La conjura de las netbooks
"El hombre de hoy tiene su cabeza llena de datos y opiniones. Pero adquiere las opiniones prefabricadas, son de otros, no pensadas. La avalancha de datos que lo aturde, más que acercarlo al conocimiento lo aleja de él". La afirmación de Guillermo Jaim Etcheverry desnuda, con pasmosa veracidad, el estado en el que se encuentra la educación en la Argentina. No tanto por la inversión que se destina al sector (que existe y está acorde a los tiempos que corren), sino sobre todo por los resultados. Según Roberto Igarza, miembro de la Academia Argentina de Educación, con la incursión de las netbooks en las aulas, la escuela está perdiendo el monopolio de la enseñanza y cierto tipo de control sobre sus alumnos, pero al mismo tiempo crea posibilidades para nuevas formas de relación. Y, para ratificar sus dichos, brinda cifras contundentes, pertenecientes a una encuesta realizada en la Feria del Libro Infantil y Juvenil del año pasado. Fuera de las tareas escolares, los chicos encuestados dijeron que durante la semana dedican a la lectura menos de una hora (34%); una hora (26%); dos horas (15%); de 4 a 10 horas (11%); tres horas (10%) y más de 10 horas (4%). En vez de leer, prefiere hacer otra cosa el 42%, en tanto el 34% dice no tener tiempo. Y esa falta de tiempo está vinculada siempre a hacer alguna actividad con la computadora. Esto, que Igarza llama el "ocio digital", incluye navegar por internet, jugar con la computadora, mandar mensajes de texto, participar de videojuegos y chatear.

Así las cosas, la distribución de netbooks en las escuelas tucumanas podría convertirse en un lastre, si es que no se toman los recaudos necesarios. El hecho de que cada alumno de escuelas y colegios públicos tenga la posibilidad de tener su computadora personal es un salto fenomenal en materia de infraestructura educativa. Pero, hasta el momento, no está demostrando un repunte en la calidad educativa. De hecho, una profesora de una escuela técnica le confesó a este editor que las netbooks se están convirtiendo más una distracción que en una herramienta de aprendizaje. Y eso sucede no sólo por la falta de interés de los chicos, sino también por la falta de preparación de los docentes, que muchas veces no saben cómo adecuar al formato digital sus contenidos académicos. Tampoco hay un seguimiento de las autoridades sobre el fin último de las computadoras. Según la docente, a los pocos días de haber recibido sus netbooks, los chicos ya tenían cargados programas de videojuegos o de música que ejecutaban en el aula con total descaro. De esta forma, la escuela pierde el monopolio de la enseñanza porque el aprendizaje se da cada vez más en entornos que están fuera de la escuela y se pierde cierto tipo de control. Se sabe que el 80% de los chicos navega en la web sin la presencia de adultos. Por eso, los estudiantes necesitan un adulto o un docente que los supervise y les haga entender las consecuencias de sus actos porque no siempre los ven por sí mismos.

Hay que entender entonces que la educación prepara para la vida y tiene que inducir al pensamiento lógico. No es solamente la formación en Historia o Geografía. Debe ser integral. Y para eso hay que exigir disciplina intelectual y rendimiento. Porque eso de que la escuela debe contener a los chicos y evitarles el estrés de los exámenes o de la competencia es una concepción errada. Muy por el contrario: la vida moderna está hecha de estrés, competencia y exámenes permanentes. Y la escuela tiene que formar también para ese comportamiento social. No sólo repartiendo netbooks, sino acompañando a los chicos en el buen uso de las nuevas tecnologías y, de paso, fomentando también la lectura de libros, actividad primigenia de toda educación.

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