los últimos años. Las calles de tierra, que solían ser intransitables, la basura y la oscuridad, daban un marco que volvía a la zona impenetrable. Hoy, ese pasado "oscuro" ha cedido ante el pavimento y el cordón cuneta, según afirman los vecinos, y ahora los autos circulan por sus calles. "Arreglaron el dispensario de la esquina y viene gente de otros barrios", comentó Díaz, que vive hace más de 20 años allí.

Los primeros corajudos

Hace unos 40 años, en la manzana ubicada entre Bulnes, Marcos Paz, Federico Helguera y Santa Fe, vivían entre seis y siete familias. Nadie recuerda quién era el propietario. Pero la zona empezó a poblarse. Es que uno de los que allí residía comenzó a alquilar los lotes, y les cobraba mensualmente $90 (algunos dicen que eran 90 centavos, pero justifican la diferencia en el desconocimiento de la moneda que circulaba en esa época). Lo común de la anécdota es el número 90, que con el tiempo bautizó a la cuadra.

"No cualquiera venía, sólo los corajudos. Había que tener una gran necesidad de un lugar donde vivir o un sentido común con la gente que residía aquí por ese entonces", comentó Julio Bustos. Una zanja atravesaba la manzana, y depositaba aguas servidas en calle Bulnes. "Era una inundación tremenda siempre. Nadie quería pasar por aquí", agregó Bustos

El vecino dijo que no todos los terrenos tenían las mismas dimensiones. Por eso, cuando empezaron a dividir de una forma más equitativa las propiedades, se abrió el pasaje, cuyo ancho no mide más de cuatro metros. "Era un callejón. Había ladrones, choros, drogadictos. Todo lo que una sociedad podía contener. Pero ahora mejoró", afirmó Bustos.

Esa es la percepción de los vecinos. Saben que entre ellos hay algunos que son "amigos de lo ajeno", como lo definen, pero que la situación cambió. "Había un chico que era el malo, que hacía esas travesuras. Pero por suerte ya no vive acá", manifestó Díaz. Federico Gerez contó que los vecinos comenzaron a repudiarlos y denuncian a quienes cometen algún delito. "Ya no los apañamos. Queremos que se acobarden y no hagan más esas cosas", expresó el joven, que vive en el barrio desde que nació. Su abuela, Irma Rosa Juárez, se mudó a la "Villa 90" desde que se creó.

Música a la siesta

A mitad de cuadra, desde el fondo de un pasillo, el sonido de un "wiro" invitaba a llegar hasta a él. Eran las 15 del jueves, y el silencio de la siesta se veía interrumpido por el compás que marcaba el instrumento. Isaías, de 14 años, aprendió a tocar el órgano en una iglesia Bautista ubicada a pocas cuadras. A su derecha estaba Hernán (17), el que había empezado a despuntar la música que atrajo a los espectadores. A la izquierda de Isaías se ubicaba Alberto Velárdez (18), el cantante del grupo. "Empezaron hace algunos meses tocando con tachos", comentó Mirta.

La banda tiene nombre. "La Mafia", la bautizaron. ¿El motivo?. "Porque sí", explicó Alberto. Al ensayo aún no había llegado Cristian, (11), encargado de tocar el cencerro. "Hacemos cumbia", dijeron, y comenzaron a cantar un tema de "Néstor en Bloque" (ver La Canción). "Es para los chicos que fuman 'paco'", agregó Alberto cuando terminó de entonar la última estrofa, tras el aplauso de los asistentes. La droga es el principal problema que afecta a los niños y adolescentes de la "Villa 90", según reconocieron los vecinos durante la recorrida que realizó LA GACETA.

En la esquina del pasaje con Marcos Paz hay una pequeña gruta con la imagen de Santa Rosa de Lima. En el otro extremo, sobre calle Santa Fe, se erige un altar a San Expedito. Esos dos lugares son los puntos de encuentro para fumar marihuana, la principal droga que circula por la zona.

"A veces llamamos a la Policía porque se están drogando en la gruta. Pero nos dicen que si no hay alguna víctima, no pueden hacer nada. Igual, cuando les pedimos que se vayan, los chicos nos piden disculpas y se retiran", contó Díaz.

Esos grupos están integrados también por adolescentes de otros barrios, explicó Gerez. "Incluso vienen chicos que viven en las zonas 'de bien', como les llaman algunos. Pasan por la esquina, ven que se están drogando y se quedan", comentó el joven.

"La delincuencia antes comenzaba a los 16 años. Ahora tenés delincuentes desde los 10. Yo lo veo todos los días. Hay padres que no terminaron de masticar lo que significa la convivencia, la importancia de tener un terreno. Se fue desvirtuando un poco la cosa. Igual, aquí el 90% de la gente es trabajadora", afirmó Julio Bustos.

Esperanza

Las últimas obras públicas realizadas en la cuadra trajeron esperanza a los vecinos, que quieren dejar atrás el estigma de "zona roja". "El solo hecho de decir 'Villa 90' ya espanta, pero yo no conozco, por ejemplo, que hayan robado a algún taxi aquí", comentó Mabel. "A veces nos da vergüenza decir que somos de acá, porque te miran raro", reconoció Adela.

"No es lo que era antes, aunque a la noche no entran los taxis. Esto ha cambiado un montón", aseveró Alejandra Yapur. "Mejoró el tema del pavimento y de otros servicios. Pero también queremos que mejore la forma de vida de todos los que viven aquí. De a poco va cambiando hasta el frente de las casas", expresó Gerez.

A pesar de que afirmaron que ahora todos tienen escrituras de sus casas, hacia el fondo de algunos de los terrenos se observan varias casillas o prefabricadas, señal de que más de una familia vive en cada uno de ellos.

"Antes vivíamos unas 87 familias. Ahora deben ser unas 130, porque los hijos que se fueron casando se quedaron", comentó Bustos. "No descartamos que llegue el día en el que la gente que pase por aquí diga 'qué lindo que está'", añadió el hombre. "Que le llamen 'Country 90' y no 'Villa 90'", ironizó Mirta.

Disputa por cómo se llamará al pasaje

Oficialmente, el pasaje donde queda la "Villa 90" no tiene nombre. Los vecinos saben que hay iniciativas para bautizar a la cuadra, pero ninguno tiene certeza de cuál es la situación actual. Federico Gerez, uno de los "políticos" de la cuadra, contó que el Concejo Deliberante aprobó llamar al pasaje "Santa Rosa de Lima", y que la ordenanza se encuentra en la Dirección de Catastro. Julio Bustos, por su parte, forma parte de una comisión que quiere que la cuadra se denomine "Padre Mujica". "Antes era Martín de Güemes", dijo Adela.

Lo seguro es que quieren dejar de ser identificados por "Villa 90". "A veces preguntan si pueden pasar por aquí. Y es un lugar público, cómo no van a poder pasar. Eso tiene que cambiar", manifestó Bustos.

La cuadra sin nombre

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