Tres días de amor, paz y música

Tres días de amor, paz y música

Se cumple el aniversario de un festival que se transformó en mucho más que un concierto para convertirse en la marca de una época, en la que se plantearon los valores del pacifismo y de la fuerza revolucionaria de la música. Se debate si el encuentro pudo modificar la realidad, pero lo cierto es que fue esperanza para los jóvenes que postulaban el amor libre. Hendrix fue la revelación con la interpretación del himno de EEUU.

17 Agosto 2009
NUEVA YORK.- El legendario Festival de Woodstock, que en tres días de "amor, paz y música" reunió a más de medio millón de personas para escuchar a figuras como Jimi Hendrix, Joan Baez, Carlos Santana o The Who, cumple  40 años con el aura de irrepetible aún intacta.
En el verano de 1969, la mitad de los norteamericanos veía cumplirse un sueño de la ciencia ficción contemplando en sus televisores en blanco y negro la llegada del hombre a la Luna. La otra mitad estaba más pendiente de la realidad terrenal, de la guerra de Vietnam o la reivindicación de los derechos civiles.
Una nueva generación traducía los postulados del mayo francés al paisaje americano a través de la contracultura, el movimiento hippie y nuevos lemas con gancho comercial ("haga el amor, no la guerra") que abrían un cisma entre aquellos padres que vivieron la Segunda Guerra Mundial y los hijos del baby boom, convertidos ya en jóvenes desencantados con las rémoras del pasado en los nuevos tiempos que les tocaba vivir.
Si hay un acontecimiento que encarna y condensa el espíritu de aquella época, ese es Woodstock, el primer macrofestival musical al aire libre que reunió a algunos de los mejores grupos y artistas rock del momento (Janis Joplin, Jimi Hendrix, Joan Baez, The Who, Jefferson Airplane, Santana, Sly and the Family Stone, Ten Years After, Canned Heat, John Sebastian, Joe Cocker) y a cerca de medio millón de personas en una colina de la localidad de Bethel, Condado de Sullivan, al Norte del Estado de Nueva York, durante los días 15, 16 y 17 de agosto de 1969.
Más que un concierto
Durante tres días de música, amor y drogas los miles de jóvenes convivieron en paz.
Pero fue más que un concierto. Los hippies emergieron como un fenómeno masivo. Eran tiempos tensos: Bob Kennedy y Martin Luther King habían sido asesinados un año antes, Vietnam era una carnicería y los guettos y los campus ardían.  "The Wall Street Journal" alertaba: "Si en los próximos años prosigue esta tendencia entre los jóvenes, tendremos, en el mejor de los casos, una América más pobre culturalmente y quizá una política degenerada".
La vestimenta floreada y las furgonetas Volskwagen con el símbolo de la paz eran una de las imágenes más fuertes en esos días.
"En Woodstock - sostiene Carlos Santana en un libro recién publicado- vi una aventura colectiva que representaba algo que todavía es válido. Cuando cayó el Muro de Berlín, Woodstock estaba allí. Cuando Mandela fue liberado, Woodstock estaba allí. Cuando celebramos el año 2000, Woodstock estaba allí. Woodstock está aquí".
Woodstock  permanece en el imaginario colectivo como el lugar en el que el inconformismo y la rebeldía de una generación azotada por la guerra de Vietnam dieron lugar, pese a la mala organización, la lluvia y el barro que cubrieron el campo en el que se celebró, a tres días de amor, paz y música.
La revolución social imaginada por los hippies nunca sucedió, y, al contrario, sus quejas empezaron a percibirse como una rareza entrañable para una sociedad que abrazaba el consumismo más feroz.
El individualismo salvaje y el establecimiento de vínculos personales casi exclusivamente a través de las redes sociales de internet que imperan en estos tiempos nos alejan a años luz del lisérgico espíritu comunal de Woodstock.
El encargado de inaugurar estos tres días de paz e improvisación, llenos de folk, rock, psicodelia, lluvia y magia fue Richie Havens, aunque no era lo programado, según escribe en el libreto interior la escritora y consultora musical Holly George-Warren: debía hacerlo el grupo Sweetwater, pero un embotellamiento lo hizo imposible, y Havens terminó siendo quien lo llevó a cabo.

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