Homo symbolicus

Homo symbolicus

Por Coriolano Fernández, para LA GACETA - BUENOS AIRES.

HELEN KELLER (izq). Cada cosa tiene que tener un nombre.<BR> ARISTOTELES. El hombre es animal racional.<BR> ERNST CASSIRER (der). Volver a Kant para superar a Kant. HELEN KELLER (izq). Cada cosa tiene que tener un nombre.
ARISTOTELES. El hombre es animal racional.
ERNST CASSIRER (der). Volver a Kant para superar a Kant.
25 Septiembre 2005
Cuando en 2001 se celebran los veinte años del computador u ordenador personal, circula la idea de que en aquel 1981 había nacido el hombre comunicacional. Acaso mejor sería hablar del homo digitalis. Aunque no faltan quienes ven el nacimiento como obra de Leonard Kleinrock, el inventor de Internet. Mientras rumiaba su tesis doctoral, este estadounidense hijo de inmigrantes ucranios observó las muchas computadoras que ya había en el Instituto Tecnológico de Massachussets. Me di cuenta, confesará después, de que era una pena que esas máquinas no pudieran hablar entre ellas; se le ocurre la idea de "recurso compartido", central en su tesis de 1961.
No hace mucho el italiano Giovanni Sartori acuñó la expresión homo videns, esto es, comprender al hombre en tanto ser que mira o ve.
Y todavía resuena el eco del holandés Johan Huizinga (1872-1945), quien hacia 1939 caracteriza al ser humano como ser que juega, en un libro titulado justamente Homo Ludens, si bien ya había usado la expresión seis años antes.
Hombre digital, hombre visual, hombre lúdico (o lúdicro). Estas caracterizaciones, y podría agregarse alguna otra, intentan reemplazar la más prestigiosa definición del ser humano que conozca la filosofía: dice Aristóteles que los demás animales viven guiados sobre todo por la naturaleza, y en escasa medida por el hábito, pero el hombre es además guiado por la razón (lógos), que solamente el hombre posee, de modo que en el hombre la naturaleza, el hábito y la razón deben estar en armonía. (Política, 1332, b). En breve fórmula: el hombre es un animal racional.
El propósito de enmendar a Aristóteles tiene un preclaro antecedente, del cual, a mi juicio, las definiciones anteriores son tributarias. El protagonista de la enmienda es Ernst Cassirer, pensador alemán de formación neokantiana, que rebasó los límites de esa escuela, cumpliendo el consejo de Windelband: volver a Kant para superar a Kant.
Cassirer (1) nació en Breslau en 1874, estudió en varias universidades, fue profesor, editó las obras de Immanuel Kant en la editorial de su padre, Bruno, y salió de su patria ante la llegada del nazismo. Tras un paso por el Reino Unido y Suecia, recaló en Estados Unidos. Allí murió en 1945.
¿Y qué sostiene Cassirer? Las formas culturales, como la religión, el mito, la ciencia, el lenguaje, el arte y la historia, por heterogéneas que aparenten ser, tienen rasgos comunes. La tarea de la filosofía es aprehender esos rasgos. ¿Con qué propósito? Para mostrar que la pluralidad de formas culturales (y lo mismo regiría si fueran más que las seis citadas) supone o implica un principio universal. Ese principio universal es un acto originario del espíritu humano.
¿Y en qué consiste? Susanne Katherine Langer (1896-1985), filósofa estadounidense influida por Cassirer, lo dice así: hay en el ser humano una necesidad primordial de la que probablemente están exentas las otras criaturas, necesidad que le confiere al ser humano todas sus aspiraciones, aparentemente ajenas a la condición zoológica: sus ávidas fantasías, su concepto de los valores, sus entusiasmos inútiles y la premonición de un Más Allá colmado de santidad. Es la necesidad de simbolización.Cabe acá eliminar un eventual malentendido, pues el aserto anterior podría verse como haciendo descansar el planteo en el ámbito psicológico, subjetivo, lo que desembocaría en el relativismo de ciertas líneas de los llamados "estudios culturales". La necesidad del simbolismo es, apelando al vocablo kantiano, trascendental (no confundir con trascendente), o sea, todo lo referente a las condiciones a priori que hacen posible el conocimiento.
Ya la misma noción de forma remite a Kant. Cassirer acepta la noción, pero señala que no debe quedar en el estrecho marco de las ciencias naturales sino ampliarse hasta abarcar el orbe cultural entero. Toma, pues, en sus manos el legado kantiano de la crítica de la razón y lo convierte en crítica de la cultura. Crítica como examen de algo, pues viene del griego krinein, que significa discernir, separar, distinguir.
Nuestro autor milita contra la teoría del conocimiento como reproducción, según la cual los conceptos fundamentales de la ciencia son copias pasivas de las cosas. No son copias, apunta Cassirer, sino símbolos creados por la ciencia misma. Y comienza por remitirse a Los Principios de la Mecánica (1894), de Heinrich Hertz, el físico que probó la naturaleza electromagnética de la luz. Hertz advierte el carácter simbólico de los instrumentos del saber científico y llega a hablar de las nociones de masa y fuerza como "ficciones" creadas por la lógica del conocimiento de la naturaleza.
Para Cassirer tiene Hertz el mérito de haber dado el golpe de gracia a la esperanza de una aprehensión inmediata de la realidad. Llegamos a un punto clave. El hombre, dice Cassirer, no se enfrenta con la realidad cara a cara, no puede captarla de modo inmediato, porque entre el hombre y el mundo se intercala el sistema simbólico y este no es un "velo de Maya" sino al contrario, es el órganon indispensable para tratar con las cosas.Lo opuesto a inmediato es mediato.
Mediación es la actividad que relaciona dos elementos distintos. El símbolo desempeña la función mediadora y el saber no consiste en reproducir sino más bien en construir. Los hombres ya no viven en un puro universo físico sino en un universo simbólico; ese trato con las cosas es en rigor una conversación que entabla el ser humano consigo mismo. ¿Cómo lo hace? Pues envuelto en formas lingüísticas, en imágenes artísticas, en ritos religiosos, en fórmulas matemáticas... Es homo symbolicus.
Cassirer no da una definición conclusa de símbolo. Procede de otra manera. Por una parte, hace una diferencia radical entre signo y símbolo, terminología poco afortunada pues la mayoría de los autores, desde Peirce, saben que el símbolo es una subclase de la clase de los signos. Pero el problema se puede obviar señalando que para Cassirer signo es sinónimo de señal.
Y por otra parte -y aquí está lo más valioso- prefiere ejemplificar. Veamos el caso del espacio y del tiempo. Hay un espacio orgánico, que es el espacio de la acción; hay un espacio perceptivo, que conjuga factores ópticos, táctiles, gustativos, acústicos y kinestésicos, propio de los animales superiores; y hay un espacio simbólico, la auténtica frontera entre el hombre y el animal.
En el espacio orgánico y en gran parte del perceptivo el hombre es torpe. Al romperse el cascarón, el pollito sale marchando hacia adelante. ¿Y qué hará ese gato con su mirada fija en una mesa poblada de vasos y a una altura dos veces el largo de su cuerpo? Pues hará esto: de un salto alcanza la mesa sin volcar ningún vaso.
¿Puede el ser humano recién nacido imitar al pollito? ¿Puede el adulto imitar al gato? Pero puede "trabajar", por así decir, con el espacio abstracto, como hicieron los griegos para elaborar la geometría. Como hizo Isaac Newton al redactar sus célebres Principios; el filósofo George Berkeley lo ataca diciendo que el espacio newtoniano es una ficción, y lo es si aceptamos los criterios empiristas de Berkeley, pero las líneas y puntos que este ve no designan objetos físicos ni psíquicos sino relaciones abstractas.
Hay también un tiempo simbólico. Tiempo alude a memoria. Los animales tienen memoria. La memoria simbólica es diferente, es el proceso por el cual el hombre no sólo repite su experiencia sino que la reconstruye.Vienen al caso las Confesiones de San Agustín, quien no relata los hechos de su vida insignificantes sino los decisivos, nos comunica el drama del hombre, no puede memorizar su vida sin acudir al simbolismo religioso.
La profecía es tiempo simbólico. Isaías, Jeremías y Ezequiel no hacen meras predicciones, más bien formulan una promesa. El futuro es tiempo simbólico; pensar en el futuro y, como no pocos pensadores señalan, vivir "desde" el futuro es parte capital de la vida humana.
Y la utopía es tiempo simbólico. Acá evoco la definición del filósofo Roberto Rojo: "utopía es el proyecto humano de realizar cabalmente un cierto universo de posibilidades, a sabiendas de la decepción que entraña el permanente desajuste entre lo posible y lo real".
Las señales, inclusive siendo entendidas y usadas como tales, tienen una especie de ser físico o sustancial; los símbolos poseen valor funcional. Cuando la niña Helen Keller, sorda, ciega y muda, descubre que cada cosa tiene que tener un nombre y va como un hada radiante de objeto en objeto tocándolo y preguntando por su nombre y besando a la maestra de pura alegría, el símbolo se muestra tal como es, un principio de aplicación universal.
Si fueran ciertas las teorías del sensismo, anota Cassirer, si cada idea no es sino la copia de una impresión sensorial previa, la condición de una criatura sorda, ciega y muda sería la de una "desterrada de la realidad". La rica vida espiritual que tuvo Helen Keller prueba que no fue así.
¿Por qué? Porque la cultura deriva su índole peculiar no del material que la compone sino de su forma, de su arquitectura. Y la forma puede ser expresada con cualquier material. Las modernas ciencias cognitivas aportan buen apoyo a la idea de homo symbolicus.

