La carta destacada
 CARLOS VILARO NADAL CARLOS VILARO NADAL
29 Julio 2012

PERROS ENVENENADOS

Ayer a la mañana, me di con una desagradable y triste imagen: había dos perros muertos en la vereda, frente al parque Guillermina. Estaban duros, con la mirada perdida del sufrimiento que padecieron, con sus lenguas afuera con líquido saliendo de sus hocicos, alimento sospechoso tirado a su alrededor en bandejas plásticas: evidentes señales de un malintencionado envenenamiento. En el mismo escenario, otro perro, blanco y anciano, con un poncho azul que alguien con buen corazón le puso para protegerlo del frío, estaba al lado de su pequeño amigo fallecido, lamiendo su rostro, seguramente sin poder comprender qué le había pasado; con lágrimas en sus ojos mojando su párpados -no exagero-, provocando lágrimas en los míos. No podía creer que una vez más en esa zona pase lo mismo. Un no muy buen señor/a se encargó nuevamente de acabar con la vida de estos seres tan sensibles y nobles que no hacían ningún daño a nadie. ¿Quizás no le gustaba su presencia callejera o hicieron alguna travesura que lo hizo enojar? En cualquier caso, no me parece una forma de deshacerse de ellos asesinándolos de esa forma tan despiadada. Alguien que le hace eso a otro ser humano normalmente es enjuiciado y repudiado por la sociedad. Esta persona, ¿no se merece el mismo destino? ¿Acaso matar perros no es un crimen? Lamentablemente termino llegando a la triste conclusión de que ese tipo de gente no se merece vivir luego de cometer semejante acto contra otro ser vivo, que estoy muy seguro de que se merecía vivir al igual que cualquiera.

Carlos Vilaró Nadal
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