El smartphone prolonga la jornada laboral

El smartphone prolonga la jornada laboral

Comenzó, fijo, en el living. Después, se metió en el dormitorio. Cuando mutó y se convirtió en móvil, se instaló en cinturas y en bolsillos traseros. Ahora, el teléfono, devenido "inteligente" se ha convertido en un instrumento que torna difusos los horarios de entrada y de salida de la oficina, según un estudio realizado en 400 empresas del país. Y según testimonian algunos tucumanos

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Hace mucho que hipertrofiaron su función de simples herramientas mediadoras de la comunicación humana. Los teléfonos, es evidente, se han convertido en instrumentos persecutorios a partir de su versión "celular". Pero los "cargos" que les formulan ahora son ciertamente novedosos. O, cuanto menos, resulta inédito que se haya mensurado el grado de participación necesaria en el nuevo problema que se les adjudica.

El inconveniente, básicamente, radica en el peligroso infantilismo que los ampara, y que brota sin pausa de incontables bocas adultas: la pueril pretensión de que las cosas no son ni buenas ni malas, sino que todo depende del uso que se les dé.

Si hasta de las armas de fuego se predica cosa semejante, cuanto más de los simpáticos aparatitos de telefonía. Sin embargo, ahora se han convertido, según sus propios usuarios, en verdaderos factores de desequilibrio de los tiempos sociales de sus dueños...

Por caso, la conducta colonizadora de los teléfonos móviles se puede advertir en la breve historia doméstica de su antecesor: el teléfono fijo. Cuando entró en las casas, se lo entronizó en el living: el lugar más público y social del hogar. No era antojadizo: según la clase de vecino que uno fuera, tener una "línea" era un lujo por exhibir o un servicio por prestar a los vecinos que no disponían de él. Pero después, el aparato en cuestión se instaló en el dormitorio. Y hoy, desprovisto de cables y otras ataduras, anda prendado de cinturas o de bolsillos traseros.

Como si no bastara, ahora los teléfonos inteligentes tienen una enorme cuota de responsabilidad en la distorsión que los propios trabajadores argentinos en general, y los del NOA en particular, advierten entre su vida personal y su actividad laboral.

Este es el cuadro de situación que describe el primer informe Workmonitor de este año, elaborado por la empresa de servicios de recursos humanos SESA Select, que releva las expectativas, estados de ánimo y comportamientos de los trabajadores en el país. Y en otras naciones del continente.

Según ese estudio, seis de cada 10 empleados argentinos realiza tareas relacionadas con su trabajo fuera del horario laboral y recibe e-mails o llamadas telefónicas antes o después de la oficina. Es decir, el smartphone se ha convertido en el gran desdibujador de las fronteras ocupacionales de sus dueños: ya no hay horario de entrada, ni de salida, para ellos.

Percepciones
Las políticas empresariales de work & life balance, consideradas buenas prácticas en materia de recursos humanos a la vez que valores inclaudicables de la "generación Y", están siendo puestas en crisis por los smartphone. Según el Workmonitor, el 33% de los empleados piensa que sus empleadores pretenden de ellos una disponibilidad 7x24. En línea con esto, el 39% de los trabajadores se siente en falta si no responde los llamados telefónicos o los correos electrónicos inmediatamente después de recibirlos.

Según el informe al que accedió LA GACETA, siete de cada 10 trabajadores sostienen que pueden manejar la información a la que están expuestos durante su jornada laboral; y ocho de cada 10 expresan que el flujo de e-mails y llamados que reciben no los distrae de sus tareas específicas. Pero, en contraste, el 42%, procura generar un momento durante el día en el que ignoran este tipo de comunicaciones para concentrarse en sus tareas.

Con estos resultados, los trabajadores argentinos se encuentran en similar situación a los del resto del mundo, pero en mejor situación de balance entre vida laboral y empleo respecto de sus pares chilenos, brasileños, y mexicanos. Estos últimos, en particular, son quienes muestran los valores más altos en casi todos los indicadores.

Culturas
"Las herramientas basadas en las nuevas tecnologías, como los smartphones, Internet o los sistemas en la nube que permiten acceder remotamente a aquello que necesitamos para trabajar, colaboran a que el término de la jornada laboral sea cada vez más difuso", manifiesta Andrea Ávila, Directora Ejecutiva de SESA Select.

"Sin embargo, el uso que le demos a estas herramientas, que de hecho facilitan en gran medida nuestro trabajo cotidiano, debe ser consciente y responsable, aspecto en el que las compañías deberían poner atención si quieren trabajadores productivos y creativos", contrapone.

"Es un proceso a largo plazo romper una cultura instalada por años, en la cual el estereotipo de trabajador destacado se representa en quienes más horas dedican a estar en la oficina, que para las compañías implica el desafío de internalizar, desde su personal jerárquico hacia el resto de sus empleados, la importancia del descanso, de la distensión y del entretenimiento. Para lograrlo, un buen comienzo es respetar los horarios de envío de e-mails o de llamados puertas adentro. De esa forma, se evita la irrupción de un e-mail en el smartphone y no se avala desde la compañía que un empleado esté trabajando por fuera de su horario regular", agregó Avila.

Demandas
Necesitar un teléfono móvil es legítimo. Contar con un smartphone es, incluso, disponer de una herramienta sumamente útil para solucionar situaciones laborales. No poder dejar de trabajar porque ese aparato es un prolongador de la oficina es un escalón más arriba en la cultura consumista, porque ya no son los seres humanos los que persiguen objetos. En este nuevo estadio, son las personas las que están perseguidas por las cosas. Psicosis, que le dicen.

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