Ya entró la noche. Cuando apago la luz e interrumpo la tarea, creo ver una figura... es el espectro de Aristóteles.
- Oh, ilustre macedonio, conjeturo que has leído cuanto he escrito.
- Sí, y desearía saber dónde queda entonces mi definición.
- Tu definición respeta las reglas. "Animal" es el género próximo y "razón" la diferencia específica. La propuesta es cambiar la diferencia y donde dice "razón" poner "símbolo".
- Entiendo. Pero yo escribí "lógos", que significa "palabra". Quise decir esto: el hombre es el animal que posee la palabra.
- Pudiera ser. De todos modos, para Cassirer tu definición no declara una índole metafísica sino más bien un imperativo moral, algo así como: el hombre debe actuar racionalmente.- Ah, no. Mi definición es metafísica. Para mí rige lo de operari sequitur esse, lo que se hace depende de lo que se es.
- ¿Sabes latín?
- Tuve que aprenderlo, para poder leer la montaña de escritos producidos después de mi muerte. Creo que para tu filósofo es a la inversa, lo que se es depende lo que se hace. Pero veo que te esfuerzas por mantener los ojos abiertos, así que de este problema hablaremos otro día. (c) LA GACETA

1) Su obra principal en este tema es Filosofía de las Formas Simbólicas (1923-1929). Un libro conciso y de redacción más ágil, aunque con defectos de traducción, es Antropología filosófica (1945). Ambos, editados por el Fondo de Cultura Económica.

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